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La radio deportiva y el fútbol modesto: empresas de voluntad

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17366_1312222919848_241859_n (2)Llegué a la radio con ojos de querer hacer todo desde el primer día. La radio me enseñó, muy pronto, que los atajos no llevan a ninguna parte y que, tomar un atajo, puede ser el camino más seguro para terminar haciendo lo mismo, repitiéndolo eternamente, como el que repite un mantra estéril, desprovisto de objetivo. La radio se hace cada día y cada día debe tener el mismo brillo que la primera vez, de lo contrario lo que estás haciendo tiene otro nombre y termina siendo una goma de «mascar», sin sabor y sin sentido.

Fue duro pero lo entendí. Recorrí pacientemente los pasillos, aprendí todo lo que debía hacer y aquello que no se debe hacer nunca. Leí textos, hice “tandas”, me relacioné con las palabras y logré entender que un segundo de silencio, en la radio, es una eternidad pero que jamás se debe hablar por no callar. Corrí la banda poniendo cuñas “para que no me pillara el toro”, escuché mil historias contadas por magos que venían de  un tiempo, en el que este medio era todavía más mágico y sufrí las volteretas que te da el micrófono cuando le pierdes la cara y te confías. Después de un larguísimo tiempo de aprendiz me ofrecieron el reto de ser el responsable de deportes de Radio Jaén y ahí empezó una larga historia. Mi experiencia no pudo ser ni más dura ni más hermosa. Comencé a descubrir el mundo apasionante y descomunal de lo que se conoce como: fútbol modesto. Así se llamaba a una bolsa de equipos que, en la capital y en los pueblos de Jaén, luchaban por reproducir, a escala, el espectáculo del fútbol que veían, entonces, por la tele y en blanco y negro. Daba lo mismo, para aquella gente, los domingos por la tarde siempre eran en color.

puenteLa falta de relación con los clubes, la ausencia de datos sobre sus estructuras y la imposibilidad de conocer las plantillas y las circunstancias que rodeaban a aquellas “empresas de voluntad”, me obligaron a una dedicación absoluta, sin descanso, sin horas. Fue tan duro como excitante. Quienes tenían sujeta y controlada aquella estructura se encargaron de colocar palos en las ruedas y de poner a prueba mi resistencia. Se equivocaron. A mí me gusta mucho más el periodismo que el fútbol y lo que tenía ante mis ojos era un reto periodístico descomunal.

Foto Cadena Ser 1982 JM GarcíaNada más empezar el camino, con las piernas temblando todavía y con muchas dudas sobre cómo acabaría la aventura, recibí un empujón definitivo que, por si me hacía falta, despejó todos mis temores y me reafirmó en que había que jugar el balón que me habían puesto en el pie. La Vuelta Ciclista a España llegó a Jaén y con ella, al frente de un despliegue descomunal que nos impresionó a todos, José María García. García era el líder indiscutible de la radio deportiva en España y una persona con influencia brutal en las esferas económicas, políticas y sociales de nuestro país. Era, más que una persona, un acontecimiento. Llegó, desembarcó en la radio y Lorenzo Molina, el director, me presentó como nuevo Jefe de Deportes. José María García me pidió un informe sobre licencias federativas y campos de fútbol en Jaén, de esto hace cuarenta años. Hice el informe y me senté a su lado para intervenir en el programa. No quiero perderme en detalles ni sensaciones pero, aquella noche, junto a Paco Benítez, Sebastián Medina, Antonio Mora y Emilio Fernández, estos dos últimos colaboradores en la parte técnica que se unieron al proyecto con la misma fuerza que los demás, escuchamos del periodista más importante de España, palabras de apoyo, de aliento y de reconocimiento a nuestro trabajo. Fue la señal de salida más clara. A partir de ese momento solo había un objetivo: hacer un cambio radical.

Se trataba de, en las sobremesas de Radio Jaén, vertebrar la provincia y enlazar, con voz y noticias de fútbol, lugares, intereses comunes, consensos y enfrentamientos que procurábamos resolver hablando y usando el sentido común. No hubo forma de apearme de aquel objetivo. Fue duro y, lo digo agradecido y con orgullo, no hubiera sido posible sin la ayuda y el apoyo incondicional de Paco Benítez y más tarde de Pepe Cruz. Durante años hicimos un equipo que vivía el fútbol, la información y la amistad, a tiempo completo. Aquella actividad frenética nos alimentaba, de otra forma no entiendo como hubiéramos aguantado el ritmo.

beni4Benítez me abrió puertas, me facilitó todos sus contactos y allanó muchos caminos. Su niñez en el barrio de Santa Isabel, sus años de fútbol y su capacidad de relación con la gente de la pelota, eran la llave. Lo sabía casi todo del fútbol de la capital y lo que no sabía se lo contaban. En poco tiempo, se hizo indispensable y, para entender el fútbol de la provincia, lo más fácil era seguirle. Pepe Cruz, pese a estar más en la órbita del Real Jaén y su actualidad diaria, también se zambulló en los vericuetos del fútbol modesto. Tenía una agenda valiosísima y conocía la materia. Era un periodista versátil, inteligente en la pregunta y rápido en la repregunta, excelente comunicador en el micrófono y experto en las relaciones humanas.

Sin buscarlo habíamos construido una redacción poliédrica, conjurada sin orden previa, y leal con la información y los protagonistas. Se usaba la misma contundencia para defender la noticia  como para sostener que, detrás de cada una de aquellas noticias, había personas y que esas personas debían ser respetadas a la hora de informar. Queríamos que se nos conociera tanto por lo que decíamos como, por cómo lo que decíamos. Hubo casos en los que, tras una agria entrevista, el entrevistado llamaba para, ya a micrófono cerrado, seguir la conversación. Al final terminaba agradeciendo el respeto y el interés en impedir que diferencias de opinión pudieran convertirse en diferencias personales. Siempre cuidamos eso. Era un estilo que generó, al principio, algunos malentendidos y mucha sorpresa pero al final, también, muchas relaciones de valor incalculable que nacieron en aquellas tardes y que conservamos todavía.

165344_1689808879261_3386707_nCon unos compañeros así mi función era aprovechar, y no estropear demasiado, todo el arsenal que me ofrecían para, entre los tres, dar forma a nuestra idea de radio, noticias y fútbol provincial, en términos reales. Cada día de radio era una aventura que ya no se iba a repetir. Aprendimos a vivir aquellos días al límite y a contarlos, con una pasión que hiciera imposible que, ni un solo oyente, se nos fuera. En un año habíamos construido un edificio radiofónico espectacular. Fue mérito del equipo pero también de los oyentes. Estábamos en todas partes. Respondíamos a todas las llamadas y nos habíamos convertido en el altavoz que los equipos usaban para todo lo que tenía que ver con su actividad o para quejarse, amargamente, del trato de la Federación Jienense de Fútbol y de su Comité de Competición con los que, personalmente, tuve durísimos enfrentamientos. Nunca entendí cómo un organismo nacido para servir, orientar y apoyar a los equipos podía estar tan lejos de ellos y de sus inquietudes. El tiempo tampoco cura esto. Siguen la misma distancia, los mismos vacíos de intención y se mantiene el recelo permanente. La vida sigue, en ese aspecto, tristemente igual.

Las mañanas en la redacción de deportes eran un trajín de teléfonos, de llamadas y de consultas a nuestros corresponsales. Primera llamada a Rafa Moga y así, corresponsal tras corresponsal, vuelta completa a la provincia. Benítez, coca cola y bocata en mano, alternaba el desayuno con las consultas matinales. El día comenzaba, después del primer programa de la mañana dedicado al Real Jaén y al Linares, con unos cafés en el Bar Tapi y a partir de ahí, unos a La Victoria y otros a sondear la provincia. El programa de las tres de la tarde era un entramado de crónicas, entrevistas y editoriales para dejar claras nuestras posturas con respecto a temas de actualidad. Nada se hacía sin acuerdo general. Los corresponsales aportaban la visión sobre el terreno y en la redacción se asumía una postura común que respaldábamos todos. La opinión la daba yo pero, aquella opinión, era fruto de largos debates que terminaban cerrando una línea que todos respaldábamos. En temas futbolísticos cada uno tenía la suya y discrepar era lo normal. Sin embargo, cuando se trataba de apuntalar nuestra línea editorial y nuestra fórmula de trabajo, después de discutirlo, mi voz era el pensamiento de los tres y la de todos los corresponsales. Si tuve una virtud en aquella época fue la de tener claro que eramos un equipo y que todos dependíamos de todos. Como yo pensaban todos.

FOTO 102.-El corresponsal era nuestros ojos y nuestra voz en cada pueblo. Sin ellos todo hubiera sido mucho más difícil. Benítez, Cruz y yo, sabíamos que eran nuestra prolongación. Ellos eran “nosotros” en su localidad y tenían la seguridad de que, ni bajo la mayor presión, les íbamos a dejar al descubierto y solos. De puertas para adentro podíamos matizar informaciones, discrepar abiertamente o enfadarnos pero, a micrófono abierto y una vez analizado el tema, defendíamos a nuestros corresponsales hasta el final. Era la única forma de que, en los pueblos, tuvieran la jerarquía necesaria para hacer su trabajo. No cobraban nada, dedicaban horas al seguimiento de las informaciones, recibían amenazas cuando no gustaban sus noticias y, pese a ello, jamás dieron un paso atrás. Era de justicia estar con ellos y recordar a todos, el favor que hacían los corresponsales poniendo a sus pueblos en el mapa de la radio y del fútbol provincial.

 

tobillas (2)Hay corresponsales emblemáticos en nuestra provincia. Radio Jaén creó una escuela que dio prestigio, tanto a los deportes como a la información general. En deportes alcanzamos un grado de empatía y compenetración que hizo todo más fácil. Rafael Moga en Bailén, Cristóbal Gámez en Ibros, Sebastián Medina en Villanueva del Arzobispo, Manolo Carmona en Arjonilla, José Luis Quero en Mancha Real, Pedro Carrasco en Navas, Alfonso Jiménez en Porcuna o Julio Pulido en Martos, que por su cariño al pueblo, dio el paso y dejó de ser informador transitoriamente para hacerse cargo de la presidencia del Martos CD, en uno de los periodos más importantes de la entidad. Estos son algunos de los que, a lo largo de los años, pasaron por la redacción de deportes y formaron parte, de hecho, de un proyecto de información y de vida, en el que compartimos cosas que nos convirtieron en equipo para siempre.

Está claro que uno nace periodista y luego, o se cursan estudios o se encauza esa vocación de otra manera, pero la necesidad de contar cosas y de mojarse contándolas es imposible de anular. Felizmente, muchos de nuestros corresponsales demostraron cómo se abraza una actividad y cómo, sin ser profesión, se cuida y se respeta con pulcritud.

rafaDe todos ellos aprendí algo que luego, a lo largo de mi vida profesional, me ha servido en algún momento. De Rafael Moga, la fe, la constancia y la imposibilidad de retroceder a sabiendas de que contar ciertas cosas iba a generarle muchos problemas. Amaba y sigue amando a su pueblo. Su crítica siempre fue a favor del deporte local y en contra que quienes pretendían usarlo para su provecho. De Cristóbal Gámez la capacidad de exprimir una información a base de unir cabos y llegar, pesara a quien pesara, al final. Tanto él como Rafa Moga saben lo que es correr riesgos físicos en su propio pueblo.

20151010_151342 (2)Sebastián Medina, era el equilibrio periodístico y la documentación pormenorizada, medida. También él tuvo que lidiar con las incomprensiones locales. Hubo tiempos muy tensos en los que cada información era un riesgo físico. La salida de Juan Lucena al Real Jaén, dejando el Villanueva provocó una de las crísis más profundas entre nuestra redacción y el club. Recuerdo lo estrechas que se hacían las calles del pueblo cuando Sebastián tenía que cruzarse con algún directivo local y los irrespirable del ambiente en los bares del Paseo de Villanueva del Arzobispo, cuando coincidíamos con aficionados o miembros de la Junta Directiva. Nunca, por lo menos yo, he vuelto a tomar cervezas tan «calientes». Tiempo muy espeso.

34290_1456327962384_6284031_n (2)Manolo Carmona , siempre, procuraba tener bien sujetas sus noticias y perfectamente razonadas sus crónicas. No era fácil para nuestros corresponsales contar un partido calamitoso del equipo de casa o explicar, sin medias tintas, la actuación vandálica de los energúmenos que cada afición cría “riendo gracias” y aplaudiendo barbaridades. Pedro Carrasco era la pasión narrativa, el espectáculo en el fondo y en la forma y la sublimación de los méritos o el azote, en caso de malas actuaciones y partidos deslucidos, para los jugadores de casa. Un estilo personal y desapegado de querencias domésticas, pese a vivir intensamente las cosas de su pueblo. Alfonso Jimenez conocía bien en fútbol y sus crónicas desde Porcuna eran detalladas y pedagógicas. Desentrañaba bien los partidos y los explicaba con matices pero sin retorcimientos. Porcuna siempre ha tenido una dignísima representación en el fútbol provincial y era uno de los puntos informativos a los que acudíamos de manera habitual. Siempre encontramos la información de Alfonso y la colaboración de los jugadores.

quero (2)José Luis Quero era el sistema, la exactitud, el método que no fallaba ni faltaba. A las doce y media estaba, sin posibilidad de error, su crónica grabada y ejemplarmente construida. Era la visión milimétrica del partido del domingo. Podría seguir contando detalles y pasando revista a muchos miembros de aquel largo equipo. Sería muy agradable pero interminable.

Sin embargo no se cierra fielmente el círculo de aquel grupo si no contamos el papel de los técnicos que sostenían, desde el otro lado del cristal, aquella radio que nacía cada día a las tres de la tarde. Paco Gómez y Paco Arbona eran los habituales. En su haber está el haberse metido hasta el fondo en la filosofía del programa. Resultaba gratificante que,  si en mitad de una entrevista, el entrevistado citaba un nombre como testigo o garante de lo que estaba contando, sin que tuviéramos que indicarlo, Gómez o Arbona automáticamente marcaban el número de la persona aludida, para ponerla en antena, invitándola a corroborar o corregir lo dicho. Era una forma integral de entender la información, la radio y nuestro programa en particular. Una vez que se entiende el método y se genera la confianza, sobran las palabras. Se trabaja a partir del sentido común o de una intuición cimentada en el conocimiento del otro. Allí todos conocíamos a todos y solo con mirar, hablábamos.

benitezEl trabajo generó la respuesta que íbamos buscando. La reacción en toda la provincia fue descomunal. Había personas que compartían plenamente la filosofía del programa y otras que no asumieron bien la amplitud del proyecto. Antes de nuestra apuesta total, solo se hablaba de los clubes de la capital y todo quedaba circunscrito a un relato urbano, complaciente y endogámico, que cubría tiempo pero no aprovechaba el potencial futbolístico y de audiencia que ofrecía la provincia. Cada pueblo tenía su equipo  y, no conviene olvidarlo, cada equipo tenía detrás a cientos de personas. Habíamos tocado la tecla correcta. Teníamos que construir una sinfonía general que sonara e hiciera retumbar los transistores. A las tres de la tarde, en miles de hogares de la provincia, solo se escuchaba el roce de los cubiertos en el plato y Radio Jaén. Lo estábamos consiguiendo.

IMG-20150531-WA0003Entonces el fútbol se jugaba a las cuatro de la tarde, con lluvia o solanera, y la grada era un espectáculo de animación y aparatos de radio. Mientras unos animaban a su equipo, otros escuchaban el pitido insistente que alertaba de gol en Carrusel Deportivo. Era la ósmosis provocada por la pasión futbolística, que terminaba confundiendo un tanto marcado en el Santiago Bernabéu por Santillana, con el estallido del Chamorro Martínez, ante un cabezazo inapelable de Pepe Cuesta que terminaba en la red. El domingo era de misa a las doce y fútbol por la tarde:dos religiones.

Tardamos en lograr que los equipos de la capital entendieran que aquella apuesta de “información general” no iba contra ellos sino a favor del fútbol. Fue muy duro. Nos boicotearon, dejaron de hacernos declaraciones y, lo más triste, con la Federación Jienense de Fútbol apoyando aquella caza de brujas. Era un contrasentido de dimensiones descomunales. Ahí apareció otra vez, proyectado en su verdadera magnitud, Paco Benítez. Él conocía a  directivos, a  jugadores y casi a todos los aficionados, uno a uno. Desarrolló una acción diplomática decisiva. Cada noche visitábamos la sede de un club para, en un ejercicio de paciencia y buena voluntad, explicar nuestra idea y dejar claro que nos seguiríamos ocupando de ellos. No fue fácil, tuvimos que tragar muchos “sapos”. Cuando yo perdía los nervios o daba por imposible la misión, Paco Benítez apelaba a la herramienta de la insistencia, la humildad y la paciencia. Paco era el Santo Job.

Santa Isabel fue el club que mejor nos recibió y que antes entendió lo que estaba pasando. Un papel decisivo tuvo Ángel Amaro que, desde que nos conocimos, remó para que el proyecto saliera adelante y se normalizaran las relaciones. Él sabía que estábamos siendo objeto de un trato desleal y cargado de intereses torcidos. Santo Reino, Peñamefecit, La Gloria, San Bartolomé…cada día era un peregrinar y las jornadas terminaban, sin excepción, de madrugada.

manzano[6]Mientras nosotros dedicábamos las noches a la reconquista diplomática de la capital, el programa cabalgaba a uña de caballo por toda la provincia. Las decepciones de la noche se convertían en satisfacciones al medio día. Llamadas, visitas, preguntas, sugerencias. Desde Beas de Segura nos llamaba Padilla, presidente del Beas Sporting, mítico dirigente serrano, para animarnos en la cruzada contra los abusos federativos y para darnos claves de por dónde debíamos ir para atender las necesidades informativas de los equipos y sus aficiones. Luis Gómez nos atendía, como secretario del Santisteban, y nos contaba que había fichado a un entrenador joven, con buenas maneras. Había fichado a Gregorio Manzano. Desde Bailén nos llamaba Moga para dar fe de que, a la directiva local, no le gustaban sus crónicas y que, sin confirmar por falta de pruebas, le expresaban su discrepancia con amenazas telefónicas primero y destrozando su coche después. Rafa Moga lo contaba mientras se disponía a escribir otra crónica que disgustaría a los dirigentes del Recre.  No le temblaba el pulso y si le temblaba, le daba igual. En Ibros habíamos abierto otra cruzada parecida. Cristóbal Gámez tenía difícil mantener su rutina de paseos y cerveza dominical, la directiva y algunos aficionados le acosaban con amenazas e insultos. Cristóbal tomaba, como podía, sus cervezas y el lunes continuaba por la línea que se había marcado.

Aquella actitud rigurosa y valiente, a cambio solo del placer de contar fielmente lo que pasaba, nos comprometía mucho más. El esfuerzo de los corresponsales y el rigor con el tratábamos cada información nos daba crédito y nos cargaba de responsabilidad. Las jornadas eran larguísimas pero sabíamos que el ritmo lo habíamos impuesto nosotros y ya no íbamos a parar, no podíamos y, además, estábamos encantados.

SOTO Y LUIS RASCON (3)Pasaron muchas cosas, pasó mucha gente por el programa y, una vez lograda la normalidad, se nos planteó la necesidad de seguir creciendo. Se planteó esa necesidad y la obligación de conjugarla con los medios reales. Había una demanda cierta de información. Cada paso que dábamos tenía una respuesta superior a la anterior. A Benítez le gustaba hacer un juego, poco ortodoxo pero venial, que consistía en dar un resultado erróneo a sabiendas. Era una particular forma de hacer nuestro sondeo de audiencias. Lo hizo con todas las comarcas, lo hizo por zonas muy concretas y, con este experimento, sabíamos si se nos escuchaba en esa demarcación. Si el Begíjar había ganado, al dar el resultado, lo invertía. La reacción era inmediata, de Begíjar nos llamaban, Rascón o Soto, para “corregir” nuestro error. También, a veces, nos llamaba alguien del equipo al que habíamos hecho erróneamente ganador.  Funcionaba el sondeo. Benítez siempre hacía pleno. A cada error intencionado, correspondía una llamada aclaratoria. Nos escuchaban en todas partes. Había que seguir creciendo, seguir inventando.

beni 2 (2)En esa obsesión creativa y de multiplicación del efecto radiofónico se nos ocurrió algo que, al principio, parecía quimérico. Sin embargo nuestras ganas de cambiar y sumar elementos nuevos a nuestra oferta de fútbol contado, nos llevó al despacho del director de Radio Jaén, Lorenzo Molina, para proponerle algo en lo que creíamos y en lo que estábamos empeñados: radiar partidos en campos de la provincia. Era una locura, una proposición arriesgada y costosa. Lorenzo Molina, era mi tío y me conocía bien, sabía que esa locura la habíamos masticado mucho. Lejos de escandalizarse fue a lo práctico y nos puso los números sobre la mesa. Era una innovación, una excentricidad pero trabajábamos en una radio comercial y si había rentabilidad habría milagro…y lo hubo. Paco Benítez mutó en comercial y vendió la publicidad de los partidos. La quimera se hizo realidad y, sin pensarlo demasiado, nos vimos radiando en Jamilena, Jódar o Ibros. La radio se fue de pueblos y de fútbol. Otra meta lograda. Habíamos contado el fútbol sentados en dos piedras, con un hilo minúsculo y frágil haciendo de cordón umbilical entre la palabra y el mundo de los sueños que viven subidos a una pelota. Era subir al Olimpo de la comunicación desde un modesto campo de fútbol, donde no se jugaban grandes cosas  pero, esas cosas, las contábamos como las más importantes del mundo y el mundo del fútbol modesto, nos creía. No hacía falta más para fabricar alegría. Esta era la recompensa. Después de cada tarde de fútbol radiado en cualquier campo, salíamos con la sensación de haber ganado por goleada. Nada como ser feliz, haciendo feliz a la gente.

1962614_1451251465107830_1535093558_n (4)Así pasaron muchos años y fuimos sumando días de radio y tardes gloriosas que, de vez en cuando, se mezclaban con momentos difíciles porque la información y el deber de contarla como es, sin dobleces, nos ponía ante situaciones complicadas. Sin embargo nuestra juventud era un triturador de malos ratos y hacía que todo fluyera con normalidad. El artefacto informativo iba, muchas veces, con el piloto automático. Era la recompensa a muchas horas de trabajo no entendido, de esfuerzo continuado y fe ciega en lo que queríamos hacer. Con el paso de los años la vida nos llevó a todos por diferentes caminos. Paco Benítez y Pepe Cruz tomaron otros rumbos periodísticos y a mí me tocó hacer la maleta y salir fuera a conocer el fútbol en otra cara y en una versión diametralmente opuesta.

oliverFue un reto que acepté encantado pero que jamás me hizo olvidar dónde cimenté mi carrera como informador deportivo. Nunca he olvidado los consejos, las enseñanzas y el cariño de mucha gente que, a su manera, me ayudó y me puso en el camino. Alguna vez, mientras esperaba que Juanito lanzara una falta en el Estadio de la Rosaleda, venían a mi mente las imágenes de los campos de tierra en los que radié mis primeros partidos. Sentado en el Bernabéu, en Calderón o en el Camp Nou, mientras el público cubría decenas de miles de asientos, recordaba las gradas del campo de mi pueblo o los vestuarios del campo del Villanueva del Arzobispo donde Manolo Haro daba sus lecciones de fútbol. Nada de lo vivido en esos campos de pueblo ha caído en saco roto. La grandeza del fútbol está en el balón, en los jugadores y en esas personas que, por menos que nada, se convierten en artífices de un milagro por el que el espectáculo del fútbol modesto no se detiene. Siempre estaré en deuda con mis compañeros, con mis corresponsales y con los miles de oyentes que nos dieron calor en momentos en los que se nos helaba la sangre.

Años después, ante momentos de duda, siempre encuentro una solución en el saco de aquellas experiencias. Fue un master acelerado, gozoso y fiel al mejor periodismo. Nada que se hace con pasión te deja vacíos. Ahora, con muchas historias vividas, comprendo la importancia de ese meritaje por los pueblos de Jaén contando historias de fútbol, historias humanas. Sin eso yo sería otro, no sé quién, pero seguro que más feliz no.

La vida sigue, la radio amanece con los días y reclama vigor, imaginación, fuerza, alegría, empatía, respeto, ubicuidad, talento, cariño y, sobre todo, no hacer jamás dos veces el mismo programa. Ojalá alguna vez pudiera devolver a la radio todas las cosas que la radio me da cada vez que me pego a su costado. Me gusta cerrar los ojos y escuchar la radio todavía, como cuando era niño.  El relato siempre lo recibo en blanco y negro pero sé que lo que escucho, lo que la radio cuenta, es la vida a todo color: un milagro. Seguimos……