Inicio Opinión daniel mata Un mágico común denominador

Un mágico común denominador

Compartir

soccerRedonda, ovalada, de piel de vaca o de goma. Entre tres palos, dentro de un aro o cuanto más lejos mejor. Da igual el fondo y la forma. Si hay un denominador común que tienen todos los deportes es ese, el deporte. Redundante pero rotundo. Algo que en Estados Unidos he podido comprobar a gran escala. Béisbol, fútbol americano y baloncesto son los reyes aquí, sin lugar a dudas. Pero la inyección en vena del virus deporte empieza desde muy temprana edad. Con tan solo 5 años los pequeños americanos ya disponen de una agenda más apretada que la de los Reyes (los buenos) en Navidad.

 No importa la categoría. Desde middle school, high school o college. El deporte es pasión, valores, equipo, competición… Lo pude vivir la pasada semana en la final de un torneo de béisbol. Los jugadores apenas alcanzaban el metro y cuarenta centímetros, y el área de juego se adaptaba a tan reducidas medidas. ¿El premio? Un pequeño trofeo y una caja a rebosar de donuts para los pequeños que bateaban a cuatro grados de temperatura. Las gradas repletas de padres y madres, chaqueta en mano, alentando (más bien gritando) cada strike o cada pitch de sus retoños. El resultado fue lo de menos. Lo que realmente me sorprendió fue la atmósfera y la trascendencia que rodeaba a aquel partido, pese a situarse en el Fosina City Park, en la pequeña localidad de New Rochelle.

 Si hubiera cerrado los ojos seguramente no habría adivinado la relevancia del partido de no ser por las agudas voces de los protagonistas. Las órdenes del coach, que se veía en la obligación de inclinarse para dirigirse a los suyos, eran comparables a las de una cita mundialista. Y los integrantes del equipo hacían corrillos por su cuenta para comentar la siguiente jugada. Ganaron los locales, que bañaron al entrenador, al más puro estilo película americana. Toda esta mezcla de situaciones se reducen al mismo patrón, el deporte. Aquellos que no lo viven de cerca se preguntan cómo once, cinco, o dos jugadores pelean por una recompensa que puede resultar efímera. La respuesta se encuentra en estos campos, donde abunda más la tierra que el césped y donde un chorro de agua sirve para curar cualquier rasguño.

 El colofón llegó con el discurso final del entrenador, recitando un pequeño, improvisado y personalizado discurso hacia cada uno de los diez componentes de ese equipo de bajitos. Los padres tomaban fotos, mientras los pequeños luchaban por sostener su trofeo y su merecido donut. Me preguntaron si haría la crónica de aquella final. Mis escasos conocimientos beisbolísticos me lo impedían. Realmente no lo necesitaba. Tan solo necesité fijarme en aquel escenario, en aquellos niños y en aquellos gestos que se repiten día a día en cualquier campo, ya sea de fútbol, baloncesto o béisbol, y que juntos dan significado al deporte y lo convierten en algo único.