Inicio 1ª División Atco de Madrid-Real Madrid: Cosa de psicólogos

Atco de Madrid-Real Madrid: Cosa de psicólogos

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La posibilidad de ganar o perder, muchas veces, está en la cabeza. Depende de la seguridad que hayamos atesorado mediante la reflexión y el análisis del momento y de nuestras capacidades objetivas. Si el resultado de todo eso es que somos superiores, debemos hacer lo necesario para que lo razonable se produzca; si, por el contrario, evaluamos y llegamos a la conclusión de que partimos en inferioridad, hemos de buscar la forma de equilibrar el pronóstico. Todo está en la cabeza.

Si el Real Madrid asume que su potencial deportivo, incluso sin Ronaldo, está por encima del Atlético de Madrid, debe poner esa ventaja sobre el campo y hacerla patente aplicando una intensidad que, añadida a los recursos técnicos y a la calidad que se le supone, dé como resultado un triunfo. Si el Atlético de Madrid sabe que -hombre por hombre- el Real Madrid es superior, deberá conjugar eficiencia y trabajo para, combinando derroche físico y el acierto mínimo necesario, lograr que el Real Madrid no cumpla con lo habitual en los últimos años: ganar siempre.

Los dos equipos saben lo que tienen que hacer. Sus responsables técnicos han dibujado perfectamente los sistemas; han descrito al milímetro variaciones y combinaciones que el rival puede esgrimir a lo largo del partido, dependiendo de lo que señale el marcador. Nada se improvisa. Luego viene el balón y marca el ritmo, pero en el vestuario nada se deja al azar. Los entrenadores tienen la obligación de creer que pueden poner puertas al campo, en el fondo son algo ingenuos porque lo intentan cada semana e incluso, a veces, dos días por semana: ni se cansan ni escarmientan. Su obligación es tratar de que el fútbol no los sorprenda, pero eso es como querer guardar el agua del mar en una botella. Imposible. Sin embargo, insisten.

Cuando los equipos salten al campo solo el jugador que tenga la mente dispuesta podrá hacer aquello que escuchó, lo que le ordenaron, lo que entrenó durante una semana o lo que ha pensado en su momento de soledad previo al partido. Cuando la cabeza no está dispuesta no sirve para nada: nada de lo ensayado, de lo declarado en los medios ni de lo propuesto en las intensas sesiones de preparación a puerta cerrada. Si el Real Madrid, en lugar de poner los cinco sentidos en el Vicente Calderón, distrae alguno en cómo lavar la afrenta de Dormund, seguirá teniendo más calidad que los locales pero, seguramente, perderá el partido. A los jugadores del Atlético de Madrid les vale que los blancos cometan el error de no estar metidos del todo en el encuentro pero, aún así, pueden tropezar con ellos mismos si no logran sacudirse la fatalidad y no buscan desde el principio la manera -trabajo, concentración y eficiencia- de desequilibrar futbolísticamente al contrario. Si consiguen mantener la confianza en los medios propios, pueden. Si asoma el complejo, la desesperación y, finalmente, la culpa, pierden y agrandan esa leyenda triste que cargan sobre sus espaldas hace años: los colchoneros no saben ganar al Real Madrid. El fútbol se juega, sobre todo, con los pies, pero suele ganar el que mejor sabe utilizar la cabeza. Al final, cosa de psicólogos.