Inicio 1ª División Una verdad como un templo

Una verdad como un templo

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valdésNunca el afecto exigió tanto a su demandante. Tantos sobresalientes expedientes individuales y colectivos, en rendimiento y en conducta, como profesional y compañero.

Un consuelo quisquilloso y escurridizo, sin duda. E injusto, al menos a su manera. Doce son las temporadas que lleva Víctor Valdés ocupando, con maestría, la más ingrata demarcación que un jugador barcelonista puede asumir. Siendo, sin temor a excederme, uno de pilares originales de construcción y consolidación de un estilo único que ha catapultado a su club y a su selección a los altares del imaginario futbolístico mundial. Pero a pesar de ello, muchos lo consideraban prescindible. Hasta hoy.

Qué volátil es la memoria. Un día aflora fresca y detallista, otro segmentada, casi diáfana. Un servidor, en cambio, tiene muy presente los ocho años que transcurrieron entre la temporada 94/95, en la que el actual director deportivo del club, Andoni Zubizarreta, se desvinculó de la entidad para recalar en el Valencia, y la 02/03 en la que irrumpió un imberbe y altivo Valdés para, a partir de entonces, construir un futuro estable en el agujero negro que se había convertido la meta del Barcelona.

Por todo esto, se me hace difícil de creer que el aficionado culé haya podido olvidar la oscura travesía protagonizada por los Busquets, Angoy, Lopetegui, Arnau, Víctor Baía, Dutruel, Bonano, Enke o Rustu. Hiela la sangre sólo recordarlo. Únicamente el holandés RuudHesp estuvo, a veces, a la altura de lo requerido. Un baile de arqueros y de millones que no aportaron nada al objetivo de construir una identidad de estilo. El equipo, como la propia institución en los últimos años de José Luis Núñez, y durante el infame mandato de Joan Gaspart, andaba a la deriva. Se llenaron las vitrinas con algunos títulos, como 2 Ligas, otras dos Copas y una Recopa de Europa entre otros. Nada reseñable. Bagaje menor a la vista del deterioro sistemático de la imagen de la entidad y de la clara supremacía deportiva del eterno rival.

Todo esto ayudó a cambiar Víctor Valdés. Nada más y nada menos que la historia del club. Con su personalidad, su perseverancia, sus errores y sus muchos aciertos. Supo enderezar su camino en la institución cuando, víctima de su juventud y orgullo, no aceptó que Louis Van Gaal le volviera a mandar al filial cuando meses antes le había dado la alternativa en el primer equipo. Tres días sin dar señales de vida que le tuvieron con pie y medio fuera del club de no mediar el presidente de entonces, Joan Gaspart. Afortunadamente permaneció, y ello posibilitó seguir moldeando al portero del futuro, el idóneo para jugar en el Barcelona. Su depurado juego con los pies le ha permitido al equipo desarrollar una hoja de ruta futbolística que empieza en él, en su visión de juego, ya sea en corto o en largo, siempre preciso.Y por su puesto en sus paradas, su sangre fría en los momentos más comprometidos, como en las Champions de París y Roma ante Henry y Cristiano.

Tan magna y significativa es su huella que ahora todos los guardametas de La Masía que vienen por detrás han de seguir su estilo, si no, no llegarán. Al igual que los que se busquen fuera han de ser lo más parecidos a él, si no, no interesan. Por ello, decir que Víctor Valdés es un porterazo, posiblemente el mejor en la historia de la entidad, y que sin él este Barça no sería lo que es hoy, es una verdad como un templo.