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Fútbol, pasión mal entendida

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Opinión | Pedro Expósito.- En la maraña de imágenes que nos deja cada día el fútbol me detengo en una, un abuelo destrozado por la emoción abraza a su nieto que, aún sin ser consciente del hito, siente en la pasión por sus colores la necesidad imperiosa de aguantar las lágrimas mientras sus ojos  esbozan un amago de llanto. Racing de Avellaneda acababa de salir campeón de Argentina después de trece años de letargo.

Racing AvellanedaEn estos días donde, en España, están primando cosas en el fútbol muy ajenas al espectáculo, véase la Operación Neptuno, la “expulsión” de ultras de los estadios o las últimas jornadas de violencia en los campos más modestos de Andalucía es un consuelo, y casi una necesidad, toparse con instantáneas como la anteriormente citada. Se confunde pasión, amor por unos colores, con la insensata demostración de fuerza violenta, insultos o vejaciones hacia el rival para ensalzar la grandeza de tu club. Flaco favor.

En los tiempos que corren se antoja difícil, y hasta peligroso, acudir en familia a los estadios. El civismo brilla por su ausencia y a esto hay que añadir el tema de los horarios, que trataremos en otra ocasión. Se está acabando con la tradición de ir en familia al fútbol. Del abuelo llevando al nieto de la mano al estadio, llámese este Santiago Bernabéu o Municipal de la Línea, del bocadillo y la cerveza con el rival. O al menos eso nos venden.

Se puede entender la pasión sin insultos, sin violencia, sin menospreciar al rival y no por ello tiene que asemejarse ni extrapolarse comportamientos de otros deportes, pongamos de ejemplo el tenis, al fútbol.

La violencia, de cualquier tipo, es una derrota más en el mundo del fútbol. Para tú equipo. Para la sociedad en general. Es consecuencia también de años de permisividad. Sin embargo siempre tras cada tormenta sale el sol. La experiencia tiene que servir para aprender. La derrota es realmente una derrota cuando no la utilizamos para mejorar.