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Lluvia de fútbol en el Nuevo San Mamés

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athletic club de bilbaoDavid de la Torre Díaz. En la Liga española hay tres tipos de equipos: grandes, pequeños y atractivos. Los grandes eran dos hasta que apareció Simeone. Los pequeños son ese conjunto de equipos, diez aproximadamente, que lucharán por no descender hasta tres jornadas antes de que finalice la competición. Y por último, están los atractivos. Pues entre dos equipos de este último grupo se disputaba el partido más tardío de la Jornada 9, el que enfrentaba al Athletic de Bilbao contra el Villarreal.

El encuentro, sobre el papel, era uno de esos partidos que agradece el aficionado neutral. Dos equipos con la pelota como bandera y con previsiones de mantenerse arriba a lo largo de la temporada. El Athletic partía con Iturraspe y Mikel Rico como mayor novedad, un centro del campo más defensivo que de costumbre, y la baja de Ibai Gómez era cubierta por Muniaín. El Villarreal por su parte salía con el equipo de gala y su plan era el de cada jornada: hacerse con el balón desde el inicio.

Rico presiona, la manada ruge

Los amarillos salieron desde el principio a mandar y enseñaron las virtudes que les han hecho estar en cuarta posición tras nueve jornadas disputadas. Musacchio robaba, Bruno repartía y Cani filtraba. El equipo de Marcelino era vigoroso, vibrante, vertical. Así se mostró hasta que Mikel Rico dijo basta. Tras los primeros minutos de desconcierto rojiblanco, el mediocentro dio un paso al frente y con él, el resto de la manada. De repente, el balón era del Athletic.

«¡Centro va!», parecían gritar Iraola y Susaeta cada vez que se acercaban a la banda custodiada por Jaume Costa. Sí, únicamente por Jaume Costa. Sin la ayuda de Cani, el dos contra uno se convertía en una constante y Bruno no daba a basto para apagar el incendio que se formaba una y otra vez por el costado derecho. El canterano amarillo es un Busquets ‘low cost’ que le vendría de lujo a muchos equipos de primer nivel europeo, pero no hace milagros. Así que, en la enésima llegada de Iraola por banda diestra, llegó el 1-0. Centro medido del lateral español y cabezazo en plancha de Mikel Rico para marcar el primer gol de la noche. Y no sería el último. Dos minutos después, tras un fallo calamitoso de Musacchio, sería Aduriz quien introduciría el balón en la portería de Asenjo. El partido se ponía cuesta arriba para los de Marcelino, más aún cuando Teixeira Vitienes le enseñó la segunda amarilla a Bruno en el último minuto de la primera parte. Si antes era complicado, ahora lo era mucho más.

Gorka evita cualquier susto

La segunda parte parecía evocada a ser un mero trámite. Sin embargo, el equipo de Valverde intentó por todos los medios que no fuera así. Los leones seguían mordiendo y buscaban el tercero con esa voracidad que solo nace de la ilusión. A punto estuvo de conseguirlo Susaeta, pero erró un gol cantado en boca de gol. Uno de esos goles imposibles de fallar, casi tan imposible como tenía el partido el Villarreal. Los amarillos lo intentaban sin convicción, con la sensación de que hubieran preferido que el partido hubiese acabado tras el descanso. Quizás un gol les hubiera podido meter en el encuentro, pero Gorka se encargó de que no ocurriese. Primero maniatando con el pie una ocasión clara de Giovani y después estirándose cual felino para despejar un libre directo de Trigueros. Dos paradas que imposibilitaron cualquier reacción amarilla y que aúpan al Athletic a los puestos de Europa League. San Mamés ruge, los leones vuelan.