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Atentado al deporte.

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El equipo juvenil del Real Jaén que milita en el grupo 13 de la Liga Nacional, perdió esta semana por 6-2 en su visita al conjunto malagueño 26 de Febrero, de manera que los jienenses se descuelgan a seis puntos de los puestos de ascenso a la División de Honor. Sin embargo, este tropiezo deportivo no tiene la más mínima importancia si lo comparamos con la vergonzosa y triste experiencia que tuvieron que vivir los chavales jienenses en el barrio de La Palmilla, Málaga.

José Pablo Domingo, central del Real Jaén juvenil de 17 años, explica que «Sabíamos dónde íbamos. Jugábamos en el barrio de La Palmilla, el barrio más conflictivo de la ciudad de Málaga. Nada más llegar al campo nos encontramos con una sorpresa muy desagradable. En la entrada, había un hombre encapuchado, en actitud amenazante, con un palo en la mano, así que nos fuimos rápidamente hacia los vestuarios. Teníamos mucho miedo».

Juan Manuel Olivares, portero del equipo, asegura que «No es la primera vez que sucede algo parecido. Ese campo es así y ya estábamos avisados. Allí suelen amedrentar a los árbitros y a los equipos rivales. No es nuevo y todos lo sabemos. Ese campo es difícil en lo deportivo, porque son un buen equipo, y en lo extra deportivo. No obstante, no esperábamos un recibimiento así, porque el partido de ida que jugamos en Jaén fue tranquilo y sin alborotos. Pero claro, de ganar nosotros esta vez, les habríamos empatado a puntos y la lucha por el ascenso se les habría complicado seriamente».

José Pablo: «Durante el calentamiento, los aficionados no paraban de amenazarnos de muerte. En el saludo inicial de Fair Play, nos condujeron cerca de sus aficionados y nos llovieron salivazos e insultos, aunque no llegaron a agredirnos».

Olivares: «En el partido no sufrimos entradas demasiado fuertes, creo que más bien se limitaron a calentar el entorno y condicionar el partido y el arbitraje. Y es que allí no había fuerzas del orden público, al menos yo no vi ningún policía desde que llegamos y hasta que nos fuimos».

José Pablo: «Sientes impotencia cuando te tratan así, porque además, en el partido de ida yo personalmente tuve un percance con un jugador rival. Saltamos a por un balón y ambos nos hicimos una brecha importante en la cabeza. Mi padre, que estaba en el campo, nos llevó al hospital a los dos para que nos cosieran la herida, y la verdad es que el chaval parecía un buen tipo, se mostró muy agradecido. Pues bien, el otro día ni me miraba a la cara, ni me dirigió la palabra. Me quedé de piedra, porque aquí en Jaén nos preocupamos por él y nos portamos muy bien con él. Es triste, la verdad. Se te van las ganas de seguir jugando. No merece la pena«.