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Betis 1-2 Alavés: Una tormenta perfecta

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El Real Betis Balompié ha perdido (1-2) en el Benito Villamarín ante el Deportivo Alavés en lo que podría significar el fin de las aspiraciones de Julio Velázquez como entrenador verdiblanco. Los visitantes, que se adelantaron gracias a los tantos de Juli y Raúl García, sólo sufrieron durante unos minutos del encuentro tras un gol de Rubén Castro.

Julio Velazquez BetisEran las seis de la tarde en Sevilla, el sol había dicho adiós hacía rato y un manto de agua caía incesante sobre el césped del Benito Villamarín. El Alavés, tras saltar al campo, debió creerse que no jugaba en la capital de Andalucía sino en Vitoria; que el viaje para cruzar la península de norte a sur había sido un sueño. Los jugadores béticos por su parte, después de salir del túnel de vestuarios, hubieron de pensar que aquello no era un sueño sino una pesadilla, y que en efecto jugaban en territorio vasco.  Julio Velázquez, noventa y cuatro minutos después de que el balón comenzase a rodar, habría deseado poder cobijarse bajo esa excusa.

A la media hora de juego los visitantes ganaban dos a cero, correteando felices, mientras desde la grada los cánticos contra todo lo que se movía en el césped y en el palco retumbaban implacables. Los jugadores del Alavés estaban en el centro del entuerto, en una pelea que no era la suya, y decidieron tomar la decisión más inteligente: jugar a fútbol. Les salió bien y de regalo pudieron alzar los brazos en dos ocasiones. Primero tras un centro lateral cabeceado por Juli; después gracias a un disparo de Raúl García colocado desde la frontal del área que acabó en la escuadra de Adán. La defensa verdiblanca, evidentemente, ni se percató.

Por sus gestos desde la banda Velázquez si pareció enterarse, aunque no supo organizar sus ideas para plasmarlas en un mapa. No dejó de llover nunca. Salieron ambos laterales, entraron Lolo Reyes y Cejudo, y apareció también después sobre el campo Pacheco, pero el Betis murió buscando la remontada de una forma sintomática: con Alfred N’Diaye, exhausto, empotrado en la delantera a la desesperada.

EFE Rubén Castro Betis decepciónA pesar ello no fue lo peor que pudo contemplarse para espasmo de la grada. Recortó distancias Rubén Castro de penalti, y gracias a su instinto así como a la calidad de Rennella y Dani Ceballos el cielo pareció abrirse momentáneamente. El Alavés reculó con prudencia, sonaron tambores de guerra -o de remontada- y entonces ocurrió. Treinta minutos ininterrumpidos de balones colgados sin criterio en dirección a la frontal del área visitante. Los defensores vitorianos a punto estuvieron de sacar a sus hijos al césped para disfrutar del gracioso e inofensivo espectáculo. Una y otra vez despejaban el cuero bien lejos esperando a que de nuevo los Bruno, N’Diaye o Xavi Torres volvieran a intentarlo.

Julio Velázquez, mientras aquello sucedía, no dejó de gesticular ni un instante pegado a la línea de cal. Se sospecha que cuerpo técnico y plantilla no hablan el mismo idioma. Así pues siguieron ocurriendo hechos insólitos en esta tarde sevillana en la que no dejó de llover. El defensa Bruno intentando centrar desde la banda; Cejudo caminando tras veinte minutos sobre el campo; Dani Ceballos cargando con todo el peso del equipo; el italiano Rennella obligado a bajar balones al césped sin poder explotar su calidad con los pies, etcétera.

Nadie entonces confió, ya no en la remontado, sino tan siquiera en el triste empate ante el coloso Alavés. La magia del Betis es esa: posee una capacidad innata para dar la vuelta a la realidad por todos aceptada. El equipo menos peligroso puede acabar convertido en gigante. El candidato al ascenso directo puede acabar desdibujado en mitad de tabla. Ah, y una plantilla y cuerpo técnico españoles pueden olvidarse de cómo era aquello de comunicarse tras catorce jornadas ligueras.