Inicio José M. Ríos ¿Coacción Atlética?

¿Coacción Atlética?

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José Manuel Ríos Corbacho
Profesor Titular de Derecho Penal de la Universidad de Cádiz
Director del Forum de Derecho, Ética y Deporte

1243183507897_fEl Atlético de Madrid goza de muy buena salud. Como muestra un botón: se ha fichado bien y con solvencia, de las siete jornadas de liga disputadas ha ganado siete partidos y su última víctima ha sido el todopoderoso Real Madrid de Cristiano, Bale, Isco e Illarramendi, que no pudieron con aquello que se ha dado en llamar el “cholismo”. Según la Real Academia de la Lengua del Fútbol, esa que aparece en diarios y televisiones, se dice que el Cholismo es una corriente de pensamiento futbolístico que abarca la agresividad, la intensidad, las ganas de ganar y, por supuesto, la eficacia.

El método inventado por el Cholo Simeone, entrenador hecho a la horma del zapato del Atlético de Madrid, no tiene mucho misterio: líneas más juntas, presión y ayudas de dos o tres futbolistas a quien recibe el balón y un delantero fuerte y vigoroso en estado de gracia que nos recuerda, aunque menos acrobático, al Hugo Sánchez de los mejores tiempos que, junto a su acierto goleador, pisaba a porteros, escupía a los centrales, provocaba a todo bicho viviente que estuviese en el terreno de juego y que a día de hoy a esas prácticas se les denomina tener mucho corazón.

Pero no todo es miel sobre hojuelas en el Manzanares. Recientemente, le ha salido un apéndice a la balsa de aceite que conforma el equipo colchonero. Abián Serrano, ex jugador del Atlético de Madrid y que a día de hoy vuelve a disfrutar del fútbol en el SK Austria Klagenfurt, donde recaló el 26 de enero de 2012 procedente del Wigan, pasó un año de calvario el club colchonero porque, según le indicaron, “las posibilidades de subir al primer equipo eran muy altas” y, sin embargo, después de seis meses le relegaron al más puro ostracismo. No obstante, el motivo de la querella no ha sido ese, sino una reclamación frente a los responsables de la cantera Atlética (Aguilera y Muñoz) y también a los entrenadores que tuvo en su periplo rojiblanco (Pantic, Alfredo y Mena). En dicha pretensión se denuncia el “maltrato psicológico” que sufrió el jugador de manera reiterada. Junto a ese maltrato también se reclama el aislamiento al que fue sometido, las amenazas, las coacciones y el trato diferente y discriminatorio que padecería para que saliera del Atlético de Madrid.

Con todo ello, no sólo se comprometía su futuro profesional, sino que también todas estas circunstancias derivarían en un cuadro de ansiedad que le llevaría a solicitar ayuda médica. Los hechos ilícitos reclamados se observaban en situaciones como que mientras sus compañeros se ejercitaban en San Rafael, Abián se entrenaba con el equipo “C” a las órdenes de Óscar Mena. Según él, Aguilera le dedicaba frases crueles: “¿No te das cuenta de que tienes el peto, de que no vas a jugar ni un minuto y voy a dejarte sin ficha?”.

El jugador hoy reclamante, además, parece contar con pruebas y testimonios concluyentes que podrían ser aportados como prueba en el juicio, como por ejemplo ciertas expresiones que pone de manifiesto: “Trátalo mal para que se vaya”, “lo tengo más puteado que a su puta madre y es el jugador más correcto que tengo”.
El jugador canario ha dado un paso al frente con la esperanza de que nadie más pase por un calvario similar: “Lo que pretendo es que los jóvenes futbolistas seamos tratados con respeto, pertenezcamos o no a un grupo de representantes”.

Este tipo de prácticas como es la exclusión de los jugadores de una plantilla, coaccionarlos de alguno u otro modo para que se vaya de la entidad, o el bajar de categoría a otros filiales inferiores suelen ser una práctica habitual en los clubes pero a la misma vez son circunstancias muy perseguidas por los órdenes rectores tanto de la Administración futbolística como por los órganos jurisdiccionales. En este tema siempre ha mostrado mucho interés la AFE. Así, puede citarse la postura en contra de esta asociación cuando Lendoiro, a la sazón, Presidente del Deportivo de la Coruña, manifestó, en tono amenazante, a sus jugadores que quien acudiera a la AFE a los efectos de reclamar su deuda con el club coruñés, “cobraría el último”.

Pero la Asociación de Futbolistas Españoles, con Luis Rubiales a la cabeza, han extendido una cruzada frente a esas prácticas, señalando que no permitirían estas declaraciones delictivas e incluso advertirían que el propio organismo defensor de los futbolistas se pensaría personarse en cada proceso que estuviere inmerso el jugador con el ánimo de no enviarle al “frente” y que no corra el peligro de sufrir un castigo (Pablo Gómez, “La AFE no permitirá amenazas y coacciones de los clubes”, La voz de Galicia, 10 de marzo de 2010).

Pero tomando como referencia el hecho de las coacciones en el fútbol, no me resisto a exponerle al lector un caso muy curioso y que forma parte de la historia “ilícita” del fútbol. Para meternos en situación, es necesario que nos traslademos a los años 20. En esa década apareció un fabuloso jugador argentino llamado Luisito Monti, apodado “doble ancho” por su imponente corpulencia física. Un mediocentro que siempre impuso su liderazgo en los terrenos de juego, convirtiéndose en uno de los mejores mediocampistas argentinos de aquellos años. Pero el éxito y la fama que acompañó al bueno de “doble ancho” marcaron su carrera en ciertos momentos que hicieron que su vida futbolística se desarrollara entre presiones, amenazas y coacciones.

Monti inició su carrera en Huracán, ganando el campeonato argentino de 1921, siendo fichado por Boca Juniors, aunque su paso por el equipo bostero, fue efímero. Luego de “los de la bombonera”, recaló en San Lorenzo de Almagro, donde se convirtió en un jugador mítico (ganando los campeonatos de 1923, 1924 y 1927, siendo este el último campeonato amateur del fútbol gaucho). En el club de Boedo, vivió su máximo esplendor siendo respetado y querido por toda la hinchada, tornándose diferente esta situación después del Mundial de 1930, donde ya su libertad se vería doblegada hasta el final de su carrera. Pero la historia de Monti es muy curiosa por cuanto fue uno de los pocos jugadores que defendió la camiseta de dos selecciones nacionales, circunstancia hoy harto difícil y sino que se lo pregunten al ínclito Diego Costa.

Luisito defendió la albiceleste en el Sur Americano de 1927, donde fue campeón, y en las Olimpiadas de 1928 en las que consiguió la medalla de plata. Pero los problemas surgieron en el Mundial de 1930 ya que antes de la final de dicho campeonato, nuestro protagonista había recibido numerosísimas amenazas anónimas contra él y su familia, amenazas que fueron tomando cuerpo cuando aparecieron dirigentes de San Lorenzo de Almagro. Al principio parecían que eran amenazas de fanáticos uruguayos ya que la final del campeonato Suramericano de 1929 fue disputado en Buenos Aires, siendo ganado por Argentina y en aquel encuentro Monti tuvo un intercambio de golpes con la estrella del equipo charrúa, Lorenzo Fernández. Pero la coacción se produjo en el partido final frente a Uruguay puesto que dirigentes del club de Boedo (Larrandart y Bidegain) le comentaron que si Argentina ganaba, su madre amanecería muerta.

Monti no jugó nada en el segundo tiempo y si salió al campo era porque le obligaron. Pero “Doble ancho” se vio inmerso en un plan maquiavélico del Duce para el Mundial de Italia de 1934. En aquel momento apareció la mafia italiana cuya idea era que Argentina fuera derrotada del la squadra azurra y que el culpable del subcampeonato fuera Luís Monti y de esa manera la hinchada presionaría para que Luisito se marchara de la albiceleste y de su país, junto con el hecho de que jugara como oriundo en el seleccionado italiano en aquel mundial del 34. El plan se desarrolló como se esperaba y Monti ficho por la Juventus, aunque pasado de peso y sin ánimo de jugar; tanto es así, que Mussolini mando una investigación sobre los pormenores del futbolista. Pero, cuando llegó el Mundial, el jugador argentino llegó en plenitud de facultades para el equipo internacional italiano que dirigía Vittorio Pozzo. La estrategia de Mussolini surtió efecto y, bajo las amenazas y coacciones del Dictador fascista, Italia ganó su Campeonato Mundial. Fue de esta manera como “doble ancho” se convirtió en su país de origen de héroe a villano y en su país de acogida como un auténtico triunfador espoleado por aquella victoria del 34.

Con todo, si bien es cierto que el Derecho penal se queda a las puertas de un estadio en el ámbito deportivo, en el recinto de juego durante los noventa minutos del partido, no es así cuando se trata de aplicar ese Derecho penal de corte generalista cuando de algún jugador, en el perfil de persona convencional, se trate, habiendo sido agredido como en el caso de Abián. De este modo, en la querella se solicita “maltrato psíquico” que no deja de ser la posibilidad de imputar un delito de lesiones del art. 147 CP. Para que se observe el delito de lesiones es necesario una primera asistencia facultativa y un tratamiento médico o quirúrgico. De la noticia expuesta sólo puede advertirse que la ansiedad le había hecho solicitar ayuda médica por lo que sólo nos encontraríamos con el primer requisito, esto es, asistencia médica, significándose, en este sentido, que cuando sólo se observe ese requisito nos encontraríamos con una falta de lesiones del art. 617 CP y que conllevaría una consecuencia jurídica de localización permanente de seis a doce días o multa de uno a dos meses. Pero también fue amenazado con expresiones como “¿No te das cuenta de que tienes el peto, de que no vas a jugar ni un minuto y voy a dejarte sin ficha?”. Esto entra dentro de la clasificación de amenazas no condicionales no constitutivas de delito, entendiendo el art. 171. 1 CP que las amenazas de un mal que no constituyan delito, serán castigadas con pena de prisión de tres meses a un año o multa de seis a 24 meses. Por último, cabe observar una coacción cuando se dice “trátalo mal para que se vaya”, puesto que si se produce esa situación, se observa una coacción al doblegar la voluntad del sujeto pasivo, en este caso el jugador canario, puesto que este ilícito consiste en que un sujeto que no se encuentre legítimamente autorizado, impidiere a otro, con violencia (esta puede hacerse extensiva a la intimidación e incluso fuerza en las cosas por mor de la Jurisprudencia) hacer algo que la ley no prohíbe o compeler a hacer algo que el sujeto no quiere sea justo o injusto y se le aplicará una pena de prisión de seis meses a tres años o con multa de 12 a 24 meses, según la gravedad de la coacción y los medios empleados como apunta el art. 172.1 CP.

Todos estos ilícitos en virtud del art. 73 CP al ser varias acciones y varios resultados se sumarían las penas. Siento mucho que en la sociedad, en general, y en el fútbol, en particular, sigan ocurriendo este tipo de sucesos delictivos y resolver con actos relativamente desagradables y ciertamente violentos todos estos entuertos de intereses de los clubes, aunque sea en el ámbito psicológico, lo que no se puede arreglar con la palabra. Para mí, el deporte y, por ende, el fútbol, es cultura, la virtud de la palabra es la “virtud de la pelota”, por lo que flaco favor se le hace a la sociedad cuando la palabra deja de tener su valor y se resta del acervo cultural deportivo. ¡¡¡Viva la cultura y viva el fútbol¡¡¡.