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Inyección de fútbol y goles

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Real Madrid 6-2 Málaga CF
Imagen: EFE.

Si el Bernabéu no es tu guerra y encima pierdes a un hombre a los veinte minutos, lo más probable es que ocurra lo que sucedió anoche, que incluso un buen equipo como el Málaga se vio reducido a la altura del betún. Goleado, humillado. Prueba de que para el Madrid el partido también era un incómodo e inoportuno trámite fue, además de la alineación, la locura de la primera parte. Cinco goles a la media hora, seis al descanso. El 4-2 de la primera parte y las alineaciones dibujadas por Mourinho y Pellegrini definieron el choque. A nadie importaba lo de anoche. Si acaso, curiosos, periodistas y hasta el propio Florentino, pudimos despejar las dudas sobre todo lo acontecido  durante la semana. La pitada a Mourinho al sonar su nombre en la megafonía, las pancartas en contra del portugués y los mensajes de apoyo a Casillas, midieron el estado anímico de la afición, harta de dimes y diretes. Habrá quien todavía defienda a Mourinho, por supuesto, lo cual confirmará que todo este circo ha dividido al madridismo. Mala cosa es esa. Divide y vencerás.

Pero la pachanga sirvió, por ejemplo, para reivindicar la figura de Albiol, que abrió la herida a los dos minutos tras rematar un córner libre de marca. Sin embargo, al Madrid le faltó concentración para evitar el gol de Santa Cruz a los 15 minutos. El empate no preocupó al Madrid, que desde el principio se sintió cómodo y muy superior al Málaga. Cristiano, que iba a culminar una bonita triangulación en ataque, fue derribado por Sergio Sánchez cuando se cantaba el gol en la grada. Penalti y expulsión, minuto 21. Ronaldo lanzó pero, ¡Sorpresa! Willy Caballero sacó una pierna milagrosa para detener el obús del portugués. Malas noticias, no obstante. Por delante, una eternidad a la deriva, y para colmo, al héroe argentino se le dobló el tobillo cuando detuvo el disparo de Cristiano. Así que lo inevitable no tardó en suceder. Cinco minutos después, el propio Cristiano se encargó de transformar una cesión que no fue tal, pues Willy simplemente recogió un mal control de Camacho. No había voluntariedad, no había cesión.

De todos modos, nada hubiera cambiado el destino y la inercia del partido. Pellegrini, además de un elegante caballero, es un romántico de este deporte que, ni con un hombre menos, dio orden de cubrir la retaguardia. Al templo del fútbol se viene a jugar y a disfrutar, debió pensar el chileno, además de que -insisto- tampoco era su guerra. Así que Ozil, que de arte entiende un rato, se sumó a la fiesta para brindar con un golazo de salón. Recibió un pase magnífico de Cristiano, entró en el área, recortó, amagó y cruzó ante Caballero para marcar uno de los goles más bellos de la temporada. Sin molestarse demasiado, el Madrid ganaba por 3-1 a la media hora.

Poco después, en el 36′, acortó distancias Antunes con un zapatazo que se coló por la escuadra izquierda de Diego López, pero al borde del descanso Benzema hizo el cuarto del Madrid y acabó con el romanticismo boquerón. Al descanso, 4-2 y seis goles en total. Resultado más propio de otro tipo de partidos. Amigos de Pellegrini contra amigos de Mourinho. Tiene miga.

La segunda parte fue un calvario interminable para los andaluces, que para colmo, se quedaron con nueve por expulsión de Demichelis. El central argentino derribó a Cristiano al borde del área y vio la segunda amarilla. A la calle, minuto 73. Para entonces, el Madrid ya ganaba por 5-2 gracias a otro golazo de Modric, que se inventó un zurdazo ajustado al palo imposible para Kameni (sustituyó a Willy en el 42′ por lesión). Desde la expulsión hasta el final, transcurrieron veinte minutos en los que el Madrid mostró respeto por su rival y no quiso hacer más sangre. El Bernabéu se fue vaciando y muchos se perdieron el sexto de Di María, que redondeó la goleada en el 91′.

La victoria retrasa el alirón del Barça y supone una inyección de fútbol y goles para un Madrid consumido por los incendios. En el horizonte ya se vislumbra la Final de la Copa del Rey ante el Atlético de Madrid. Más fútbol. Respiremos.