Era raro. Un asunto de tanto calado como el de los derechos televisivos parecía haberse cerrado sin incidencias y entre gestos de satisfacción. Era raro. José Ramón de la Morena, en su programa El Larguero, informó del verso suelto y El Chiringuito de Josep Pedrerol recogía y comentaba esa información. La noche deportiva zarandeó el idílico acuerdo. Tema recio. Los jugadores han alzado la voz para desempolvar el “hacha de huelga”. El ruido metálico del reparto ha despertado la atención de los actores principales, los futbolistas. Ellos son el principio, la base que sostiene el espectáculo. Las empresas, los clubes, lo ven de otra forma.
Sin embargo creo que todo es un poco forzado y que se podría haber hablado, o se podrá hablar, sin necesidad de talar el árbol de la Liga en su última jornada. Si es solo una cuestión de porcentajes no debiera haber necesidad de ir tan lejos. AFE, LFP y CSD son agentes muy entrenados en la negociación. Era extraña la calma y la ceremonia de parabienes, como extraña me parece la salida en plancha del sindicato de jugadores. Desconozco si antes sondearon, pidieron o exigieron pero, seguramente, alguien mece con agitación esa cuna. Rubiales no es tonto, los jugadores no tienen muy desarrollado el músculo de la agitación, no están cómodos en este registro y, en general, se agradecería un acuerdo sin estridencias. Debe imperar la cordura e imponerse las soluciones con palabras. El fútbol tiene una ocasión para escenificar un entendimiento, hablando.
Es momento para la diplomacia, la sensibilidad y la justicia. La huelga es un derecho pero no necesariamente el único camino. Esto lo deben entender los jugadores y los clubes, ser conscientes de que en, un momento tan importante, no deben perder la perspectiva y cegarse. Ni sería justo ni seria entendible.
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