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San Mamés obra el empate

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EFE Banega Pablo Serrano.

Athletic 1 – Valencia 1.

El fútbol no es un deporte de once jugadores contra otros once jugadores. Al menos no en la Catedral. “San Mamés siempre reconoció los momentos de debilidad de su propio equipo. Te da la mano para que no te ahogues”, dijo Marcelo Bielsa sobre el antiguo San Mamés. No podía estar más en lo cierto. La afición bilbaína levantó de entre el polvo a un equipo que vagaba sobre el verde sin profundidad, ni peligro, ni intención alguna y consiguió sacar un empate en un partido que iba abocado a ser la primera derrota del nuevo San Mamés.

El Valencia de Djukic pretendía conseguir su quinta victoria consecutiva y así afianzarse en puestos europeos frente a un competidor directo mientras que el equipo local buscaba defender esa racha de victorias locales que le habían permitido agarrarse a la parte alta de la clasificación.

Ambos técnicos sorprendieron con sus alineaciones: Djukic alineaba de delantero centro a Paco Alcacer en detrimento de un recuperado Hélder Postiga.  Mientras que Valverde hacía lo propio con De Marcos. Una decisión que añadía movilidad arriba aunque restaba el juego aéreo que aporta Aduriz. Sorpresa también la inclusión de los jovencísimos Saborit, en el lateral, y de Laporte, en el centro de la zaga, con 21 y 19 años respectivamente.

Banega anda, el Valencia juega

Sin embargo, a pesar de estos cambios—que pasaron con más pena que gloria—, en el césped funcionó el dicho de “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Más aún cuando el conocido es Éver Banega y no es para nada malo. El argentino no dio un paso de más ni un pase de menos. Si bien se le puede recriminar una falta de compromiso defensivo, ya está Javi Fuego para esos trabajos. El de Rosario piensa rápido y bien.

Por culpa de él, el Athletic cejó en el intento de imprimirle un ritmo alto al partido que tan bien le había venido a ellos en los primeros minutos.

Gracia a él, el Valencia se zafó de la férrea presión bilbaína. El argentino recibía de espaldas entre tres enemigos y conseguía acelerar la jugada. Si recibía de cara lanzaba un pase que superaba a Beñat y Mikel Rico. En ese espacio entre mediocentros y defensa pululaba un Jonas que pudo haber adelantado a los visitantes en un par de ocasiones. Está en un gran momento el brasileño. Sin embargo, fue Feghouli quien acabó siendo derribado por Laporte dentro del área. Banega convertía la pena máxima justo antes de irse al túnel de vestuarios. Los 22 jugadores bailaron al ritmo de Banega, pero claro, él olvidó que San Mamés también juega.

La casta de la Catedral

El Valencia no habría podido imaginar un partido más cómodo en un campo como aquel ­­­ y sólo la falta de puntería hizo que el luminoso no señalara un marcador más amplio o incluso bochornoso.

Era el minuto 70 y el Valencia mandaba en el partido.  Muniain estrellaba el balón en el palo tras una jugada bien hilada por el centro de la zaga valenciana. San Mamés despertó de su letargo y olvidó el constante murmullo que había orquestado durante todo el encuentro. La salida de Toquero añadía ascuas al fuego. El Athletic, a falta de ideas, apelaba a la casta.

El partido, hasta entonces dominado por un Valencia sin prisa, se volvió loco. Los leones mordían por dentro y arañaban por fuera. La presión se intensificó y los jugadores valencianistas, noqueados por el cambio de actitud local no conseguían salir de su campo. Cinco minutos tardó Susaeta en colgar un balón al segundo palo que De Marcos alargó para un Mikel Rico que sólo tuvo que empujarla.

Un empate que sabría a poco para un Valencia que había perdonado más ocasiones de las que el fútbol permite. El Athletic aguantó el ritmo durante unos minutos más, pero Banega, otra vez Banega, enfrió el partido y los ánimos de la hinchada. La nueva Catedral, aún sin completar, no está para milagros todavía.