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Brasil lució sus cinco estrellas

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fred y neymarBrasil 3-0 España.

Maracaná fue demasiado. Ni cinco minutos tardó Fred en confirmar que no iba a ser la noche de España. El nueve de Brasil se aprovechó de un rebote facilitado por Piqué y Arbeloa para hacer el 1-0 desde el suelo. La jugada recordó al descalabro de Suiza en Sudáfrica. Una especie de maldición oscura se había desatado y su inercia condenaría a la campeona. España agotó la buena suerte ante Italia en los penaltis y anoche le dio la espalda.

La diferencia de forma física hizo el resto. Brasil nos pasó por encima como un avión. Ellos corrían y presionaban a una velocidad infinitamente mayor a la de los nuestros. Parecía un partido en el patio del colegio y, evidentemente, sexto de primaria venció a cuarto. Scolari, el entrenador siniestro de estas películas, planteó un partido bravo con la misión de cortar cualquier atisbo de jugada. Asentía satisfecho en cada falta porque el plan estaba dando sus frutos. No había continuidad, no había rondo y, por tanto, no había España. Entre tanto, llegó el segundo de Brasil. Sucedió lo que tenía que suceder y Neymar, que ya había lanzado unos cuantos avisos en la banda de Arbeloa, volvió a filtrarse por nuestro costado derecho para hacer el segundo con un tremendo zurdazo. Nada pudo hacer Iker.

El 2-0, la fuerza física de los brasileños y la imprecisión de España en el centro dibujaban un panorama muy poco esperanzador. Cogió oxígeno la selección en el vestuario y salió con la idea de marcar pronto para restablecer la normalidad. Sin embargo, Fred hizo el tercero a los dos minutos de la reanudación. Colorín colorado. Maracaná estallaba de alegría, imponía su Ley y mostraba orgullosa su pechera repleta de estrellas, rebosante de historia. Batallas y guerras de este siglo y del pasado. Cicatrices. Tiros pegados. El 3-0 hacía justicia y el final del partido se antojaba un horizonte lejano y de camino tortuoso. Más tarde y para más desgracia, Ramos falló un penalti. No era la noche, simplemente.

Sí, había un equipo capaz de ganar a nuestra querida España y Maracaná nos puso a todos en nuestro sitio. La cura de humildad será positiva de cara al Mundial, no cabe duda. Es en la derrota y en el desastre donde las civilizaciones y las personas cambian y evolucionan.  Volveremos. Hay equipo, talento y orgullo.