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Balón de Navas, balón de oxígeno

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jesus navasNavas se va del Sevilla como se arranca la uña de la carne, con mucho dolor. Hay un tiempo para cada cosa y el tiempo de Jesús en el Sevilla se ha ido acabando. Todos lo han notado. Ha sido una ventaja saber cuándo y cómo se debía terminar esta relación. El club está en mitad de una catarsis y el futbolista en el momento de comprobar si puede aceptar y superar el reto del fútbol y de la vida en otra parte. Es su decisión, un momento personal. Nadie puede reprochar nada. Llegado este punto el jugador ha aceptado, por convencimiento y por intuición, que alargar su estancia en el club hubiera sido estéril para él e improductivo para la entidad: un mal negocio. Cierto que del corazón y de la tinta de los sentimientos saldrán ahora discursos conmovedores, palabras que evocan otro tiempo y que, dichas y ordenadas con pericia literaria, partirán el alma del sevillismo. Será así y será cierto, no hay pose en esto, sale del corazón de los sevillistas pero, ya está. El curso de las cosas sigue y el Sevilla lo hará, desde ahora, sin ese emblema silencioso y mágico que, desde una banda, logró llenar el campo y tocar la grada de una electricidad que desde hace años calienta el estadio del Sevilla.

Pasará tiempo hasta que esa grada se acostumbre pero no conviene instalarse en la amargura. Es mejor traducirlo todo al idioma de la esperanza, el fútbol siempre da motivos. Jesús lo ha hecho. Pesaroso pero decidido. Se va de la lumbre de Nervión al frio inglés. Ha tardado en cambiar pero no ha optado por el término medio, eso está claro. Ya es un dato. Es una forma de saber si puede. La prueba del algodón. El talento siempre se impone y su nueva empresa lo disfrutará. Mientras su equipo, aquí, seguirá urdiendo el futuro entre la carretera de Utrera y Nervión. Buscando joyas como la que se lleva la Corona inglesa. En ese principio está la solución. Seguro que Jesús, en los atardeceres prematuramente oscuros de Manchester, cuando se le aflojen los tornillos de la competición, tendrá que lidiar con el mal trago de la nostalgia, pero el fútbol que le ha dando tanta gloria, ahora le pide un sacrificio bien pagado, un sacrificio enorme. Tendrá que emerger y poner a prueba toda la madurez que ha ido cultivando en los últimos años. Será duro pero no es tiempo de lamentos en el Sevilla ni de dudas en el que se va. Disfrutar del recuerdo del tiempo vivido es lo inteligente.

El club ha encontrado la solución que necesitaba. El último pase del duende ha sido un balón de oxígeno. Vital, como tantas veces. Eso es lo que cuenta ahora. Si al fútbol le quitamos la alegría es un drama más de la existencia y no estamos para ir buscando pesares por nuestra cuenta, que ya vienen solos. Felicidades a Jesús y suerte al Sevilla para reinventarse. Navas se va físicamente para cumplir sus deseos y seguir ganando títulos. Jesús se queda en Sevilla. Los sevillistas lo tienen sujeto por el corazón y eso es como no irse, es vivir en el relato diario de esa parte de la ciudad que toma aire de pasiones y de fútbol en el Sánchez Pizjuán. Todo fluye. Es ley de vida. El espectáculo debe continuar.