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La muerte del ariete puro

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227342_heroa«Mis delanteros solo deben correr 15 metros, a no ser que sean estúpidos o estén durmiendo» dijo Johan Cruyff, no puedo estar de acuerdo. Un delantero en el fútbol moderno tiene que ser algo más. Se acabó el tiempo donde el delantero gozaba de todo tipo de beneficios a cambio de unos cuantos goles. Toca trabajar.

Ser delantero ya no implica ser la estrella del equipo, el que marca los goles, el que se lleva la gloria partido tras partido. Ese concepto quedó arcaico. El delantero ahora es el primero de los defensas. El  punta que sabe jugar de espaldas, el que da esos segundos de respiro al equipo aguantando el balón y entregándolo de cara, el que se está en movimiento constante en busca del desmarque perfecto o el que arrastra a la defensas para crear espacios sustituye al clásico ariete que permanecía bajo de pulsaciones de medio campo hacía arriba con la mirada fija en la portería esperando su oportunidad en un sprint fatal para la espalda de los zagueros o un testarazo poderoso para batir al arquero.

Se está sustituyendo el viejo delantero centro alto, fuerte, poderoso que fijaba a los centrales por el menudo mediapunta convertido a lo que hoy día llaman falso nueve. Lógico, en el fútbol moderno lograr superioridad sobre el rival implica la participación de los once jugadores en el juego y en numerosas ocasiones ese tipo de delantero clásico pasaba desapercibido los noventa minutos.

Al igual que el lateral que no sube la banda cada vez está en clara desventaja con respecto al que la sabe subir sin descuidar su parcela, pese a que su primera misión es la de defender, el ariete clásico está quedando como segunda opción o como recurso a la desesperada de los entrenadores cuando su equipo está con la soga al cuello y sin tiempo para elaborar las jugadas en busca del gol milagro.

Una lástima que ya no se vean delanteros así. Suerte que aún nos quedan los Negredo, Ibra, Llorente, Falcao, Klose, Mario Gómez o Lewandowski que, sin ser puros arietes, recuerdan a los grandes delanteros de tiempos pasados. Ahora hay que correr también para atrás, renovarse o morir.