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Todo lo que esconde una liga

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F.C. Barcelona

Imagen: EFE.

Extremadamente abrupta ha sido la singladura trazada por el F.C. Barcelona hasta su vigésimo segunda liga. Meritorio por tanto su logro. Denota personalidad y conlleva un marcado carácter competitivo lidiar tan brillantemente con las terribles connotaciones personales que, por las enfermedades de dos de sus integrantes, han envuelto el vestuario blaugrana todo el curso.

Una primera vuelta de ensueño, con 18 triunfos y un solo empate, ante el Real Madrid, al que ya aventajaba en enero en 18 puntos. Ello, cimentado en su estilo patentado y en un punto álgido de forma. Y, claro está, con un Leo Messi estelar, cuyo cuarto Balón de Oro llegó rodado como consecuencia inequívoca de que el nuevo Barça de Tito Vilanova bebía de la misma fórmula mágica y encantadora de su predecesor, Pep Guardiola.

Síntomas de debilidad

No obstante, a nadie (o a muy pocos al menos) le han pasado inadvertidos los síntomas paulatinos que anunciaban que la excelencia, si es alcanzable, no dura eternamente. El equipo, sin la frescura de los primeros meses, ha resultado más plomizo y previsible en su juego. Muy posiblemente por la acumulación de minutos en las piernas de sus hombres clave, díganse Xavi, Iniesta, Busquets, Pedro, Alves o Piqué (Messi es caso aparte). Opinión que sorprendentemente no comparte un Tito Vilanova satisfecho, según sus palabras, de la gestión y rotación que ha dado a la plantilla en el presente curso. No lo está tanto la amplia mayoría de una afición consciente de que en el 85% de los encuentros trascendentes de este año los Messi, Pedro, Iniesta, Busquets, Xavi, Alves, Alba, Valdés o Piqué han estado de la partida, y sólo la entrada de Alexis, Cesc, Adriano y en menor medida Villa, le han dado algo de respiro a la columna vertebral (más que nunca) del equipo.

Decir lo contrario sería mentir, al igual que lo sería descaradamente afirmar que el bloque en conjunto (centrocampistas especialmente) presionaba para recuperar el esférico de la misma forma que lo caracterizaba antaño. Rasgo clave en su éxito reciente.

Escasas variantes

 Sin embargo, la carencia que ha terminado por arrebatar definitivamente la aureola de indestructible a los azulgranas proviene de su mayor virtud. El 4-3-3 es inamovible, sagrado, donde todo comienza.  Lo sabe cualquier entrenador con titulación que da sus primeros pasos, no sólo Mourinho, Heynckes o Ancelotti por nombrar algunos. Ante ello, el cuadro de Tito Vilanova no ha enfrentado variantes cuando los rivales le han trabado su estilo de combinación. Si además le añadimos la escasa movilidad en ruptura a los que nos tenían acostumbrados los puntas, el inexistente juego de estrategia y la ausencia de un 9 puro en el área, la vida de los rivales azulgranas ha sido más placentera de lo esperado.

Otros argumentan los más de 100 goles en liga para contradecir a los críticos, pero la verdad en los duelos de altura esta temporada (excepción hecha de la vuelta ante el Milan) ha sido la de un Barça inoperante, lento, fatigado. En resumen, vulnerable.

Y sin pretender exonerar a los jugadores (ni mucho menos), es la figura de Tito Vilanova la que más expuesta queda por esta realidad. Amar y dejarse guiar por una filosofía de juego es encomiable, indiscutible dentro del seno de este club, pero la élite del fútbol exige reinventarse prácticamente cada año, tener respuestas a los problemas, algo que no han sabido imprimir al equipo Tito y sus ayudantes. La Liga es un gran éxito, nada que objetar, pero no debe ocultar las miserias que esconde tras ella.