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El dolor cruza de costa a costa.

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Esther Berlanga-Ryan.
Periodista y locutora de radio.
San José, California.

Imagen: nytimes.com

Cualquier atentado que sucede en esta Humanidad nuestra se cobra un pedazo más de nuestra identidad como raza universal que somos, la raza humana. Una no se da cuenta de lo mucho que dependemos los unos de los otros, hasta que algo terrible nos arrebata un poco más de nuestra inocencia, que tanto necesitamos para no perder la esperanza, y nos miramos los unos a los otros, dolidos, tristes, cabizbajos… con el luto en el alma y en el horizonte, ya mutado en algo distinto de lo que era ayer.

Cerca de la línea de meta de la Marathon de Boston ocurrieron dos explosiones el lunes por la tarde, y por lo menos tres vidas fueron aniquiladas en un abrir y cerrar de ojos mientras decenas de heridos se enfrentan a un trauma difícil de imaginar. Desde la costa opuesta de los EEUU, en la soleada California,  el sentimiento es, me atrevo a asegurar, el mismo que el de todos los bostonianos: esta es una tragedia cruel y sin sentido. Me cuesta imaginar un odio tan grande y tan soberbio que se jacta del dolor provocado en unos completos desconocidos; sea cual fuere el motivo o la motivación, el resultado es igualmente desastroso, porque dondequiera que una vida inocente es arrebatada, el valor de la causa queda anulada y ridiculizada, y solo queda el odio que abre camino a la desesperación de las víctimas.

Red Cross (Cruz Roja) anima a los supervivientes a que comuniquen a sus allegados que se encuentran bien, y a que utilicen las plataformas sociales de internet para dejar saber a propios y extraños que no han resultado heridos en el atentado. Se ha ofrecido asistencia a aquellos que no pueden salir de la ciudad o no pueden permitirse pagar una habitación de hotel, y se recomienda enviar textos via msm, en lugar de realizar llamadas de teléfono, ya que los servicios telefónicos pueden estar un poco saturados.

En medio del caos y el sufrimiento una cosa está clara: cuidamos los unos de los otros como mejor podemos o sabemos, y para eso, para esa cualidad innata de cada persona, no hay bombas suficientes en este mundo. Tal vez algún día dejen de ocurrir hechos trágicos como este, y la vida, en todas su diferentes formas de luces y sombras, será respetada y valorada como merece.