Inicio futbol contado Fútbol Contado: Paco Montijano

Fútbol Contado: Paco Montijano

Compartir

Hay un eje de fútbol muy fértil entre Torredonjimeno y Martos. Casi pegadas por el costado, estas dos ciudades guardan muchas jornadas memorables de fútbol. Aire de domingos de antes, con riadas de gente que, tras las comidas familiares, enfilaban el camino del campo en cada ciudad. Procesiones de fútbol, ritual y liturgia deportiva que el tiempo y los ingenios modernos han desmontado. El “Matías Prats” o el “Chamorro Martínez” eran lugares de culto donde, cientos y cientos de personas, acudían a la llamada de esas cosas que el fútbol maneja como nadie: la emoción y la pasión.

Jaén es una provincia vertebrada por la pelota y fecunda en jugadores que han logrado, usando bien sus habilidades, convertirse en ídolos domésticos. Pepe Cuesta, en Martos, Indio en Linares, Toral en Úbeda, Carrero en Villanueva, Arcas en Ibros o Juanito, el panadero, en La Guardia.

Cada pueblo tiene su patrón en la Iglesia y, en el campo de fútbol, un jugador que hacía el milagro del gol y la alegría. La fiesta del patrón es una vez al año, la fiesta del fútbol una vez a la semana. El domingo era el partido y las tertulias duraban siete días. Los comentarios, las discusiones acaloradas, las barbaridades y casi los roces físicos, ahora se ven en la tele pero, de toda la vida, se han escenificado en los bares de cada pueblo que tenía equipo de fútbol. El fútbol interpretado por sus protagonistas. Lo mismo daba que jugaran sobre la tierra recién mojada por la manguera o que hicieran de jugador añadido desde la grada. Eran equipo, pueblo…perdían y ganaban todos.

llamazaresEsa es la razón por la que el fútbol tiene mucho que ver con nosotros. Con algo que llevamos dentro y  somos muy poco capaces de explicar. A este deporte, indefenso y mal explicado, se le puede sacar punta y vincularlo con cierto atontamiento, puede ser, pero no atontan menos la religión o la política y se consideran, por amplios sectores de la ciudadanía, herramientas necesarias para la convivencia. El fútbol hace lo que puede pero, la verdad, es que puede mucho. Las sociedades necesitan referentes y lo más cercano al pueblo son los héroes. Personajes que dan gloria a base de acciones individuales que sirven para imponerse a un rival, adversario o enemigo, de todos.  El fútbol según el escritor Julio Llamazares es: “Una batalla en la que participamos por representación. Tenemos nuestro escudo, nuestra bandera y unos señores que, en el campo, luchan por nosotros” Es así.

Quien amó el fútbol, lo vivió, lo sufrió y lo sigue mirando con respeto, pese a no estar dentro, demuestra que conoce y sabe el terreno que pisa. Escarbando en las cosas que tengo, mirando fotos y echando mano de experiencias vividas, vuelvo a poner en pie otro episodio de recuerdos y lances que dignifican el fútbol de Jaén. Hoy echo a contar por los caminos más auténticos de la pelota. Hay que tener mucha sangre fría, mucho honor y llevar mucho plomo en el costado para decir adiós en plenitud. Eso solo lo hacen los que tienen la dignidad como forma de vida y un respeto descomunal por el juego que aprendieron en la calle y que les marcó felizmente la vida.

Paco Montijano lleva escrito en la cara que, jugando al fútbol, no regala nada. Ni en el campo ni en un banquillo: nació para ganar. Cuando pierde, durante un rato, es como si se le hubiera muerto alguien. A Carlos Bilardo, Campeón del Mundo con Argentina, le pasaba igual. Los dos me han transmitido la misma sensación en la derrota: desolación. Paco era un crío y tras perder un partido le acerqué el micrófono, en la puerta del vestuario del Martos y, sin mirarme a la cara, roto, me dijo: “Estoy jodido, esto es una mierda” entró en el vestuario y al salir con el pelo húmedo de la ducha vi en su cara dos ojos rojos, seguramente de gel pero también de lágrimas. Entró un guerrero desolado y salía un niño con el alma descompuesta.

Paco vivió el fútbol siempre de esa manera. Juan Gómez, «Juanito«, con el que Paco tuvo una buena amistad, sentía lo mismo y vivía con el mismo dolor esas situaciones. Quizás ahora se viva el fútbol de otra manera y con otros principios. Esta, entre otras cosas, fue la razón por la que, en su momento y demasiado pronto, Montijano decidió irse: “El fútbol  ya no me podía dar lo que yo pedía. Mi forma de ser no es de medias tintas. Si estoy, es para hacer cosas que merezcan la pena. Hoy, por desgracia, todo es diferente. Se acabaron los recursos, se acabó el compromiso y se ha acabado el punto romántico que compensaba el esfuerzo, el trabajo y el sacrificio. Si no puedes cumplir no puedes exigir. Que un directivo diga que se pagará si se puede….quiebra la cadena de  los compromisos y así es imposible. Ver a jugadores que, con el permiso de los clubes, salen de fiesta un jueves o un viernes hiela la sangre. Es una broma. No es serio. Yo entiendo esto de otra manera. Por eso, entre otras razones, decidí irme. No lo puedo olvidar veo mucho fútbol, todo, pero en mi casa”. Con pocos años comenzó a jugar en su pueblo, Torredonjimeno. Era uno de aquellos críos que soñaban con la pelota. Creció y comenzó a tener las primeras recompensas.

Logró destacar notablemente en la Selección Andaluza. Era muy joven pero su proyección estaba marcada. El Real Jaén se fijó en él y Ruiz Sosa comenzó a seguir los pasos de Montijano muy de cerca. Entrenaba con el primer equipo y parecía que el club de la capital podría tener en él una solución para la posición de lateral. Era una época de una juventud muy prometedora: Urbano, Carballo, Fali. Sin embargo la marcha del recordado Ruiz Sosa y la llegada de Roberto Gil cambiaron los planes. El Real Jaén quiso cederlo y Paco Montijano optó por otra solución: “Hacía tiempo que el Martos quería que yo fuera allí y ante la posibilidad de una cesión opté por marcharme. El Martos iba a hacer uno de los mejores equipos de su historia y a mí me apetecía mucho ese proyecto”

El Martos al que se refiere Montijano era un equipo que, visto con perspectiva, emite señales de fútbol muy valiosas. Aquella plantilla tenía jugadores de una jerarquía brutal: Manolín Oya, Otilio, Amezcua, Lastre, Nano, Rafael Jaén, Rafa Huertas: “A mí, jugar con aquellos futbolistas me parecía increíble. Era muy joven y la caseta era una colección de figuras del fútbol. Les hablaba de usted. Aprendí cosas de todos”. Manolín Oya, el meta que tanta huella ha dejado en el fútbol jienense, destaca en Montijano lo que siempre destacan los porteros en un defensa de confianza: «Era muy serio, muy difícil de superar, muy fiable y un seguro para nuestra defensa. Pese a su juventud, en aquella época, daba tranquilidad, se equivocaba muy poco».

vibertiEl Martos no solo tenía un plantel de alto nivel competitivo sobre el papel, logró éxitos, vivió eliminatorias de Copa del Rey contra equipos como el Málaga de Viberti o contra el Valladolid y jugó fases de ascenso a Segunda B, como ocurre en estos días después de mucho tiempo: “Recuerdo que, cuando jugamos Copa del Rey contra el Málaga, viví cosas muy bonitas en los dos partidos. En La Rosaleda hice un gran encuentro y el responsable técnico del Málaga me felicitó. Yo no lo conocía pero Nano, que había jugado allí, me explicó quién era. Fue una satisfacción. En el partido que jugamos en casa, Nano me presentó a Viberti y le dijo: “Este es el que te va a marcar, prepárate” Para mí era un sueño que estaba viviendo despierto y en primera persona”.

En aquella etapa  Montijano tuvo entrenadores como Bernardo Palacio, Gonzalo Uceda o Manolo Haro y presidencias tan marcadas por la personalidad de quienes las ocupaban como las de Miguel Pérez Luque o Julio Pulido Moulet que solo tiene palabras de elogio para el lateral: “Recuerdo a Montijano como un jugador ejemplar. Trabajador, pundonoroso, serio y siempre dispuesto a hacer equipo, a trabajar para el grupo. Se integró perfectamente en Martos y, esa vieja rivalidad entre Martos y Torredonjimeno, jamás fue problema para él. Se hizo querer por todos y rindió siempre”.

Cuando preguntamos por Paco Montijano el sentimiento general es de gratitud. Sus compañeros de aquel Martos, siempre acaban recurriendo a un término para definir al defensa: entrega. Era un jugador extraordinariamente solidario en el campo. Antes citamos a grandes jugadores de esa plantilla y, junto a los foráneos, había varios jugadores locales que han marcado el fútbol marteño y una época en el fútbol de la provincia de Jaén: Pepe Bermúdez y Pepe Cuesta.

Para Pepe Cuesta, Montijano, es uno de los agrandes amigos que le ha dejado el fútbol: “Paco no se dejaba nada dentro. En cada partido lo daba todo, se vaciaba. Los campos en los que jugábamos eran muy complicados, muy duros y siempre daba la cara, jamás se escondió y eso para un equipo, en aquellos campos, era un lujo. Cada vez que volvíamos de uno de esos partidos complicados veíamos como Montijano venía marcado o por los rivales o por las rozaduras de esos campos terribles. Era una garantía. Recuerdo, con el inolvidable Bermúdez, los piques en los “rondos” de entrenamiento. Bermúdez era imposible de cazar y Paco lo intentaba y se picaba mucho. Eran dos estilos diferentes. Uno trabajo, pundonor, sacrificio y el otro una calidad extraordinario, un genio: el Messi de Martos. Me siento afortunado por haberles tenido como amigos y como compañeros”.

Terminó la etapa del Martos y Montijano recaló en el equipo de su pueblo y, pese a su juventud y sin que él fuera consciente, ya había enfilado el inicio de su segunda etapa dentro de este mundo, la de entrenador. Jugó en Torredonjimeno pero los malos resultados del equipo y una lesión de tobillo, Paco Montijano, llevaron a nuestro protagonista a ser el entrenador de sus compañeros: “Pensé que era una etapa transitoria, que volvería a jugar cuando me recuperara del todo pero, sin saberlo ni pretenderlo claramente, me estaba metiendo en el mundo del banquillo y ahí ya nada es igual. Hay mucha diferencia de estar en el campo a mandar desde la banda. Se impone marcar las distancia y establecer una posición diferente, muy distinta”.

La historia de Montijano en los banquillos es la historia de muchos triunfos, de un trabajo avalado por los resultados, respaldado por infinidad de jugadores que estuvieron a sus órdenes y reflejo de una forma de ser y de entender este oficio. Sin embargo, con un poco más de suerte en momentos puntuales y un poco más de seriedad por parte de algunos dirigentes, hubiera tenido una larga carrera. Sin embargo Paco Montijano no ha sabido tragar con la injusticia, ni acomodarse al fútbol de compadres.

El modo en el que Montijano vive el fútbol corresponde a las personas que lo aman profundamente y, como consecuencia, solo están en él para respetarlo como se merece. Tiene la capacidad de lucha de los grandes gladiadores del fútbol pero sabe reconocer el talento y siempre habla con devoción de Nano: «Aprendí mucho con él. Me enseñó que las cosas del campo acaban en el campo y que, en la caseta, no puede prolongarse eso. Para mí fue un lujo estar con él y con gente como él».

En Torredonjimeno ha tenido varias etapas y en casi todas hay una marca inconfundible de su trabajo. Cuando arranca su etapa de entrenador logra clasificar al equipo de su pueblo para la Liga de Ascenso a Tercera y finalmente, la siguiente temporada, logra ascender: “Esa fue una etapa muy intensa, con sensaciones nuevas porque estaba iniciando un periodo inédito para mí. Allí había coincidido con nombres muy importantes en los banquillos como Manolo Ureña o Quico Álvarez. Cuando, finalmente, me sentí entrenador entendí mejor a los entrenadores que había tenido. Ascender con mi pueblo, estando yo en el banquillo, es algo que recuerdo con cariño. Es muy especial”.

F

Sin embargo el balón siguió rodando y tomó el mismo camino que hizo como futbolista, volvió a Martos. Allí fue segundo de Antonio Carnero y cuando salió este técnico Montijano también dejó el Martos. Fue un periodo corto. La siguiente temporada fue la de Manzano en Martos, con el que estuvo de segundo también. Cuando Gregorio Manzano dejó la entidad marteña, Montijano recibió el encargo de hacer equipo y dirigir al Martos CD.

Se cerraba un círculo y Montijano entraba, como técnico, en aquel vestuario que pisó reverencialmente cuando hecho un niño llegó al Chamorro Martínez para empezar a cumplir sueños: “Aquella temporada empezó con algunos nervios. Yo tenía un plan para hacer la plantilla y marqué los tiempos. La pretemporada avanzaba y sabía que había algunos equipos con dificultades. Los directivos se ponían nerviosos pero yo decidí esperar antes de cerrar contrataciones. Finalmente el Iliturgi tuvo problemas y pudimos incorporar algunos jugadores que nos ayudaron mucho. En aquel equipo, entre otros, tuve a jugadores como Fernando Campos o Miguel Arcas. Afiné mucho, esperé…y me salió bien. Hicimos una buena temporada y logramos  estar en la Liga de Ascenso con Betis B, Plasencia y Puertollano”.

Volvió a entregar resultados por confianza pero el fútbol ya le preparaba un regate por la parte mala. Parecía lógico que, tras una buena campaña, se ejecutara la renovación pero no fue así. Ahí se cruzaron dos situaciones que en el fútbol, demasiadas veces, representan una parte muy oscura. Por un lado el incumplimiento de contratos, de lo firmado en un contrato, y por otro un intermediario de jugadores y entrenadores que prometía más de lo que podía cumplir.

Paco había logrado alcanzar los dos objetivos que tenía señalados en su compromiso con el Martos. Uno era colocarlo sexto y el otro ir más arriba y meterlo en liguilla de ascenso pero, como suele ocurrir, para renovar le sugirieron perdonar cantidades. Parece increíble que, cumplir unos objetivos, sirva para que ese cumplimiento sea utilizado en contra del entrenador. El fútbol, lamentablemente, está lleno de historias como esta. Montijano deja el Martos con esa tristeza y comprobando que algunos intermediarios conseguidores no habían cumplido sus promesas de encontrarle otro equipo. Era joven pero ya intuía que, además de trabajo, en el fútbol, había que manejar otras claves: “Era joven pero todo aquello ya me avisaba de que la suerte y la experiencia son muy importantes. Lo único que pretendía es que se cumpliera mi contrato y que mi renovación no se vinculara a ceder cantidades que, por otra parte, yo me había ganado con mi trabajo. Lo del intermediario fue un exceso de confianza por mi parte y que, seguramente, más que colocarme  a mí en un equipo quería colocar jugadores en el Martos que yo iba a entrenar. Una decepción”.

Era, efectivamente, jovencísimo pero tenía las ideas muy claras. Montijano quería seguir ligado a los banquillos y recaló en Porcuna para, muy pronto, volver de nuevo a Torredonjimeno. Curiosamente, en su pueblo, tuvo las oportunidades más cercanas al sueño profesional que perseguía y, al mismo tiempo, la mala fortuna de ver cómo personas y circunstancias ajenas al trabajo en el campo, le alejaban de metas que eran un sueño pero que nunca fueran ni grandes ni extrañas para él. Sabía todas las dificultades del camino pero confiaba plenamente en su capacidad.

En su regreso a Torredonjimeno, como casi siempre, logró rendimientos que aumentaban su crédito como entrenador y, el entonces presidente, Antonio Arjonilla le convocó en su despacho de cara a una nueva temporada para consultarle o, mejor, comunicarle que iba a trazar un plan con la intención de llevar equipo a Segunda División B: “Puedes imaginar mi sorpresa. Me dijo que quería un proyecto profesional con entrenamientos matinales y dedicación plena. Me preguntó si yo podía desarrollar ese proyecto y le dije que sin duda pero que, tenía que ser sincero, esa idea era muy bonita pero muy fuerte en lo deportivo y muy fuerte en lo económico. Le traté de hacer ver que, por mi parte no había problema, pero le tenía que advertir de las ventajas y de los inconvenientes. Me dijo que los riesgos y los problemas eran cosa suya. Salí encantado de aquella reunión y, preocupado por la responsabilidad que suponía teniendo en cuanta los riesgos que iba a tomar mi presidente. Ese mismo día, o al día siguiente, me llamó un periodista y en una charla coloquial y, sin mediar declaración formal, le expresé mi preocupación y mis dudas ante la magnitud del proyecto. Le dije que la idea era buena pero que podía acaba siendo un castillo en el aire. Más o menos expresé lo mismo que ante el presidente, pero de forma más relajada. Al día siguiente, para mí sorpresa, se publicaron mis palabras y en ese instante comprendí que mi oportunidad de trabajar con un equipo profesional se había terminado”.

El relato de Paco en este punto es desgarrador. Por un lado no entiende la publicación de una charla privada y por otro era consciente de que se le había venido abajo una oportunidad única para, definitivamente, subirse al carro del fútbol profesional. Las cosas sucedieron como él preveía: “A media mañana Antonio Arjonilla, el presidente, me llamó y me citó en su despacho por la tarde. Cuando llegué sabía que era para desvincularme del club. Arjonilla me dijo que si yo no confiaba en él y en su proyecto que él tampoco confiaba en mí. No pude negar mis palabras, porque las dije, y tampoco tenía sentido que le explicara cómo y en qué tono se produjo la charla con el periodista que las publicó. Allí se murió mi sueño”.

Los banquillos le han dado a este entrenador la satisfacción de premios, ascensos, grandes campañas pero también reveses tan crudos y tan incomprensibles como los de Martos en su última campaña o esta triste historia de Torredonjimeno. Él seguía teniendo rabia y fuerzas. «Con el alma en una nube«, como el maestro de Patxi Andión, tomó sus arreos de entrenador y se fue a Mancha Real donde, otra vez, logró ascender: “Aquella fue otra historia. Tuve que adaptar cosas, luchar contra algunas costumbres que no tenían nada que ver con el concepto de fútbol que yo tengo y convencer a todos de que hay cosas que solo son de los jugadores y del entrenador, por ejemplo, un autobús. Sin embargo mi recuerdo es bueno. Las cosas se hicieron bien, al final hubo armonía y logramos nuestras metas…pero me tuve que ir”. De nuevo, con ascenso y consolidación del equipo en Tercera Montijano, cierra su etapa en Mancha Real, donde compartió trabajo con jugadores como Mateo, Nacho, Molina, Cámara o Lito. Futbolistas de su plena confianza de los que guarda un gran recuerdo. Para entonces el Torredonjimeno ya vivía su aventura de Segunda B. Paco vuelve a ver el fútbol desde fuera y mirar las cosas con calma. Ya hacía tiempo que había ganado sus oposiciones, tenía un trabajo lejos del fútbol pero, irremediablemente, seguía viendo fútbol, viendo al equipo de su pueblo y compartiendo vida y tertulias futbolísticas con amigos.

La situación del equipo en Segunda B no era la mejor. Tomé, el técnico que ascendió al equipo, no encontraba el camino para asentar al equipo en la categoría. El conjunto, ya por entonces presidido por Javier Checa y con Paco Pineda como secretario técnico, daba señales de poca vitalidad hasta el punto de que se produjo el cese del entrenador y Pineda, en nombre del presidente, le ofreció el cargo a Montijano que no se lo pensó. Se hizo cargo del conjunto y comenzó una etapa muy bonita«Otra vez se me volvía a presentar la oportunidad. El equipo no estaba bien, tenía muy pocos puntos pero yo tomé aquello como un reto. Me dediqué en cuerpo y alma. Entrenaba, veía informes de rivales, organicé la forma de trabajar con videos y traté de llevar a todo el mundo la responsabilidad y el entusiasmo que yo tenía. Todo avanzaba razonablemente y los frutos se iban viendo. Hasta que un día…..”

Hasta que un día, mientras él almorzaba tranquilamente en casa con la familia, el presidente, Javier Checa, anuncia en una emisora de radio que el equipo se marcha concentrado a La Garza. Al ser preguntado si esa decisión no correspondía al entrenador, el presidente respondió que esa decisión podía tomarla él perfectamente. Otra vez, asuntos que no tenían que ver con fútbol, se cruzaban en el camino de Paco Montijano: “De forma casi inmediata comenzaron a llegarme llamadas para contarme lo que había dicho el presidente y, la verdad, es que yo me calenté mucho. Me parecía increíble que, con el esfuerzo que estaba costando lanzar al equipo y conseguir puntos, una cosa así viniera complicarlo todo”.

Montijano también hizo unas declaraciones y dejó claro que el equipo, bajo su mando, no iba a hacer ninguna concentración: “Dije e hice lo que pensaba. Sabía que me estaba jugando el puesto y que, lo más probable después de mis declaraciones es que me cesaran. Pineda me pidió que hablara con el presidente y que rebajara la tensión, que aceptara. Incluso se produjo una comida en casa de Javier Checa en la que estuvimos Manolo Ureña, Pineda, el propio Checa y yo. Fue muy tensa. Se propusieron cosas tan descabelladas como que si perdíamos el próximo partido iríamos a la concentración y si ganábamos no. Me negué en redondo a ese tipo de apaños y dije que lo único que quería saber es iba a Mérida, el siguiente partido o no. A Mérida fui y ganamos por dos a uno. Los jugadores, antes del partido, sabían que si perdíamos yo estaba cesado. Ganamos y no pudieron hacerlo pero, al domingo siguiente, perdimos en casa, contra el Mellina por uno a cero y me comunicaron el cese. Algo que yo sabía de antemano”.

Llegó Ramón Blanco, el equipo descendió y, analizada la campaña, quedó claro que el periodo más productivo de la temporada fue el dirigido por Paco Montijano. Ya daba igual. Una injusticia provocada por quienes no conocen el fútbol terminó con un proyecto deportivo y con el trabajo de un joven entrenador que, quizás por cosas muy ajenas al fútbol, acabó diciendo adiós a los banquillos prematuramente. Sin embargo, antes de dejarlo, todavía volvió una última vez a entrenar al Torredonjimeno bajo la presidencia de Juan Vegara. Mirando su hoja de servicios lo que queda muy claro es el cariño que siente por el equipo de su pueblo, por los colores que defendió de niño y por una afición que siempre ha sido la suya.

IMG-20150608-WA0001Montijano habla de fútbol sin atisbo de rencor pero, eso sí, marcado por la certeza de que, sin las trampas y los roces extradeportivos, hubiera podido seguir en el fútbol y haber puesto a prueba su pasión por este deporte y los conocimientos que posee. Como jugador fue un futbolista de entrega, de lucha, solidario, un hombre de equipo. Como entrenador volcó todo eso para estudiar y aprender cada rincón del fútbol, del juego, de los sistemas, de los rivales y de lo que un jugador lleva en la cabeza antes de saltar a un terreno de juego. “Monti” ha dejado la huella de alguien que, perdió o ganó, con la altura y al nivel de los más grandes. Fuera del fútbol conserva esa imagen por la que todos sentimos un profundo respeto. Si escuchas su nombre sabes que se habla de fútbol sin trampa ni cartón y, cuando hablas con él, tienes la certeza de que hablas con un hombre de fútbol, con alguien que conoce la materia, que la vive intensamente y que, aunque ahora no entrene, es un entrenador de los pies a la cabeza. Una suerte para los que lo tuvieron como técnico y algo que se han perdido otros con su retirada. Ojalá vuelva algún día…