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Luis Oruezábal, expulsión injusta

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IMG-20141231-WA0009El último día del año ha sido para mí, siempre, un punto y seguido. Un espacio en el que se cumplen ritos pero nada que escape a lo convencional. Rutina feliz o amarga. Hoy reconozco que se me ha roto algo y que tengo sensación de que, de verdad, se ha terminado una historia que tenía que ver conmigo. A fuerza de conocer gente y hacer hilvanes con las palabras y las relaciones uno trivializa, sin embargo no todo es igual ni las personas dejan la misma huella.

Esta mañana recibí la noticia (Jorge Ruiz, palabradefutbol.com) de que Luisito Oruezábal había muerto. Hace años que ya no lo relacionaba con el fútbol y sí con los abrazos que nos dábamos muy de tarde en tarde en “Chikito” su restaurante en Granada. Hay amistades que se cimentan con el roce diario y otras a base de cariño y admiración, de eso andábamos sobrados.

Luis y yo pasamos muchas mañanas al sol. A él le habían roto la tibia y el peroné, yo era un aprendiz de periodista que no se perdía ni un entrenamiento del Real Jaén. No me gustaba que me lo contaran, necesitaba ver cada sesión y escuchar cómo se urdían los planes del domingo. Luego el fútbol los rompía casi siempre pero, cuando salían bien, yo era casi tan feliz como los jugadores porque lo había vivido en fase de ensayo. Esto no lo disfrutarán nunca los nuevos periodistas…peor para ellos. Hablan como si volvieran de todo cuando, en la mochila, llevan dos historias mal contadas, tres partidos por la tele y una dosis insufrible de estrellas prematuras y caducas antes de nacer.

Luis se había roto en un partido contra el Castilla. La lesión fue terrible y viví junto a él la recuperación, el sufrimiento de la lentitud, el dolor de cada esfuerzo. Era un profesional y le puso horas a lo que, él lo sabía, era un imposible. Su capacidad de trabajo, su fe y su nivel de profesionalidad me enseñaron que, pese a la adversidad, uno debe trabajar hasta que a uno le falten las fuerzas. El fútbol terminó, pero aquellas mañanas al sol, Luis con su zapato de hierro fortaleciendo músculos y yo con mi curiosidad inagotable, escuchando sus historias, a mí me dejaron  enseñanzas que todavía uso.

La vida le ha entrado en falta y, sin razón ni necesidad, lo ha expulsado. Tremendo error pero ya no hay marcha atrás.  Mi respeto al jugador, mi cariño enorme al amigo y mi indignación porque las cosas no son así. Acepto las reglas del juego pero ni lo entiendo ni jamás aceptaré lo absurdo como explicación. Hay quien lo explica todo con lo inexplicable, a mí no me llega con eso.

Luis, ya no estás en ninguna parte, solo en el lugar que te conceda la memoria de los que te queremos. Aquí están mi corazón y todas nuestras conversaciones, sé que para ti ahora es igual pero….a mí me sirven, mucho. Gracias. Beso.