Inicio Opinión Julio Pulido Moulet Yo, el balón

Yo, el balón

Compartir

Soy el objeto al que más personas siguen en el mundo con la mirada, especialmente los fines de semana. Soy el primer protagonista de ese fenómeno  social al que llaman fútbol. Si cumplo con mi misión de alojarme entre tres palos provoco pasiones encontradas. Pero muy pocos se acuerdan de mí. Muchas veces he pensado que si no me hubieran inventado, eso del fútbol no existiría. Así que por favor, préstenme un poco de respeto y piensen que nunca soy el culpable si vuestro equipo no me conduce a mi destino. Que yo recuerde, sólo algunos llevan mi nombre en su nombre: el Real Betis Balompié, la Real Balompédica Linense y el Albacete Balompié.  Los demás se llaman en su mayor parte CF o FC, que algunos por tal de ser distintos hasta en esto quieren separarse del resto. De mí habló en una ocasión D. Santiago Bernabéu en una especie de elogio envenenado que quedó para la posteridad: “en el fútbol el único decente es el balón y el balón es un hijo de p….”. Cómo sería el resto.  A lo largo de la historia he sufrido idénticas transformaciones que el resto de las cosas útiles. Las nuevas tecnologías me han llevado a ser un muñeco de colorines con marca, que hasta en esto, el dinero hace su presencia. Yo antes era de un solo color y al principio hasta tenía una enorme cicatriz rematada por una correílla de cuero que mareaba la cabeza de los que por esa zona me golpeaban. Por eso, recuerdo a aquel bigardo vasco y buena persona que se llamaba Ángel María Arregui, que precavidamente se anudaba un blanco pañuelo en la cabeza antes de hacer aquellos remates que tanta gloria dieron al Real Jaén.

Yo tengo mucho que decir y más que contar. Siempre estoy cerca, veo lo que otros no pueden ver y escucho lo que nadie puede oír. Por eso me alegra que, el que esto escribe, me devuelva mi protagonismo y yo pueda contarles cada semana lo que acontece a mí alrededor.  Comprenderán que, dada mi situación,  no tenga preferencias por unos u otros.  Todo el que me trate bien, me saque a pasear y me lleve finalmente, con fino estilo, a mi lugar natural de alojamiento,  merecerá mi aplauso. Por fortuna, ahora vivimos una época dorada. Contamos con exquisitos jugadores. Unos, como ese diablillo argentino al que llaman Messi, me lleva más que ningún otro a mi lugar preferido. Además lo hace  con mimo, muy juntito a su pie. Otros, como ese monaguillo con carita de santo al que nombran Iniesta, me envía con precisión matemática a sus colegas para que hagan preciosos movimientos que aburren a los contrarios. Hay otro que me tiene los riñones destrozados pues me golpea con saña y fuerza y encima, como si de una paradoja  se tratase, se llama Cristiano. Si fuera ateo, qué no haría conmigo el muy truhán.

En fin, ya ven que quiero ocupar mi sitio, pues no en vano soy ese al que tanto miran y tanto desprecian… sobre todo cuando esos forofos sabiondos dicen aquello de :“ hoy es de esos días en los que el hijo de p… del balón no quiere entrar”. Nunca les oigo decir: “vaya tuerce botas fulano  de tal, con lo fácil que lo ha tenido y ha enviado el balón a las nubes”. Será que, como en la vida, la culpa siempre la tiene otro. Pero si son fieles y me siguen verán que no es cierto. Vienen  jornadas de grandes acontecimientos y yo nunca faltaré a la duda. Les tendré al corriente.