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El Fútbol Base y la jungla

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padresOs voy a contar una historia. El otro día estuve escuchando a un padre que andaba visiblemente disgustado porque habían dejado fuera de la convocatoria, por segunda semana consecutiva, a su hijo de seis años. Este buen hombre se lamentaba de que en su equipo parece que impera la consecución de resultados por encima de cualquier otro criterio. Visto de ese modo, estaremos de acuerdo en que lo último que debe de importar a esas edades son precisamente los resultados, e incluso firmo debajo de quien pueda opinar que dejar dos semanas consecutivas sin convocar a un crío de seis años es un perfecto atropello. Siempre y cuando, no haya faltado a entrenar, claro está.

Pero apartando a un lado este caso particular, es cierto que vengo observando una corriente de opinión abanderada por padres con demasiados derechos a quejarse de todo, que sobreprotegen a sus hijitos amparándose en un absurdo concepto de igualdad que conduce a la autocomplacencia y la mediocridad«Todos los niños son iguales y lo justo es que jueguen todos el mismo tiempo». Pues no, oiga. Porque todos los niños son diferentes y cada uno evoluciona a su ritmo. Esto siempre ha sido así, es así, y seguirá siendo así. Y es que solemos hablar de valores como la amistad, el compañerismo, la educación o el respeto, pero me da la sensación de que mucha gente olvida que debemos de educar a nuestros pequeñajos premiando el trabajo, la constancia, el esfuerzo, el sacrificio y el afán de superación.

Insisto: todos los niños no son iguales. Y tampoco hay niños buenos y malos (porque a esas edades todavía no saben jugar al fútbol). Lo que sí hay son niños mejor adaptados a la competición que otros, y es por eso por lo que hay niños que juegan más que otros. En este sentido, pienso que el objetivo y el reto de todo entrenador-educador debe de ser trabajar para tener el máximo número de críos adaptados a la competición, y es por eso, también, por lo que se da la circunstancia de que niños que juegan ahora mucho, luego juegan menos con el paso del tiempo, y vicecersa. Pero para conseguirlo, se necesita tiempopaciencia y espíritu de superación. Hay que premiar el trabajo, exigir, y no caer en la autocomplacencia. Una convocatoria no puede ser confeccionada bajo la influencia del particular concepto de igualdad de una madre, o bajo el ego ciego de un padre.

El fútbol y la competición pueden ser un instrumento educativo ideal. No podemos olvidar que, ante todo, se trata de formar personas, gente sana y competente. Ya se sabe: en esta vida nadie regala nada, y menos con la que está cayendo. La vida es una competición, pero a lo bestia. Y podemos hacer dos cosas: proteger en exceso a nuestros hijitos, o bien transmitirles mediante el fútbol que deben de esforzarse y superarse para llegar a jugar más minutos. Porque ahí fuera, o estás a la altura, o no vas a ninguna parte. Y cuando el niño sea hombre, de nada servirá que papi se ponga a ladrar en medio de la jungla.