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Mafiosamente

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miccoliJosé Manuel Ríos Corbacho.
Profesor Titular de Derecho Penal de la Universidad de Cádiz.
Director del Forum de Derecho, Ética y Deporte.

Una vez más el deporte italiano, en general, y el fútbol transalpino, en particular se han visto envueltos en lamentables incidentes, donde prima la sombra de la corrupción y el aspecto delictivo propio del mundo del hampa. El último de los escándalos ha aparecido hace unos días cuando se ha relacionado al otrora capitán del Palermo, Fabrizio Miccoli, con la mafia italiana.

Sin lugar a dudas, llueve sobre mojado. Desde hace mucho tiempo, Italia se ha convertido en el paraíso de la corrupción deportiva; así, no hay campeonato italiano que se precie que no esté tildado de algún escándalo criminal como pudieran ser los amaños de partidos, el dopaje, la interrelación con las organizaciones criminales e incluso, últimamente, la trata de seres humanos en lo que al deporte se refiere.

Pero la relación con la mafia no es ninguna broma. Al “Maradona  del Salento”, como se le conoce al protagonista de estas líneas debido a la gran aportación que tuvo durante los seis años que estuvo en el club “rosa” hasta que ha ocurrido este escándalo, se le tachaba de tener relaciones con la Cosa Nostra mediante su vínculo con Mauro, hijo del conocido jefe de Cosa Nostra, Antonino Lauricella (conocido como “Scintilluni”). Sin embargo, el ex capitán del Palermo indicaba que “No soy un mafioso. Estoy contra la mafia y quiero demostrarlo. He intentado en todos estos años no ser sólo el capitán del Palermo sino Fabrizio para todos. He dejado de lado a mi familia para convertirme en un verdadero palermitano y por ello me he acercado a personas pensando que eran amigos y me he equivocado”, explicó en una rueda de prensa.

Para situar al lector hay que señalar que la antedicha organización criminal italiana posee su origen en la delincuencia organizada que viene determinada por la acuñación de dicho término en EE.UU a comienzos del siglo XX. Ésta hacía alusión a la mafia italiana que se denominó Cosa Nostra, y que se trataba de la mayor organización de los bajos fondos, caracterizada por una organización muy rígida y una disciplina estricta, entendiéndose como una “cofradía criminal” cuyos integrantes eran italianos de nacimiento o por origen nacional y que controlaban la mayoría de las actividades delictivas, actuando también en connivencia con otros criminales de diferentes orígenes étnicos. En consecuencia, funciona como un cártel criminal que se atiene a su propio “cuerpo de leyes”, esto es, códigos internos y de “justicia”, usurpando el poder de los órganos legalmente constituidos (PEARCE, F., Los crímenes de los poderosos. El marxismo, el delito y la desviación. Madrid, 1980). De este modo, la Academia norteamericana estableció un presupuesto analógico entre la delincuencia organizada y la mafia, situación que dejaba fuera de esta entente a los sujetos que no fueran de origen italiano y de la misma forma a aquellos vínculos existentes entre la delincuencia organizada, el Estado y el mundo empresarial. Sin embargo, los estudios realizados allende de las fronteras de EE.UU indicaban que la delincuencia organizada era un sistema clientelar por el cual los empresarios, políticos, miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de Estado y grupos delictivos organizados, pactaban acuerdos de colaboración con fines de lucro, aunque estos no siempre fueran amistosos por cuanto solían ser estratégicos y la mayoría de las veces de carácter intimidatorio.

Desde luego, el caso de Miccoli no ha sido el primero de corrupción en los alrededores del fútbol italiano ni va a ser el último. Cabe citar, entre los casos más paradigmáticos en cuanto a la relación de los futbolista con la mafia, aquel en el que el protagonista fue el “pibe de oro”, Diego Maradona, cuando durante su etapa en el Nápoles (mucho antes de que llegaran la “armada española” compuesta por el técnico Benítez, a la sazón, recogedor de los escombros de Mou en el Chelsea e Inter, el internacional español Albiol, proscrito del luso y el motrileño Callejón, otrora “caballito” del flautista), se fotografiaba con los hermanos Giuliano, jefes de la Camorra del barrio napolitano de Forcella dentro de su bañera que, como curiosidad, tenía forma de concha dorada. Aquella lúgubre historia del “más grande” (simplemente porque con dos “bandas” ganó el mundial de México 1986 con la albiceleste y dos escudettos en la década de los ochenta con el Napoli, teniéndose que destacar, por este humilde amanuense, que sin la presencia en dichos equipos de Xavi Hernández, Iniesta, Busquets y algunos de esos, parafraseando al maestro Serrat, “locos bajitos”…). Aquello se justificó porque “Dios” no podía conocer quienes eran las personas que se acercaban a él y quienes le invitaban a cenar. Aunque el hoy arrepentido (pentiti en la jerga italiana) Salvatore Lo Russo, reconoció que en alguna otra ocasión el astro argentino le pidió que le procurara alguna que otra dosis de cocaína para su uso personal. Asimismo, otra conexión napolitana-argentina dio como resultado el caso del delantero gaucho Ezequiel Lavezzi (jugador del Napoles entre 2007 y 2012) que también tuvo que ser interrogado por la fiscalía en el marco de una investigación sobre las actividades de lavado de dinero de la camorra, esto es, la mafia local. Lavezzi fue interrogado como testigo debido a que conocía a Marco Iorio, propietario de una cadena de restaurantes, locales y pizzerías y que sería por asociación mafiosa.

Otros casos son los del entonces futbolista del Manchester City, actualmente en el Milan, Mario Balotelli que se dio un paseo en compañía de algunos camorristas por el barrio de Scampia. Al parecer, Balotelli se encontraba en el barrio de Scampia la mañana del 8 de junio de 2010, en compañía de dos miembros importantes de dos de los clanes más poderosos de la periferia norte de Nápoles, Salvatore Silvestri, del clan “Lo Russo”, y Biagio Esposito, del clan de los “escisionistas”.

El delantero centro de la squadra azurra siempre se ha defendido al asegurar que sólo quería conocer el barrio, famoso por el tráfico de drogas controlado por la Camorra, después de ver la película “Gomorra”, pero que no sabía quiénes eran sus acompañantes.

Por último, cabe destacar el caso de Salvatore Schillaci, de origen siciliano, uno de los héroes del Mundial de Italia 90, ex delantero de Messina, Juventus e Inter se vio implicado en un asunto mafioso, aunque sin consecuencias, por supuestas relaciones con la familia mafiosa de Della Noce. La amenaza del “9”  a un adversario, Fabio Poli, en un Bolonia-Juventus, cuando al terminar el encuentro le dijo: “Haré que te maten” fue ampliamente criticada durante la carrera del jugador.

Pero Miccoli, ha sido imputado por delitos de extorsión y manipulación de equipos telefónicos, además de que ha sido increpado por haberse burlado del asesinato del Juez Falcone, adalid de la justicia italiana y perseguidor implacable de la mafia, cuestión está que ha sido la más dañina para el entorno del Palermo y que le ha costado al ex capitán el hecho de que el presidente de la entidad “rosa” no le haya renovado.

En referencia a la extorsión, cabe indicar que se trata de un delito que aparece en el art. 243 del CP español. Ésta se mantuvo a lo largo de toda la historia legislativa de nuestros Códigos Penales, o sea, que es un ilícito que ya tiene “canas” en el mundo criminal. Aunque muchas veces se asemejó al robo,  actuándose en esta modalidad delictiva con fuerza sobre las cosas o con violencia o intimidación para acceder directamente al patrimonio ajeno, en la extorsión, la forma de actuar consiste en una amenaza física o intimidativa destinada a conseguir, por medio de un acto o negocio jurídico, que evidentemente sería radicalmente nulo, el hecho de generar un beneficio económico propio. Este ilícito contiene en su estructura, frente al robo, la exigencia de una colaboración decisiva del sujeto pasivo a fin de realizar un acto jurídico con trascendencia en el orden económico o patrimonial en su propio perjuicio o en el de un tercero de forma que lo decisivo para que aparezca el ilícito penal es que exista el ánimo de obtener un lucro ilícito en conjunción con la violencia o intimidación en la conducta del extorsionador. Por consiguiente, el delito de extorsión consiste en obligar a otro, por la vía coactiva, a realizar lo que no quiere. Ahora bien, si se realizan los actos de intimidación o violentos y no se llega a conseguir el beneficio económico ilícito, estamos ante lo que se denomina una tentativa acabada, esto es, se realizan todos los actos necesarios para realizar el tipo delictivo pero no se consigue el resultado y ello hará que la pena a aplicar, que será de 1 a 5 años, o sea que la pena será de seis meses a un año.

El segundo de los ilícitos que se le imputan a Fabrizio es el de acceder a sistemas de telefonía móvil sin autorización, pudiéndose tipificar, salvo mayor información, en el ámbito de la defraudación de fluido eléctrico y análogas en donde a tenor del art. 256 CP se habla de aquel sujeto que hiciera uso de cualquier equipo terminal de telecomunicación, sin consentimiento de su titular superior a 400 euros, sería castigado con la pena de multa de tres a doce meses. No podemos dejar pasar el hecho de que Miccoli dio una rueda de prensa pidiendo perdón (“Miccoli pide perdón entre lágrimas”, Diario Marca, 27 de junio de 2013), considerándose esta circunstancia como una atenuante ubicada en el art. 21.5 CP en el que se establece el hecho de haber procedido el culpable a reparar el daño ocasionado a la víctima, o a disminuir sus efectos, en cualquier momento del procedimiento y con anterioridad a la celebración del acto de juicio oral. En virtud de ser una circunstancia atenuante, la pena del delito establecido se bajará a su mitad inferior como indica el art. 66 CP.

Normalmente, el mundo latino ha educado teniendo a la Familia como lo más importante, incluso hoy día la “monoparental”. En Italia, eso lo llevan a rajatabla, es más, la “Familia” ha sido objeto de la venerabilidad más extrema y prueba de ello es que ha sido objeto del universo cinéfilo de la mafia italiana como pudiera ser la saga del “Padrino”, uno, dos, tres y hasta cuatro entregas de la magnífica obra de Mario Puzzo. Pero el fútbol italiano, que es de película por todos los incidentes que acaecen en él, está más cerca del cine de Almodóvar que del de Coppola. Así, si el manchego pasara por la serie “A” e incluso la serie “B”, podría haber dirigido “Tacos lejanos”, “Todo sobre mi Calcio” e incluso, “Jugadores al borde de un ataque de nervios” y es que la corrupción vía apuestas, el dopaje, la trata de seres humanos, la violencia y otras situaciones ilícitas hacen que el deporte italiano, generalmente, se desarrolle “mafiosamente” en el lado oscuro, desde hace muchos años. Por ello, la “Familia” normalmente ayuda, pero la de la Cosa Nostra, mata, sobre todo la idea del deporte lícito. Tenemos que abrazar al “fútbol limpio”. Un abrazo de gol¡¡¡