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Hecha la Ley, hecha la trampa.

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Como cualquier otra novedad, la nueva reglamentación que la FJF ha diseñado para esta edición de la Copa Diputación ya está siendo objeto de un riguroso análisis por parte de entrenadores y monitores. La idea, implantada con la intención de que todos los niños federados jueguen un mínimo de minutos por partido, no está originando en muchos casos el efecto deseado. Hay opiniones para todos los gustos. Aquí comentaremos el caso del fútbol 7, es decir, niños de entre 6 y 11 años.

La cuestión es que, para garantizar que todos los críos disputen un mínimo de minutos por partido, la primera parte, que tiene una duración de 30 minutos, se ha dividido en dos tiempos de 15, en los cuales está prohibido hacer cambios y sólo se permite la sustitución de jugadores en un pequeño intermedio. En esta primera parte, el entrenador de turno está obligado a contar con todos sus efectivos, con lo cual, todo niño convocado e inscrito en acta habrá jugado, obligatoriamente, un mínimo de 15 minutos al término de la primera parte. El segundo período, que también dura 30 minutos, se juega en el formato normal y tradicional, con cambios volantes y sin ningún tipo de normativa. La idea, vista así, parece maravillosa, pero la realidad es otra.

Ahora nos estamos encontrando con que muchos equipos se están presentando a los partidos con ocho y nueve jugadores convocados, circunstancia que no sucedía con la reglamentación tradicional. Está claro: los entrenadores que quieren competir han dejado de convocar a aquellos niños que aun no están preparados para la competición. Durante la liga, estos niños disputaban el tiempo y los partidos que el preparador consideraba oportuno, pero ahora, al estar obligados a ponerlos durante 15 minutos, prefieren dejarlos en la grada. Guste o no, se quiera reconocer o no, lo cierto es que en los equipos de fútbol base hay muchos niños que no están preparados para competir, y su tiempo de juego depende de los escrúpulos de su entrenador. Es evidente que esta norma no ha favorecido a esos niños cuyo entrenador -hay demasiados- prefieren competir sobre todas las cosas.

Pero hay más. Resulta que aquellos monitores que están por la labor y están dando esos 15 minutos a los niños menos adaptados a la competición, están viendo cómo sus rivales les pasan por encima y encajan goleadas escandalosas, humillaciones maquilladas por otra de las nuevas normas: el acta se cierra cuando la diferencia de goles supere los diez tantos. La idea vuelve a ser maravillosa, pero tampoco está produciendo el efecto deseado. El acta se cierra pero no así el partido, lo cual esconde la verdadera realidad y ofrece refugio a esos terroristas del deporte que no tienen la más mínima consideración hacia el rival. El listo golea y el noble sale vapuleado.

Al final, el único responsable de todas estas situaciones es el propio entrenador, pero me pregunto si la normativa ha debilitado el problema o lo ha potenciado. Hecha la Ley, hecha la trampa. Pues eso, depende del entrenador.