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Grande Galeano

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José Manuel Ríos Corbacho

Profesor de Derecho Penal de la Universidad de Cádiz

Director del Fórum de Derecho, Ética y Deporte de la UCA

 

 

3e1027a679Hace unos días, leí una de las noticias que me mas impactó y que me hizo derramar alguna que otra lágrima interior. Fue el fallecimiento, a los 74 años de edad, del gran escritor Eduardo Galeano. Todos los que amamos el fútbol, debemos estar de luto pues, sin temor a hacer una metáfora y, por supuesto, sin estridencias, el literato uruguayo, bajo mi criterio, ha hecho tanto por el fútbol como Pelé, Di Stéfano, o incluso Maradona. Eso sí, lo hizo en otro estadio, en el estadio de las letras y de la cultura, siendo el altavoz universal que tuvo el fútbol desde los años 70.

El charrúa, nació en una familia burguesa muy acomodada y conservadora, aunque desde el principio de su carrera, se fue “proletizando” pues estuvo más cerca de las clases más humildes, que de las que había surgido, sin eludir nunca los problemas sociales. Desde su faceta de periodista inició su obra literaria con el género del ensayo, llegando hasta la literatura de ficción. Como no podía ser menos para un escritor con compromiso, el General Jorge Alberto Videla le condenó a muerte durante el periodo de la Dictadura Militar Argentina. Lógicamente, el lector con buen criterio, no pensará que eso era patrimonio del escritor, pues todo el que en aquella época de la aciaga historia argentina pensara en contra del régimen, era torturado y ejecutado.

Galeano, fue el molde de todos los escritores latinoamericanos comprometidos, y uno de los que más dignificó América Latina, sin discusión. En 1971 escribió: “Las venas abiertas de América latina”, siendo ésta su obra maestra,  que fue la puerta al mundo intelectual para varias generaciones de latinoamericanos.

Perteneció a aquel tridente, al más puro estilo letal de Bale, Benzema  y Cristiano Ronaldo, junto a Benedetti, y Viglietti. Éstos, heredaron el mensaje de la izquierda, pero con un aire más hedonista, más lúdico y, por supuesto, no exento de romanticismo, esto es, un mensaje más cercano al gran Neruda que al Che Guevara. Además, D. Eduardo, refutó la idea del socialismo científico, dejando atrás la radical ideología soviética, para tomar partido por una idea de izquierda, basada en una modernidad ideológica, que apuntó en su literatura afincada en un progresismo más moderado y acorde con la sociedad de la época que estaba viviendo.

Los pilares de su obra fundamentalmente fueron tres: una aproximación intelectual al fútbol, el compromiso social y medioambiental.

En la obra de Galeano, está latente el amor por el fútbol, al que le dio un aspecto literario y cultural que jamás nadie le pudo ofrecer. Para esa máxima de la que yo hago gala en cada una de mis alocuciones, de que el fútbol es cultura, él fue el más importante ariete.

En el vocabulario de su vida, sin lugar a dudas, la palabra “compromiso”, estaba subrayada con fluorescente, siendo el motor de una obra donde primó, desde el principio hasta el final, el humanismo más sentido.

Su curriculum literario hizo escala en el mundo del balompié, aunque hizo muchas referencias a los largo de sus trabajos, con dos libros, “Su majestad el fútbol” (1968) y “El fútbol a sol y a sombra” (1971), auténtica obra maestra, que utilizo en cada trabajo que realizo sobre el Derecho penal del deporte, y que me enseñó mi maestro, Juan Terradillos, al que acudía siempre, por ejemplo, en un magnifico trabajo publicado en la revista Fair Play de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona en su número 1, en el que hace varias referencias a Galeano, afrontando los problemas del juego limpio en cada una de las parcelas del deporte.

El mismo día que murió el escritor uruguayo, también el premio nobel de literatura alemán Günter Grass, dos críticos contra el sistema, dos rebeldes con causa, quizá premonitorio, pues fueron dos escritores que pusieron boca abajo los sistemas sociales preestablecidos que vivieron, y que tuvieron la valentía suficiente desde sus letras, para luchar, sin armas, contra la injusticia social, con el ánimo de que la sociedad conociera los abusos de este mundo tan torcido.

El deporte rey, es uno de esos ejes invisibles que mueven el mundo, Galeano lo vio también así, aunque dándole un sesgo diferente. El deporte es cultura en general, y el fútbol, lo es en particular. A la par que moría Galeano, conocí, gracias a Rafael Comino (buena persona, grandísimo amigo y abogado del jugador que pone la magia en el Real Madrid, si, si, el número 23), a un chico fantástico: Rafa Villén. Rafa, es un jugador humilde, eso sí, lleno de criterio y elegancia tanto dentro del campo como fuera del mismo. Fue un lujo conocerlo. Jugador de mucho porvenir, tuvo una grave lesión que le apartó de la carrera espacial hacia la galaxia del fútbol profesional en el que se encuentran las grandes estrellas del sistema, los Ronaldos, Messis, Bales, Neymars, etc, etc. Pero para mi conocí a un grande. Actualmente, juega en el equipo malagueño del Palo, equipo de 2ª B, donde para mi es el mejor, entre otras cosas porque hace el A, B,C, de futbol: echar la pelota al suelo y jugar con criterio de una manera elegante. Un lateral izquierdo, a la que la vida del estrellato futbolística no le ha sonreído. Pero Rafa está lleno de bondad, y tal como juega dentro del campo, juega fuera del estadio. Es una persona con la cabeza muy bien amueblada, de fácil palabra e ideas claras. Es una rara avis, no solo en 2ª B, que lo es, si no que es un futbolista diferente: esta terminando ingeniería de telecomunicaciones, y su objetivo, es jugar por devoción, y estudiar para tener una vida profesional en condiciones. Ese es el modelo. El modelo de un chico que proyecta educación en el campo, solidaridad y muchos, pero que muchos valores. El fútbol debe ser una escuela de valores. Debe hacer personas y debe ayudar a la formación, formación que hace, a todas luces, a un futbolista grande. La historia de Villén, es la que debería imperar en todo el planeta futbolístico. Esa circunstancia, haría que se desplazara en gran manera esa patología que afecta al fútbol moderno: amaños, dopaje, delitos fiscales, violencia. Seguro que la formación, en cualquiera de sus facetas, sería un modelo preventivo que haría a los futbolistas, muchos mejores, mucho más personas. Gracias Rafa por ser así.

Intuyo, que un pilar importante para los que vivimos para el fútbol, lo diseñó Galeano, que con su palabras y su negro sobre blanco, nos cautivo a los que creemos que el fútbol no está reñido con la cultura, y que la persona más formada, puede eludir determinadas miserias sociales que suelen aparecer en el deporte desgraciadamente.

Eduardo Galeano era de la filosofía, como expone en sus trabajos, de que “ganamos, perdimos, igual nos divertimos”; hizo semblantes del gol, del portero, del arquero, del hincha, del lenguaje de los doctores del fútbol, del balompié como guerra danzada, del lenguaje de la guerra como imagen sonora del fútbol, de la pelota como bandera, de los grandes futbolistas de todos los tiempos: Schiaffino, Abbadie, Pelé, Maradona, Di Stefano y tantas y tantas leyendas que tenían como juguete el cuero.

El escritor charrúa fue muy, pero que muy grande, eso sí, tengo una circunstancia, desde mi humildad, igual que él: quiso ser jugador de futbol como yo, pero como yo, jugaba muy bien, era un fuera de serie, pero sólo por la noche mientras dormía: “durante el día era el peor pata de palo que se ha visto en los campitos de mi país”, o como dijo el “negro” Fontanarrosa, palabra que hago mías, que el hecho de no ser jugador de fútbol, fue por dos circunstancias: mi pierna derecha y mi pierna izquierda.

 Galeano, aspecto que suscribo fielmente, al igual que John Carlin, en su libro La tribu, apuestan por el buen fútbol, fuera de colores y de bufandas, entendió que a la largo de su vida se convirtió en un “mendigo del buen fútbol”, “yendo a los estadios, sombrero en mano, y suplicando una linda jugadita, por amor de Dios”.

Sirvan estas palabras para homenajear humildemente a un grande, a alguien que seguramente el fútbol no le hará justicia, a alguien que fue capaz de introducir la literatura en un terreno de juego y, eso si, sin lugar a dudas, es un gol por la escuadra. Galeano vivirá siempre, no puede morir; en la parte que me toca, yo lo tengo siempre presente y ya forma parte de mi obra. No hay trabajo en el que no lo cite y reflexión jurídico-deportiva en la que no lo piense. Le envío, esté donde esté, un fuerte abrazo de gol. Gracias Maestro.