Castro tiene dos reválidas. Ser presidente del Sevilla es un reto enorme, serlo diez minutos después de José María del Nido, puede llegar a ser un problema de solución compleja. Las aficiones no tienen memoria. Lo que hizo Del Nido palidece tras unas temporadas discretas o malas, para quienes consideran que el Sevilla siempre debe jugar Champios y ganar la Copa del Rey. De eso tiene mucha culpa el presidente saliente que siempre llevó a todo el mundo, afición incluida, a «revienta caldera».
Los que ahora reciben a José Castro con una serenidad expectante, nacida del amor a los colores, y renegando del laureado José María del Nido, serán sus más severos y descarnados censores. El nuevo presidente tendrá que lograr la paz deportiva y eso solo se hace ganando, primera reválida, y después tendrá que acallar a quienes dentro de unas jornadas empezarán a recordar, con nostalgía infinita, al hacedor de títulos y de emociones nunca vistas en Nervión, hasta Del Nido. La primera, para mí, es más sencilla que la segunda. Los mismos que denostan a Del Nido, lo usarán cuando Castro no sea tan dócil como le presumen. Viejo como el fútbol, como la vida nuestra de cada día. Es un bucle desesperante que solo sorprende a incautos.
Ni Castro debe creerse los abrazos de ahora ni deberá sentirse desgraciado cuando el Sánchez Pizjuán le recuerde cómo su antecesor manejaba la barca. Todo es mentira. Las aficiones son así. Tienen el corazón para vivir y las pasiones incontroladas para llevarlas al fútbol y darles la palabra. Suerte a todos.
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