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El discurso de Diego López

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diego lopezDiego López ha hablado. Eligió la radio y un programa nocturno, El Larguero, para emitir un mensaje extenso y absolutamente fiel a sus intervenciones anteriores, cortas y espaciadas en el tiempo. Es gratificante comprobar cómo en el mudable y apresurado mundo del fútbol, es posible decir las mismas cosas cuando se habla de lo mismo. Sin dudas ni matizaciones ni alteraciones anímicas en el tono, con respeto a todo lo dicho antes. No tener que reinventarse verbalmente es señal de que el discurso es auténtico. Ni una pose ni una excusa que permita poner en duda los argumentos.

Diego López, con José Ramón de la Morena, desmontó la teoría de las tensiones y minimizó los efectos del eco mediático en su forma de vivir la titularidad. El gallego jugó el partido de la entrevista sin ejercer. Contestó usando la línea recta y, pese a que De la Morena le apretó en algunas acciones, no dudó en las salidas ni incurrió en falta. Estuvo relajado y seguro. La verdad siempre ayuda a salir airoso de estos lances.

López vive para adentro como fórmula para conseguir que, hacia fuera, solo salga la normalidad profesional que desespera a quienes buscan minar su eficacia. Es inaudito que la necesidad de adorar imágenes y sostener las costumbres de culto al mito, hagan que se pase por alto el escrupuloso y, muchas veces, brillante cumplimiento del deber. Da la impresión de que Diego López, a juzgar por algunos tratamientos informativos, fuera un portero dudoso y Ancelotti un inconsciente.

Ese juicio, por parte de un sector de la prensa deportiva, demuestra que lo importante no es lo que es, lo importante es lo que a nosotros nos conviene que sea. No me parece mal -para gustos colores- que se prefiera a un portero antes que a otro. Lo terrible es que para hacer los honores a uno se trate de, buscando la aguja en el pajar, magnificar los malos momentos del otro si los hay o, incluso, casi inventarlos a partir de sensaciones.

Los porteros del Real Madrid están muy por encima del cisma que protagonizan algunos aficionados madridistas y han dejado sin argumentos a quienes quisieron organizar, sobre el papel, la descomposición, por luchas intestinas, de la portería blanca. En un arco muy breve de tiempo ambos porteros han hablado y sus palabras reducen todo al inapelable juicio de la eficacia. No hay más. El humo que se vende no corresponde al incendio de esta portería. Se vende con esta excusa pero es de otros fuegos y eso lo sabemos todos.