Tras el partido del otro día en el Vicente Calderón, y a unas cuantas horas de que comience la segunda jornada de Liga, parece que el Atleti será la única esperanza como alternativa a Real Madrid y Barcelona. Aguantará el ritmo, se mantendrá y caerá cuando los soñadores empiecen a soñar. Lástima. De nada servirá mirar a los ojos a estos dos colosos en los enfrentamientos directos, como hizo en la final del Bernabeu y como hizo la otra noche, donde el Barça estuvo contra las cuerdas hasta que Neymar aprovechó un desajuste defensivo provocado por Juanfran para salir vivo. Nada. El fondo de armario volverá a decidir esta Liga miserable donde la pasta se la reparten entre unos pocos y el resto pasa fatigas y hace malabares para sobrevivir. Esta es la mentalidad de España, amigos. Así piensan los que mandan en el cortijo, en el fútbol y lo que no es el fútbol. Y así nos va.
Pero de un tiempo a esta parte, Diego Pablo Simeone ha reconstruido un equipo que ha pasado de caer eliminado ante un Segunda B en las primeras rondas de Copa, a ganársela al omnipotente Real Madrid en su propio estadio. En cuestión de meses y sin más receta que trabajo y esfuerzo, el Atlético de Madrid ha recogido una bandera pisoteada y llena de remiendos para clavarla en lo más alto. El Cholo ha instalado en ese vestuario la cultura del sacrificio y así es como mantiene viva su rebelión, con un Diego Costa haciendo kilómetros y trabajando en las dos áreas, erigiéndose como principal baluarte. Disciplina, sudor y fe. Así es este Atleti que cree en lo que nadie más cree.
En medio de este panorama en el que sólo unos pocos tienen posibilidades y las ilusiones se rompen con facilidad, el Atleti de Simeone recibirá al Rayo y saltará después al Camp Nou para fingir una sonrisa en medio de la desolación y dejar su mensaje: que sí, que se puede.
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