El Real Madrid CF ha conquistado su ansiada décima Copa de Europa tras remontar la final a un encomiable Club Atlético de Madrid. Los hombres de Diego Pablo Simeone se adelantaron gracias a un cabezazo de Diego Godín, pero Sergio Ramos igualó in extremis en el descuento. En el tiempo extra de prórroga, un Atlético roto se desmoronó y quedó a merced de un Madrid sediento de gloria. Primero Bale, después Marcelo y por último Ronaldo confirmaron la victoria.
A veces, la Historia parece predefinida. Tras tres años de intentonas al límite del conjunto blanco bajo el mando de José Mourinho, la llegada de Carlo Ancelotti rebajó el nivel desde la obsesión hasta el sueño. El italiano trajo paz y la paz hizo el resto.
Sin embargo, a Lisboa llegó la expedición madridista para enfrentarse al peor rival imaginable. El Atlético de Madrid de Simeone, por méritos propios, ha sido posiblemente el mejor equipo europeo de la temporada. En los noventa minutos bajo los focos de medio mundo volvió a demostrar su metamorfosis. El 22 de diciembre de 2011, media cuadrilla atlética naufragaba en Copa del Rey ante un Albacete de Segunda División B.
En el Estadio Da Luz, ese puñado de peones rojiblancos y otros que vinieron a apoyarles pusieron en jaque al nueve veces campeón de Europa. El Atlético por momentos consiguió robar el alma a su rival capitalino para convertirlo en un autómata teledirigido sin rigor. El Real Madrid perdió su fuego interno y sus ataques quedaron reducidos a simples trucos de mago de segunda. A la curtida defensa del Atlético los continuos centros laterales le hicieron reír.
Ocurrió durante gran parte del encuentro; finalmente no importó. Al gol de Godín, precedido por un error de Iker Casillas, le siguió una segunda mitad de impás y desasosiego para el fondo del estadio inundado por aficionados madridistas.
Pero la Historia pesa demasiado. Fue Sergio Ramos, desde ya Don Sergio Ramos García -una figura mítica-, el que accionó el mecanismo que hizo estallar el guión narrado hasta el momento. El central andaluz, cuando todas las alarmas chirriaban desbocadas, se elevó –quizás levitó- en la hasta entonces inexpugnable área rojiblanca para rematar a gol con el corazón.
Los de Simeone se descompusieron sobre el verde lisboeta; el once de Carlo Ancelotti supo que era su momento. El Atlético, con una mentalidad a prueba de bombas, no pudo cerrar la fractura abierta por Ramos y su sistema cayó como las puertas de Troya. Invencibles hasta que llegó su momento.
En la prórroga, Juanfran Torres cojeó con coraje durante los treinta minutos. Fue la imagen que resumió el epílogo atlético. Sabiéndose perdidos mantuvieron la figura erguida aguantando los golpes. Con la letal máquina blanca enfrente llegaron de aquí y allí. Gareth Bale abrió la Caja de Pandora para desatar la tormenta y Florentino Pérez creció y creció en el palco hasta convertirse en gigante.
Con todo decidido y el jolgorio desatado en medio estadio, en media Lisboa, en media Madrid, la carismática ceja de Ancelotti respiró tranquila, satisfecha del trabajo bien hecho. Marcelo dio la puntilla y Cristiano Ronaldo, el Coloso de Rodas, brindó a su afición la ansiada Décima; el número mágico que en todo el globo terráqueo se convirtió durante doce años en expresión que no necesitó traducción. En los libros quedará escrito que la décima Copa de Europa madridista se consiguió ante el rival más digno. En Madrid, este día será recordado para siempre.
Horas después reinó la calma en la capital de Portugal y en la ya madrugada de un 25 de mayo histórico volvió a resonar la sentencia de Manuel Jabois: «El madridismo siempre fue ganar en primavera».
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