Inicio Opinión Antonio Oliver Nuno y el General: que la verdad no estropee un buen titular

Nuno y el General: que la verdad no estropee un buen titular

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nunoLa velocidad es mala consejera. La urgencia desmedida y el lubricante de tocino veraniego que ofrecen las redes sociales,  hacen que pasen cosas que, o no son directamente, o no son lo que parecen. Nuno Silva, jugador del Real Jaén, ha sufrido en sus carnes el coctel de la precipitación de valoraciones sin contraste y la confusión de lenguas, con severo filtro ideológico, que viven en permanente estado de alerta, con mucha bilis y poco análisis. El futbolista se presentó con una camiseta, de la que solo se ha visto una enorme cabeza del dictador, el general Franco.

A partir de ahí, sin esperar más ni preguntar a qué obedecía ese argumento indumentario, se ha enjuiciado la ideología del chaval. Unos le han puesto a los pies de los caballos y otros más abajo, en el infierno. No entro en la gravedad del hecho, si fuera otra cosa y hubiera habido otra intención, porque el asunto tiene menos fondo que una lata de sardinas. No hay tema. Por una parte el jugador no conocía la figura ni las obras del general, su dedicación a nuestra historia es corta. El hecho, parece claro, que carece de toda intencionalidad y por otra parte, la camiseta emite un mensaje muy distinto al que parecía evidente. Lo obvio muchas veces, por eso mismo, se convierte en dudoso. Este es un ejemplo.

Analizando el tema de la mañana, está muy claro que nos encontramos ante un gran equívoco y que vuelve a ponerse de manifiesto que, muchas veces, conocemos la música pero no la letra y que, como las redes son gratis, optamos primero por opinar y luego por contrastar. No es un mal del periodista, es un tema que tiene relación con el ser humano de forma general. Espero que Nuno no se haga una imagen definitiva de nosotros. Todavía estamos luchando en España por consolidar un sistema ético y tolerante, donde se escuche antes de juzgar, pero ciertas actitudes nos demuestran que estamos en el camino y que, por desgracia, cuarenta años no son nada. Nos queda mucho…Seguimos