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Razones del fracaso de Mourinho,la dimisión de Rossel y otras discusiones futbolísticas

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Manuel Luis Ruiz Morales. Licenciado en Derecho. Máster en Sistema Penal.

Con carácter previo a sumergirnos en el tema que pretendo abordar en este artículo, me gustaría advertir que el análisis se desarrollará desde la óptica de la Teoría de las Organizaciones, y más definidamente, desde el prisma de la Dirección Estratégica.

Para comenzar, siguiendo el hilo cronológico, se debe hacer referencia a la situación en la que se hallaba el Real Madrid antes de la contratación de José Mourinho como entrenador; pues el club blanco se encontraba sumido en una profunda depresión de juego y de consecución de títulos. No obstante, también se debe destacar la coyuntura que por aquel momento vivía Can Barça, lo que contribuyó rotundamente en la obtención de los discretos resultados madridistas. Recuérdese que por aquellos tiempos el que era presidente del club catalán, Joan Laporta, confió la dirección del equipo a un “inexperto” Josep Guardiola. Sin embargo, poco tardó el de Santpedor en ganarse el respeto y la admiración de todo el mundo del balompié al conseguir en  ese primer año como coach del Barcelona su famoso sextete, ante un conjunto merengue sumido en una crisis institucional y deportiva, aquellos tiempos de Juande Ramos, Ramón Calderón, Vicente Boluda precedentemente al retorno del mecenas madridista Florentino Pérez.

La irrupción del empresario a Chamartín significó un gran impulso a la entidad del Paseo de la Castellana. Para ello, colocó a Jorge Valdano como su mano derecha, ofreciéndole la Dirección Deportiva de la sección de fútbol. El argentino, a su vez, concedió el mando del conjunto a Manuel Pellegrini, que al mando del Villarreal se había consolidado como un entrenador que apostaba por un fútbol ordenado, de control de los encuentros y gustoso de ver por el espectador. De este modo, para amparar el proyecto, Pérez reforzó la plantilla con importantes fichajes de renombre internacional tales como Cristiano Ronaldo, Kaká o Benzema, con el principal objetivo de derrocar la hegemonía que comenzaba a mostrar el Pep Team.

Esa temporada la imagen del Madrid mejoró considerablemente, sin embargo, el conjunto de la capital tampoco pudo hacerse con ningún título.

Aunque se debe evocar, que en aquel curso, un Inter de Milán (que tampoco parecía el Milán de Sacchi) eliminaba en semifinales al Barcelona en su propio feudo, de manos de un entrenador renombrado en el panorama futbolístico de la Ciudad Condal. A mayor abundamiento, a la postre se proclamaría Campeón de Europa, mas ya era ampliamente conocido que ese preparador había firmado un contrato con el club merengue para la próxima temporada, a fin de contrarrestar el poderío que demostraba el FCB, caracterizado por un fútbol de toque, presión asfixiante a la defensa rival y un dominio de juego en corto y predominantemente por el centro.

De este modo, y a partir de ese momento, la institución madrileña cambia radicalmente su estrategia (puesto que modifica de una forma clara y ostensible su Plan de Acción para conseguir y mantener una ventaja competitiva frente a su rival), pasándose de una apuesta de un balompié combinativo, de hacerse con el triunfo tratando el esférico con clase y galantería (como ocurría con el técnico chileno Manuel Pellegrini), a un fútbol más dedicado a la destrucción, a la paralización del juego, al todo vale con tal de ganar, alejándose del espíritu de señorío, elegancia y nobleza propia del Real de antaño.

Obviamente, esa modificación en el campo es observable y manifiesta, mas la destrucción de esa propia y nueva estrategia no se localiza en los terrenos de juego, sino en no haber asumido desde la alta dirección  las consecuencias que la profunda mutabilidad de la institución iba a tener que emprender para el éxito de la misma.

Y es que a la hora de llevar a cabo la implantación de una estrategia, se debe comprobar que la misma sea adecuada, es decir, que se adapten a los objetivos que se pretende conseguir; factible, esto es, que se pueda llevar a cabo, ya que debe ser consistente con la organización en la que va a ser instaurada; y por último, debe ser aceptable, lo que significa que las consecuencias de la puesta en práctica de mencionada estrategia sean beneficiosas, esto es, si los resultados esperados van a ser aceptados o no por los distintos grupos de interés “stakeholders” que forman parte o participan en el seno de la institución.

Es aquí donde chirría la irrupción del entrenador portugués en el vestuario blanco, ya que no se previeron las reacciones de los grupos, tanto internos como externos, a la hora de llevar a cabo tal cambio en su posicionamiento.

El problema, por tanto, fue que amparar una estrategia provoca en todo caso y necesariamente desajustes con la coyuntura de la entidad en la que se produce la implantación. Y esas perturbaciones son las que hacen que un plan correctamente dirigido pierda eficacia, como resultado de un funcionamiento impropio de la organización.

Por ello, se genera la menesterosidad de alterar elementos organizativos para restablecer el ajuste o reajustar esos planes de actuación a la corporación. Esto es lo que se denomina cambio organizativo, que normalmente son generados por un cambio estratégico.

Estos cambios suelen ser graduales y adaptativos, pueden ser formales o informales. En el Madrid, se llevaron a cabo sobre la marcha, como es el caso de la destitución de Valdano, adquiriendo Mourinho un papel preponderante en su área técnica, ya que desde la alta dirección del club se entendió que se podrían solucionar tales aspectos con una nueva forma de estructura organizativa, eliminando puestos intermedios y replicantes, facilitando la comunicación de arriba abajo y viceversa de una forma más directa.

No obstante, los aspectos informales del cambio, requieren para su modificación de un gran liderazgo a efectos de motivar a la gran masa social de una entidad. Ese papel de líder y de cabeza visible lo adquirió el actual entrenador del Chelsea; ahora bien, se encontró de peto con la más elemental amenaza que puede impedir el éxito en la introducción de cambios en la organización, que no es otra que la resistencia al cambio. Lo que provocó una complicada gestión de los dos madridismos que surgieron, a saber: los mourinhistas y los que estaban en su contra.

Mas la aparición de estas resistencias son lógicas, ya que el ser humano por naturaleza es reacio a modificar sus costumbres, sintiendo miedo o inseguridad ante lo desconocido; más aún cuando las alteraciones que se venían produciendo desde las ruedas de prensa (que se convertían en disputas dialécticas) hasta en el juego o en el talante eran extraños a los valores del equipo capitolino.

De ahí, que para paliar estas resistencias se buscara apoyos en ciertos grupos o personas con poder e influencia en la entidad. Sólo hay que recordar el apoyo incondicional de los Ultra Sur, o de algunos periodistas que externamente defendían y promocionaban al de Setúbal.

Sin embargo, aún no se ha terminado con este análisis, ya que otro de los ámbitos más relevantes a la hora de implantar una novedosa estrategia, es la relativa a la cultura organizativa, que en el caso del equipo de Chamartín retrasó o impidió su correcta puesta en práctica.

Por ende, si se entiende que la cultura hace referencia al conjunto de normas de comportamiento, valores y creencias que son compartidos por los miembros de una organización, condicionando sus comportamientos y como la entidad es identificada desde el exterior, se puede argumentar que el Real Madrid, como otros equipos de fútbol, ostenta y ostentaba una cultura fuerte, centrada y dominada por unos valores esenciales claros, a los que aludimos con anterioridad, y que se habían consolidado en los sucesivos años de la larga, dura y exitosa historia del club. Lo que ocurrió, en este punto, es que la estrategia elegida con la contratación del portugués, era parcialmente incompatible con el sistema de normas y valores de comportamiento que voluntariamente y pausadamente se había generado por los miembros del club.

La cuestión principal[1] se refiere a que se trataba de una organización con bastantes años, y de un tamaño considerable, con una fuerte cultura arraigada, por lo que existía un sector importante que no se dejaba someter a los cambios en ciertos valores, aún cuando la situación deportiva de hacía unos años era bastante dramática, lo que eliminaba en cierta forma la resistencia o una actitud adversa a mencionada modificación.

También, se debe aludir a que en algunas de las actuaciones de sostenimiento a Mourinho por parte de la cúpula blanca, se ignoró por completo la cultura que se hallaba naturalizada y prendida en el madridismo, lo que provocó respuestas peligrosas, inaceptables e incongruentes desde las distintas parcelas de la entidad, como es el caso de fricciones, roturas y desavenencias con determinados jugadores, rencillas, amiguismo entre personas que tienen que responder las unas a las otras, y la aparición de subculturas en la entidad, ya que surgen grupos cada uno de los cuales portan unos valores propios y creencias, lo que dificulta la integración y el empuje unilateral hacia una misma dirección.

La pregunta es ahora: ¿Podrá Ancelotti reconducir la situación? En parte, los altos ejecutivos del Real han optado por un entrenador más acorde con los valores del madridismo, que se decanta por recuperar el toque y principalmente la estabilidad social y organizacional, a través de un liderazgo más compartido con el propio técnico italiano, el presidente Florentino Pérez, y la cabeza siempre visible y apaciguadora de Zinedine Zidane.

Mas esto no es un caso particular del Real Madrid de la época de José Mourinho, sino que se puede observar también en el F.C. Barcelona de la actualidad. No pocas veces se ha hablado del cambio de estilo en el juego culé impuesto por el argentino Gerardo Martino (totalmente externo al entorno azulgrana), y se ha podido escuchar como algunos sectores se sienten abocados a desestabilizar y discrepar de las bondades de un entrenador (sólo porque se está habituado a una determinada configuración), y es que el cambio necesita tiempo y apoyos. Además, se ataca en mayor medida una modificación cuando a través de la misma, se produce una transformación de la entidad, por ende, ciertos colectivos pueden verse perjudicados o menoscabados en relación a una serie de facultades que han ido adquiriendo con el tiempo, y con la cultura preestablecida.

No obstante, y continuando con nuestra defensa de cómo las organizaciones, los cambios y su cultura son tan relevantes que pueden variar el curso de los acontecimientos, propiciando una más sencilla consecución de los resultados esperados y programados. Por el contrario, una mínima incoherencia puede abocar al más estrepitoso fracaso.

Llegados a este punto, se puede aludir a los hechos acaecidos hace pocas horas en la capital catalana, estos es, la dimisión de Sandro Rosell como presidente del conjunto blaugrana.

Como se desprende de lo que se ha venido argumentando, la cultura de una organización se configura como el resultado de la confluencia de un conjunto de factores y fuerzas que han influido en su creación, y/o lo han ido modelando. Estas fuerzas son las externas, los factores históricos y los factores internos.

Así, el F.C. Barcelona ha estado influenciado por el entorno nacional e internacional de la organización, e históricamente se ha decantado por diferenciarse de su máximo rival, optando por unas referencias o modelos de valores diversos al Madrid.

Esta es la razón de que desde la propia directiva hasta el actual entrenador culé (el rosarino Martino) hayan criticado abiertamente el gran desembolso realizado por otros clubes por hacerse con los servicios de algunos jugadores, lo que han considerado un dispendio sin razón de ser material.

Por ende, el descuidar este aspecto arraigado en la cultura barcelonista, le ha costado el puesto a su máximo mandatario, y es que los predicadores de la austeridad y la continencia económica han llevado a cabo una operación (la de Neymar) como las que ellos mismos reprobaban.

Ha sido así como, amparado por una pizca de prepotencia y acompañado de cierta percepción de inmunidad, se ha alterado la estrategia usual y atacado frontalmente la cultura de la institución, que ha resultado contestataria por medio de un socio que estaba en su pleno derecho de exigir la supervisión de las cuentas de dicha contratación.

Para finalizar, no se puede desatender el particular supuesto del Atlético de Madrid y el gran momento por el que pasa el conjunto colchonero. No es de extrañar que se encuentre en tan inmejorable situación, si se tiene en cuenta que a través del entrenador Diego Pablo Simeone, se han recuperado los valores y el atrevimiento propios del sentir colchonero (como es la pelea, lucha, la casta o el coraje), por ende, el Cholo ha conseguido que el club al completo se dirija hacia idéntico camino y metas, usando las cualidades que él poseía como jugador, y que representaban al equipo de la ribera del Manzanares en el histórico Doblete.

Por tanto, a la hora de llevar a cabo una decisión que afecte a la estrategia de un club de fútbol, deben tenerse muy en cuenta las consecuencias que conllevará, tanto en aspectos modificativos de la organización misma, como de su cultura, al igual que ocurre con cualquier entidad empresarial.

 



[1] Aspectos todos que propician una identidad cultural compartida importante.