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El Planeta de los Simios

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balotelliEste fin de semana pasado se ha vuelto a destapar el “tarro de la esencias” (que huelen a rancio…) de los insultos en la serie “A” italiana. Escarnios que ya están pasados de moda y que provocan un mayor deterioro al fútbol que, si bien ha de ser un mundo en el que los factores de la ecuación sean la solidaridad, el ejercicio físico y la tolerancia, lo hemos convertido en una fuente de insatisfacción y, desde luego, en un espectro absolutamente intolerante.

Pero el protagonista de los incidentes de la pasada jornada fue el ínclito Balotelli, en el encuentro en el que su equipo se enfrentaba a la Roma. El bueno de Mario tuvo que mandar callar a un sector de las gradas en cuanto que estaba cansado de ser el “blanco” de todos los cánticos racistas. Tanto es así, que en cada acción suya se escuchaban los gritos de “mono” por parte de los hinchas romanistas. El propio colegiado, Gianluca Rocchi, tuvo que suspender momentáneamente el partido hasta que cesaran las imitaciones. Sí, es cierto, no es el jugador que todas las madres tienen pensado para casarse con sus hijas, pero no por ello tiene menos dignidad que nadie, y mucho menos, su carácter e irascibilidad dentro de un campo no es “patente de corso” para que el aficionado de a pie pueda insultarlo con motivos racistas.

No es el primero, ni va a ser el último. El mundo del balompié ha tomado unos derroteros desagradables donde un sector de la afición, cada vez más importante, en lugar de jalear a su equipo, prefiere ver la paja en el ojo ajeno e insultar a los futbolistas de los equipos rivales, donde quizá se cumpla el dicho de que los amores más reñidos son los más queridos… (imagino que cualquier equipo de la serie “A” querría tener al fornido jugador italiano en sus filas).

Pero, como hemos apuntado, este caso no ha sido el único. El propio Balotelli ya se vio afectado. En febrero de 2013, en el derby milanés entre el Internacionale y el Milán; el primero, fue condenado a 50.000 euros por cánticos racistas de sus aficionados hacia el delantero centro de color. El juez deportivo Gianpaolo Tosel impuso esta sanción al considerar que las letras que se oyeron en varias ocasiones durante el partido “constituyen una expresión de discriminación racial a un futbolista del equipo contario”. Asimismo, Mario Balotelli fue condenado a una multa de 10.000 euros por hacer gestos inapropiados a los seguidores interistas cuando se dirigía al vestuario al finalizar el partido (seguramente alguna “peineta española” a la que estamos muy acostumbrados en España en general y, en Sevilla, en particular…). En este sentido, el Inter ya era reincidente pues tuvo que abonar 15.000 euros por alabanzas racistas proferidas por alguno de sus aficionados durante el encuentro que les enfrentó al Chievo Verona, en el que se escuchó la expresión “no hay negros italianos”, en referencia al protagonista de nuestra reflexión, único jugador de color que se incluye en la squadra azzurra. Otros asuntos y nombres propios en estos turbios incidentes pueden ser los de John Terry, a la sazón, central titular del Chelsea y sobre quien la fiscalía británica presentó cargos por insultos racistas sobre Anton Ferdinand, jugador del Queens Park Ranger en un partido de la temporada 2011/12 (justificando el hecho en que nunca había insultado a nadie y había desarrollado varias campañas contra el racismo). En el mismo sentido, Luís Suarez (jugador del Liverpool fue condenado por insultos racistas al jugador del United, Patrice Evra, a ocho partidos de suspensión y a 40.000 euros de multa, en la misma temporada.

La Premier es muy dura a la hora de sancionar por estos motivos, pero también los propios clubes, cosa de admirar, dado que también toman cartas en el asunto, y prueba de ello fue la sanción que el West Ham United impuso de por vida a un aficionado de sus colores. El Presidente de la entidad David Gold manifestó que ante este tipo de situaciones no hay más remedio que aplicar la “tolerancia cero”. En este caso los cánticos fueron dirigidos a un futbolista del Tottenham (canciones inspiradas en Adolf Hitler, manifestándose el mandamás inglés en orden a señalar que “no permitiremos que un  pequeño grupo dañe la imagen de nuestro club” y que también sería una “buena manera de brindar apoyo a la familia de los Spurs”.

Por su parte, el volante africano Kevin-Prince Boateng, hastiado de tanto insulto racista hacia su persona, llegó a manifestar su interés en abandonar Italia por mor de la ingente cantidad de improperios racistas que recibe en todos y cada uno de sus encuentros.

Ya, dentro de nuestras fronteras, graves y múltiples han sido los agravios racistas recibidos por jugadores tan importantes de color, como pueden ser E´too y Marcelo, e incluso en otros tiempos Clarence Seedorf a los que no solo se les cantaba sino que también se les tiraba plátanos a los terrenos de juegos plátanos (no sé si de Canarias, por aquello de la patria) pero con alto contenido en fósforo, sustancia que le falta a más de uno de los afincados cada domingo en las gradas de los estadios españoles y que, como divertimento, profieren ofensas a jugadores profesionales que alegran la vida a más de uno los fines de semana.

En el fútbol español, el art. 69 del Código Disciplinario de la Real Federación Española de Fútbol, incluye dentro de lo que se ha determinado como infracciones violentas a los actos o conductas violentas, racistas, xenófobas e intolerantes en el fútbol, entendiendo el propio precepto en cuanto a actos o conductas violentas, en su letra “C”, a la “entonación de cánticos que incitan a la violencia o constituyen manifiesto desprecio a las personas que intervienen en el encuentro”. En virtud del art. 72 del mismo cuerpo legal, por la participación activa de los actos violentos ya precitados, considerándose como infracción muy grave, se podrán imponer las siguientes sanciones: inhabilitación para ocupar cargos en la organización deportiva o suspensión o privación de la licencia federativa, cuando el responsable de los hechos sea una persona con licencia deportiva. La sanción, a su vez, podrá imponerse con carácter temporal (2 a 5 años) o, excepcionalmente, con carácter definitivo en los supuestos de reincidencia por la comisión de infracciones muy graves; en segundo lugar, sanción pecuniaria para clubes, técnicos, futbolistas, árbitros y directivos en el marco de las competiciones profesionales, de 18.001 a 90.000 euros y de 6.001 a 18.000 euros para el resto de competiciones.

En este ámbito administrativo-deportivo se protegerá el buen orden deportivo.

Pero es evidente que en este tipo de situaciones ilícitas el derecho administrativo-deportivo no es capaz de solventar la cuestión, y ello porque en los campos de juego se siguen repitiendo domingo tras domingo ese tipo de situaciones bochornosas éticamente, pero también jurídico-penales donde jueces y tribunales deben intervenir. En el caso, como el que no ocupa, en los que las autoridades deportivas no pueden erradicar el problema, debe hacer acto de aparición el Derecho penal. Como se sabe, el Derecho punitivo es ultima ratio, esto es, que se encuentra amparado por el principio de intervención mínima o, lo que es lo mismo, que se trata de un mecanismo de control social al que se le permite su injerencia cuando los otros mecanismos de control (derecho laboral, mercantil, fiscal o administrativo) son incapaces de eliminar la situación ilícita.

En este sentido, hay que traer a colación el art. 510 CP en el que se preceptúa que “Los que provocaren a la discriminación, al odio o a la violencia contra grupos o asociaciones, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia o raza, su origen nacional, su sexo, orientación sexual, enfermedad o minusvalía, serán castigados con la pena de prisión de uno a tres años y multa de seis a doce meses”. De esta forma, el hecho de los insultos proferidos al bueno de Balotelli hay que incardinarlos en lo que la doctrina penal ha considerado como el “lenguaje del odio”. Dicha situación puede trasladarse al ámbito español, dejando constancia de la poca invocación de dicho precepto ante los Tribunales al objeto de salvaguardar los derechos de los individuos, como consta en la Sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid de 2001, según la cual no se aplica el artículo examinado por mor de considerarse que la leyenda “Basta ya de agresiones, rumanos fuera”, pues originaba la necesidad de pedir la detención de la situación ilícita y que dicha protesta no evidenciaba una provocación al odio o a la violencia xenófoba, en general, o en particular contra todos los rumanos. Quizá éste sea el caso del delantero centro del Milan y, visto desde esa perspectiva, a los aficionados que lo insultan se les podría imputar, y creo que es lo más consecuente, la falta de injurias a la que se refiere el art. 620.2 CP que expone que serán castigados con la pena de multa de 10 a 20 días a “los que causen a otro una amenaza, coacción, injuria o vejación injusta de carácter leve, salvo que el hecho sea constitutivo de delito”, puesto que lo que se está amparando es el “honor” del jugador, y, por ende, debería aplicarse tal sanción penal junto con la deportiva puesto que la primera protege la conducta deportiva en los estadios y la segunda la dignidad y el honor del futbolista. Quizá esta deba ser la solución para ese tipo de supuestos porque, sin lugar a dudas, se trata de una injuria al afectar a la fama, crédito e interés del ínclito Mario. El propio Código Penal español advierte la posibilidad de ampliar las penas cuando se produzca la agravante del art. 22. 4 por el que se aumenta la pena en virtud de “cometer el delito por sus motivos racistas, antisemitas u otra clase de discriminación referente a la ideología, religión o creencias de la víctima, la etnia, raza o nación a la que pertenezca, su sexo, orientación sexual o la enfermedad o minusvalía que padezca”, de manera que en el caso en el que se considere delito de injurias se podrá aplicar dicha agravante.

¡¡¡Basta ya!!! Hay que parar a estos energúmenos, enfermos, que cada fin de semana se dirigen a un estadio a insultar, faltar el respeto y violentar a los auténticos protagonistas del deporte rey. Ellos, los aficionados que insultan, son los auténticos primates del fútbol. A Mario Balotelli, demostrándolo esta temporada en el equipo rossonero, no hay quien lo pare. Fuerza, goles, personalidad, y por muchos insultos racistas que le dediquen desde las gradas a este personaje no se le intimida, ni se le asusta ni se le para. El único que es capaz de pararlo es nuestro Sergio Ramos y sin insultos, ni agresiones, solo con más coraje del que tiene el ex del City. Ojalá el fair play entre definitivamente en el planeta de los simios…