El pasado domingo, y tras la goleada del Barça al Levante, un pequeño con tan solo 10 primaveras me argumentaba la escasa simpatía que en él despertaba La Liga. Sí, aquí en territorio americano también la llaman así, sin adaptación a la lengua de Shakespeare.
Y no se engañen, aquí son mucho de La Liga. Los niños celebran los goles en los campos de soccer con un salto al cielo y con los brazos extendidos, al más puro estilo Ronaldo. Aquí Iniesta también es conocido como ‘el ilusionista’ (léase con acento yankee), y todavía hay algún rezagado que menciona a ‘los galácticos’, los de antes, claro.
Y es que este pequeño imberbe me hablaba de una Liga de tres, donde el único aliciente se encuentra en los enfrentamientos directos entre Madrid, Barcelona y Atlético. ¿El resto de partidos? Puro entrenamiento, sin más. No le falta razón. Y es que son ya 10 los años que han pasado desde que el Valencia del doblete conquistara La Liga, 9 si obviamos la más que grata irrupción de los colchoneros.
Aquí son más de la Premier League, donde el abanico de posibles aspirantes al título es más extenso cada temporada, y donde los ‘pobres’ pueden asomarse a la cabeza de la tabla de manera asidua.
Habría que preguntarse si realmente esta es La Liga que quiere el aficionado, un título doméstico que se ha vuelto insulso con el paso de los años, y donde, hasta un niño de 10 años se cuestiona el atractivo de ‘la mejor liga del mundo’.
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