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Fíchese con cabeza: sobre la innecesaridad de los fichajes en la élite del fútbol

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MálagaManuel Arenas.- El verano es época propicia para rellenar las portadas de la prensa futbolística con noticias referentes a fichajes, dada la consabida ausencia de competiciones que llamen la atención de los aficionados. El reguero de contrataciones despierta recurrentemente un interrogante acerca de la idoneidad de los fichajes, o dicho de otra manera, ¿por qué se ficha tanto y a precios tan desorbitados? ¿Es, acaso, necesario? Los fichajes se podrían justificar aduciendo que los equipos deben renovarse y aprovechar la supuesta calidad de las nuevas incorporaciones para prepararse mejor ante el inminente comienzo de la competición. Ni que decir tiene que este argumento es lícito en aquellas ocasiones en las que se han producido bajas, lesiones, o el rendimiento de algún titular ha descendido notoriamente. En el resto ocasiones surge la duda acerca de si es realmente necesario fichar y la duda se vuelve en muchos casos certeza en aquellos equipos que están bien surtidos de jugadores.

Pero la sorpresa (y a veces indignación) es todavía mayor cuando se comprueba el alto precio que se paga por algunos jugadores. Es interesante observar cómo las cantidades que antes se consideraban aberración, ahora parecen socialmente normalizadas. Pero inmediatamente, vuelven a superarse barreras y así se repiten los aspavientos de sorpresa y aberración por los millones de euros que se pagan por los nuevos fichajes. Y es que los precios de los jugadores han aumentado de manera exponencial en los últimos años hasta romper el mercado, y «los grandes» siguen gastando sin parar, posiblemente de manera irresponsable.

La voluntad de los clubes de incorporar nuevos jugadores a precios desproporcionados, siendo conscientes, en determinados casos, de la innecesaridad de las operaciones, puede encontrar diversas explicaciones. Por un lado, es notable la influencia del contexto en el que los equipos se ven inmersos. Es un hecho que existe un sector social, el de los seguidores más acérrimos, que vive durante el verano excitado por la incertidumbre y el runrún acerca del fichaje que está por venir. Ese sentimiento se incorpora a la política de los clubes, y ayuda a que se produzcan movimientos en el mercado de fichajes. No se debe olvidar que, a la postre, las entidades deportivas se deben a sus socios y seguidores, y aunque a veces no se dé en la práctica, lo cierto es que su obligación es contentarles, y al mismo tiempo, aprovechar y ofrecerles una nueva camiseta que adquirir.

Por otra parte, la propia lógica del mercado de fichajes tampoco ayuda a evitar operaciones innecesarias. La extrema competitividad entre clubes crea en estos un gran afán de superación, que si bien es aceptable, podría evitarse en situaciones en que, siendo redundantes sus consecuencias, acaba además provocando daños colaterales en la imagen del fútbol en particular y del deporte en general. Como muestra el dilema del prisionero, en situaciones de interdependencia como es la que se encuentran los clubes a la hora de fichar, no es siempre la mejor opción perseguir el interés propio. Sería más racional llegar a un acuerdo por el que los agentes, los clubes, decidieran no derrochar tanto dinero en fichajes innecesarios. Pero como no hay la seguridad de que el otro vaya a cumplir con el pacto, ambos se ven abocados a fichar, para así no quedarse en posición desaventajada. Tristemente, al final adoptan una decisión que es peor a la que podrían haber llegado.

La ineficiencia a la que se llega y las consecuencias que ello tiene por no haber adoptado acuerdos, como se ha advertido previamente, no únicamente afecta al mercado. Lo cierto es que también incide en la imagen de los clubes, del fútbol, y en la del deporte en general. Es por ello que fichar responsablemente debería ser uno de los objetivos prioritarios de la élite futbolística, aunque todo indica que actualmente no lo es ni que vaya a cambiar a corto plazo. A cualquier amante del fútbol que se precie le complace que su equipo fiche, y que fiche bien. Pero no a los costes antes mencionados, y muy en particular con el riesgo de la estabilidad financiera del propio club.