Leo en algunos foros y escucho en ciertas tertulias la posibilidad de un cambio en el banquillo como revulsivo. José Aybar no tiene dudas y se muestra rotundo: la confianza en Manolo Herrero es absoluta y ni se lo plantean. Primero porque todo lo que conlleva es probablemente inviable, segundo porque verdaderamente existe una fe inquebrantable en quien les ha traído hasta aquí, y tercero porque la simbiosis Aybar-Herrero es sencillamente indispensable para el futuro y la estabilidad del club.
Aunque ya hemos comentado en alguna ocasión que el fútbol es un tren de alta velocidad y que en este deporte no se puede vivir de fotografías amarillentas, convendremos que, a veces, es necesario mirar atrás para ubicarse y retomar el camino correcto. En esta ocasión, sería conveniente recordar de dónde viene este club, quién le rescató del desastre deportivo y quiénes trazaron un plan de actuación que les ha traído hasta la Segunda División catorce años después, como campeones de liga y con el presupuesto más austero de los últimos tiempos. No se trata de andar sometidos a un eterno agradecimiento, sino de reflexionar sobre la trayectoria de un club que viajaba a la deriva hacia una muerte segura.
Ahora que el Real Jaén ha abrazado una filosofía y por fin tiene identidad, no creo que sea idóneo dar un volantazo, romper con lo anterior y caer en tierra de nadie. Con o sin Herrero, con o sin Aybar, el Real Jaén es y será el presupuesto más bajo de la categoría. No sería responsable destrozar el único arma fiable con que cuentan: el grupo. La unión del vestuario y la creencia en unos principios es el único argumento al que puede agarrarse este Real Jaén para conseguir el sueño de la permanencia. No es momento de sembrar dudas. Viene el Murcia.
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