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Enemigos del silencio

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Gran parte de mi adolescencia la pasé gritando. Dejándome la voz y el dinero solo por animar a un puñado de jugadores que solían perder. Formé parte de un oasis dentro del oscuro gris del Estadio de La Victoria. Un espacio que llenábamos de juventud, de color y de energía. No nos considerábamos ultras, incluso muchos no éramos mayores de edad. Pero el sentimiento que nos unía a todos por los mismos colores me enganchó. El compañerismo, las alegrías, las decepciones, todo cabía entre tantos gritos.

Había días que sentía que el partido estaba acabado, que me iba a volver otra vez a casa cabizbajo y con la sensación de haber desperdiciado la tarde pasando frío. Sin embargo, llegaba una jugada en los últimos minutos y el Jaén marcaba el ansiado gol. Los abrazos me llegaban desde cualquier lado. Sin duda, era el momento que esperaba durante toda la semana. Poder celebrar junto al resto un triunfo más.

Ahora, desde la distancia me alegra haber formado parte de una hinchada durante algunas temporadas. Me ha servido para conocer una parte del fútbol que no se le parece a ninguna. He conocido ciudades junto a cientos de personas mientras cantábamos al unísono una misma canción, me he bajado emocionado de un autobús mientras nos escoltaba la policía por el hecho de ser ‘peligrosos’, incluso me ha servido para asumir las derrotas. Entendí que los fracasos siempre se afrontan mejor si estás acompañado.

Durante los últimos días el movimiento ultra español es el tema principal de debate de los medios de comunicación. Al igual que la clase política defiende que los corruptos son solo unos pocos, no se puede tachar a todos los ultras e hinchas como violentos. A veces las ideas políticas, que para mí tendrían que desaparecer cuando te pones la camiseta de tu equipo, encienden la llama de la violencia. El fútbol importa poco cuando los insultos y las amenazas han llegado. Ese es el problema, la irracionalidad de personas que creen que sus ideas y colores son los únicos válidos.

Sin embargo no todo es violencia entre aficiones. Las previas de los partidos junto a aficionados o ultras de otros equipos son escenas que tendrían que aparecer en los medios para que la sociedad también se diera cuenta de que no solo quedan para pegarse con palos. Los ultras e hinchas también decoran la grada de su equipo, intercambian bufandas con la afición del rival, organizan torneos de fútbol e incluso participan en recogidas de alimentos para los más necesitados.

Miembros de Orgullo Lagarto en una recogida de alimentos
Miembros de Orgullo Lagarto en una recogida de alimentos

De vez en cuando voy a cubrir algún partido como periodista. Desde la zona de prensa miro detrás de la portería y sonrío. Envidio a ese puñado de chicos y chicas saltando y gritando. Quizás tendríamos que ponerle la misma pasión que ellos en otros temas de la vida. Temas como la educación, la salud o la política. Si no gritamos no nos podrán escuchar.