Los partidos en Vallecas son para los aficionados rayistas como una ruleta rusa con muchas balas en el tambor. Puede salir bien. ¿Pero el riesgo merece la pena? Algunos cardiólogos dirían que no. Sin embargo, el Rayo consiguió ganarle a un Valencia al alza en un partido en el que ambos equipos se olvidaron del fútbol control y se enzarzaron en un combate a pecho descubierto.
El primer tiempo fue una completa furia de idas y venidas. A los quince minutos podría haber salido la bala maldita para el Rayo. Alcácer remató un centro de Bernat al larguero. El joven delantero español fue de lo mejor de un Valencia que sufrió las bajas de Parejo y Javi Fuego. Los mediocentros habrían aportado la creación y la cohesión que necesitó el Valencia en algunos tramos del partido.
El Rayo Vallecano, igual que sufría, hacía sufrir. Larrivey disfrutó de un par de grandes ocasiones antes de abrir el marcador con el único gol del partido: el flamante fichaje rayista, Rat, conseguía ganar línea de fondo por la derecha. Desde esa posición sacó un magnífico centro al segundo palo donde Larrivey le ganaba en el salto a Bernat. El argentino se impuso al menudo lateral che con facilidad y conectó un remate picado que sorprendió a Diego Alves.
El gol fue un punto de inflexión en el encuentro. Tanto a nivel colectivo como individual. El Valencia se difuminó. Mucho más a raíz de la expulsión de Barragán por doble amarilla. Además, Pizzi acabó por borrar a su equipo del partido. El técnico argentino, habitualmente acertado con las tablillas, amontó jugadores en el ataque y despobló un ya de por sí mermado centro del campo. Keita no podía defender y también crear. El Valencia acabó jugando partido y con el balón en largo como única herramienta.
La racha de Pizzi se terminó en un estadio de Vallecas que cantaba el “Sí se puede” a tan sólo tres puntos de la salvación.
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