La experiencia es un grado. La experiencia te da serenidad, confianza y te permite actuar con temple en los momentos decisivos. Te permite ganar partidos igualados y mantener la calma si el rival se escapa en el marcador. La experiencia te da victorias y las victorias títulos. Los títulos te dan prestigio y el prestigio te hace ser respetado. Todo eso lo tiene el Olimpiacos.
Los griegos supieron mantener la calma, remontar el gran inicio del Madrid, aguantar cuando el partido estaba igualado y apretar para escaparse y ganar. Tener el respeto del campeón hace, normalmente, que los árbitros te respeten. Los griegos dieron estopa de la buena y contaron con la permisividad arbitral. Eso ayuda a ganar. Eso y el hecho de que tu jugador más importante aparezca cuando hace falta.
Spanoulis marcó la diferencia. Fue de menos a más, al contrario que la otra estrella de la final, Rudy Fernández. Se le echó en falta al escolta del Madrid sobre todo en la segunda parte. No es el culpable de la derrota pero a Rudy le sobra experiencia, capacidad física y mental para afrontar este tipo de partidos y no lo demostró en la gran Final. Es un superclase al igual que Mirotic o Carroll, pero simplemente, los tres se ahogaron en la tela de araña envenenada que montó el Olimpiacos.
El segundo es el primero de los que pierden. Perder una final es duro. Pero el deporte está lleno de historias personales y colectivas sorprendentes que pueden convertir la tristeza de hoy en celebración dentro de unos meses o unos años. Porque el Madrid ha llegado lejos y debe saber que puede volver a hacerlo. A veces es bueno perder, incluso varias veces-Así se aprende a ganar. Así se adquiere esa experiencia que hace que el cachorro se convierta en un perro viejo.
Cuando pierdes tus enemigos se regodean. Ni Novena ni Décima. Pero si aprendes de la derrota, trabajas y tienes esa pizca de suerte que todo campeón necesita, te podrás resarcir. Sin ir más lejos, en la Liga. La de baloncesto digo.
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