Isco fue una de las claves del Real Madrid ante el Elche. El malagueño estuvo en su salsa durante todo el encuentro, donde partiendo de titular, jugó e hizo jugar.
Después de pasar los primeros quince minutos algo desapercibido, el veintitrés blanco empezó a encontrarse 
cómodo. Pases, desbordes, dirección de juego y organización. Fue el que inició la jugada del tercer gol del Madrid, abriendo a banda para que Marcelo centrase lo que iba a ser el remate a gol de Cristiano. Y el nexo con este último quedó patente durante el transcurso del partido. Bajó constantemente a recibir para subir el balón hasta la delantera, donde intentaba en todo momento combinar, en varias ocasiones después de un dribbling.
Mientras Illarra y Kroos se ocupaban de tareas más posicionales y defensivas, Isco parecía contar con el beneplácito de Ancelotti para jugar con cierto grado de libertad. Todas las jugadas en ataque pasaban por sus botas, se notaba que quería el balón. También generó faltas, corrió en defensa y robó balones. Pero al margen de todo eso, Isco le da al Bernabéu eso que muy pocos son capaces de darle: magia. Se notó, por ejemplo, en el minuto 63, cuando fue ovacionado después de bailar delicadamente con la pelota pegada al pie.
La capacidad de crear expectación la demostró el chaval con cada balón que tocó. Siempre se podía esperar algo nuevo, algo diferente. Por eso Ancelotti no debería dudar en buscarle un hueco en el once de manera permanente. Ahora, antes de lamentarse por no haberlo hecho a tiempo.
@Manuel7Arenas
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