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Como le gustaba a Luis

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luis_celebrando_grandeAhora, la selección de Italia abre los centrales y tira los laterales hacia arriba en la salida del balón. Prefiere atacar y proponer. Quiere la pelota. Se lo hemos visto también a la Juventus, la Vecchia Signora. Los italianos, con cuatro copas del mundo a la espalda, de repente prefieren el fútbol romántico al resultado. Algo parecido sucede en Alemania, donde los jóvenes talentos irrumpen con su perfil jugón para asaltar el próximo mundial de Brasil. Lejos en el tiempo, junto a sus tres mundiales, queda la imagen de equipo físico, tosco y resultadista.

Italia y Alemania quieren jugar y enamorar con su fútbol, y hasta los clubes más modestos apuestan por un estilo que defiende el protagonismo y el buen trato de la pelota. Incluso en la Premier League de Inglaterra, cuna del fútbol, se empieza a apostar tímidamente por esta filosofía de juego. De un tiempo a esta parte, como sucede en el mundo de la moda, la tendencia ha cambiado. Detrás está el éxito de España, la de 2008, y tras ella, Luis Aragonés.

“El estilo lo marcan los jugadores”, he leído y escuchado en numerosas ocasiones. Cierto. Sin embargo, para marcar una línea se necesita valor y determinación, y este es el motivo por el que son pocos los que dejan su nombre grabado en la historia. Luis Aragonés se “llevó hostias de todos los colores”. Recuerdo portadas de periódicos y tertulias que criticaban la falta de “músculo” en sus alineaciones, pero el Sabio de Hortaleza siempre mantuvo la fe en su idea y acabó saliéndose con la suya. Definió un estilo, cambió la mentalidad y unió a un país en torno a su equipo, su creación. Luis Aragonés hizo a España campeona de Europa y enamoró al planeta fútbol.

Cuarenta y ocho horas después, la rutina del lunes no ha podido devolvernos la normalidad. Todavía cuesta trabajo digerir la noticia de su muerte y aún sobrecoge la idea de que el Míster nos ha dejado para siempre. Porque Luis no solo fue grande por sus éxitos, sino también por su forma de ser. Directo y sincero, Luis se mostró siempre como un tipo auténtico. No había trampa ni cartón. Se mostraba tal cual. “Máteme, pero no mienta”, fue una de las frases clásicas que definieron su personalidad, y probablemente por ello fue siempre querido y respetado por quienes tuvieron el privilegio de conocerle.

Luis Aragonés se ha marchado pero nos deja su legado. Cuando pasen los años, contaremos a los niños que hubo un tiempo en que el fútbol español dio un giro y todos querían jugar como le gustaba a Luis. Que aquello era maravilloso y que los españoles nos sentíamos orgullosos. Gracias por tanto, míster.