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Sacrificios de la revolución

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Fuente: Getty Images

Uruguay's Luis Suarez Acaba de emerger el nuevo Barça de Luis Enrique para encarar el mayor de los desafíos que se le recuerda al equipo en la última década. Y es que el reto de retomar el dominio nacional e internacional es equiparable a la obligación histórica de poseer una identidad futbolística propia, que vistos los últimos acontecimientos, puede variar ligera o considerablemente de la asociada a la entidad azulgrana los últimos años.

Visto el éxito alemán en Brasil, no pocos serían opositores de tal medida. Pero aunque el fondo es el mismo, la forma germana dista un mundo de la azulgrana. El mejor portero del mundo (Neuer), defensas de talla física, técnica y táctica sobresalientes (Hummels) o todocampistas incansables e imaginativos (Kroos, Khedira, Reus, Schweinsteiger) la hacen, a día de hoy, la más precisa y eficiente manera de jugar y ganar en este deporte.

Este incipiente y desconocido Barcelona se está gestando en un verano sin cortapisas ni conservadurismos. Revolución sin miramientos. La que se debía haber acometido paulatinamente a lo largo de los últimos dos o tres años. Al respecto, un mar de críticas se ha vertido ya. Por tanto, nada más que añadir desde aquí. Sólo queda acertar ahora, que no es poco cometido. La exigencia de un cambio tan brusco conlleva, desgraciadamente, sacrificios. La mayoría, injustos para sus protagonistas, y por ende, para la entidad.

El primero será, aunque no se sabe en qué grado, el estilo. Con Luis Enrique al mando, se espera una parecida apetencia por el esférico aderezada por los rasgos que le definieron como santo y seña del barcelonismo: pundonor, orgullo y entrega. Con un delantero como el uruguayo Luis Suárez, al fin la plantilla blaugrana contará con un 9 definidor, muy distinto al perfil medio de los arietes culés. Aire fresco en la forma de atacar. Nuevas variantes que se hacen indispensables para dotarle al equipo de imprevisibilidad. Las que el Tata Martino prometió y nunca acometió.

El segundo, económico. Dicen sus gerentes que el club se puede permitir un gasto muy por encima del que acostumbra la entidad cada verano. Habrá que creerles. La deuda sigue ahí, alta, hasta insultante en los tiempos que corren, pero menguando temporada tras temporada. Veremos si en el ejercicio anual de cuentas del año próximo sigue la tendencia o se paga la factura de un verano desmedido.

Y tercero, los futbolistas. Algunos, como el caso de Alexis, que no merecían salir por su rendimiento y actitud. Ningún club del mundo se hubiese desprovisto de un jugador con 21 goles y 13 asistencias en Liga, sin contar el impagable trabajo defensivo y colectivo que aporta en cada encuentro. Ha salido porque era de los mayores activos del club, labrado por su excelente rendimiento deportivo las dos últimas campañas. Se necesitaba dinero para la revolución. Pero no deja de ser injusto. El otro podría ser Xavi. El alud arrollador que arrasó a su club y a su selección lo han sumido en la duda. Sigue siendo válido para el futuro, pero todo parece indicar que será otro sacrificio de la nueva era.

Toda reconquista se labra a base de bajas y cambios drásticos. La que pretende iniciar el Barça no será una excepción. Y aún queda mucho verano por delante.