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El pecado de la omisión

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efe rosellMencionan a menudo el concepto de la autodestrucción implícita en el ADN azulgrana los barcelonistas catalanes más longevos y experimentados. Sí que es cierto que algo de ello desprende la entidad que hasta hace una semana presidía plácidamente (o eso parecía) Sandro Rosell, y que ahora vive convulsionada por un presidente interino con ánimo de continuismo y desánimo de elecciones, con tribunales que indagan en la legalidad o ilegalidad de sus operaciones, además de unos socios que son informados intencionada y parcialmente de los desembolsos económicos que derivan de esas transacciones. Así es el F.C. Barcelona. El inconformismo por defecto.

Uno sólo de esas decenas de miles de socios que dan pulso y vida a la mayestática institución que un día del siglo XIX fundó el suizo Joan Gamper, ha bastado para desencadenar la tormenta. Un socio, que en el marco de la legitimidad y fidelidad a su equipo, ha querido saber los verdaderos entresijos económicos del fichaje de Neymar. Porque el Barcelona es de sus socios, más que un club, en todos los sentidos, y lo que más desean todos esos simpatizantes es perdurar su existencia. Con una deuda de poco menos de 300 millones de euros, operaciones como la de Neymar (excelente jugador para el presente y el futuro del equipo, no cabe duda) se tornan en inversiones de máxima relevancia que exigen transparencia absoluta hacia el socio. Otros clubes parecen no tener techo financiero, sí un Barcelona cuya salud institucional depende de este baremo tan intangible como inquebrantable.

¿Qué ocurre en este país que sus exponentes,tanto políticos, como empresariales o también deportivos, son incapaces de ser completamente honestos? ¿De qué tienen miedo? Que Sandro Rosell y su directiva han velado durante sus casi cuatro años al cargo de la institución por paliar la deuda y relanzar el club económicamente, es un hecho. Hoy el Barça es una marca pionera y vanguardista. Más saludable. En términos futbolísticos, la incorporación de Neymar era el eje giratorio de la planificación deportiva para los próximos años, por tanto prioritaria. Entendible, cuanto menos, el punto de vista.

No obstante, el bueno de Sandro Rosell pasará tristemente a la historia por haberse visto arrinconado por una ventisca mediática nacida de la omisión y de una pésima política de comunicación. En este aspecto, el club ha dado innumerables muestras de contar con una pobrísima y errónea línea comunicativa. A la mente me vienen los casos recientes de Víctor Valdés y Carles Puyol, por sacar únicamente dos a la palestra. El socio ha de saber lo que ocurre en su casa, ni más ni menos. Si para atar a Neymar se han tenido que desembolsar 70, 80 u 90 millones, díganlo. Luego la masa social se pronunciará y expondrá su apoyo o desacuerdo, pero nunca se le puede mentir en cuestiones de tan alto calado. Porque entonces alguno, preocupado por su club, no se quedará sentado y querrá llegar más allá.

Por lo tanto, un notable presidente y gerente ha tenido que dimitir y marcharse por la puerta de atrás sin que nadie le reconozca el trabajo realizado. Todo por un infantil y estulto error de omisión, de querer presumir de haberse llevado al crack del futuro por mucho menos dinero de lo que ofrecían otros peces gordos. Él lo llamaba confidencialidad. Llámenlo como quieran.