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El Real Jaén de Neme, el sueño inacabado

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neme 1Amadeo Pérez me dijo el nombre del nuevo entrenador del Real Jaén aquella temporada. Era la primera vez que se saltaba la norma. También estaba cansado de que siempre, otras filtraciones,  nos quitaran la noticia a los jóvenes ilusos que pensábamos que, por estar, íbamos  a ser los primeros. Entonces imperaba otra norma. Eso lo cambiamos después. A base de estar siempre. Con el tiempo ha vuelto  el “mejor que nos lo traigan”. Es más cómodo pero menos verdad y, seguro, menos gratificante. Cada uno lo ve de una manera.

Amadeo me dijo que el entrenador del Real Jaén era Nemesio Martín Montejo, «Neme». Luego me explicó quién era Neme. Yo sabía poco de él pero, a partir de ese momento, empezó una de las etapas más apasionantes de mi vida como informador deportivo. Entonces yo era un crío y Neme un personaje al que, por mi torpeza, tardé meses en descubrir. Él era un hombre de fútbol. Yo una larva de periodista. Severo, estricto, distante…parecía frío. Era la impresión. Dentro de aquel entrenador hay un ser humano de valor incalculable. Tardé tiempo, nos rozamos mucho y fui, lo reconozco, injusto y muy duro con él. Después, jamás, me lo tuvo en cuenta. Eso habla de su altura como persona y eso explica la devoción que siento por él, el respeto que le tengo y el cariño con el que lo recuerdo siempre. Nos es fácil encontrar personas así ni  en la vida ni en el fútbol. Esa experiencia se la debo al fútbol y a Neme.

Junto a Emiliano Rodríguez hizo un equipo inverosímil. Nadie creía en aquella amalgama de nombresjuanjo desconocidos, lejanos y poco capaces de ilusionar a una afición, como siempre, deseosa de nombres, de renombres, de momias de verano…pero que permitieran diez minutos de glorias soñadas. Esta vez no fue así. Empezaron a llegar gentes sencillas, obreros del fútbol, personas con fe por ganarse la vida y crecer. Eso no fue lo peor. Lo que llevó a los sapientísimos aficionados a la desesperación fue que, además, el entrenador y el presidente querían apostar por la cantera. Fernando, Juanjo, Ocaña,Parras, Viedma, González… Medio equipo de desconocidos  jornaleros del balón  y medio de jóvenes jugadores de Jaén, aliñados con virtuosos como Antonio Del Moral, capitán de aquella tropa. Era una locura. El verano fue tórrido. Ir al campo y escuchar a los entendidos aficionados de Jaén, era el presagio de una debacle: “Últimos toda la temporada. Descenso seguro. No había duda”. La afición hablaba.

Mi oficio más que hablar me aconseja escuchar y yo escuchaba mucho a un personaje, sin duda, extraño: Emiliano Rodríguez. Flamante secretario técnico del Real Jaén. Hombre de fútbol y encantador de serpientes. Todavía no sé, ni Emiliano me lo ha explicado, cómo pudo convencer a Amadeo y a su experta directiva para hacer aquel experimento. La falta de dinero o su capacidad para ilusionar no sé qué fue pero, lo cierto, es que Emiliano en, no fácil armonía con Neme –eran como el agua y el aceite-, construyó una plantilla con la que Neme hizo una familia que jugaba al fútbol y que sedujo a los aficionados.

088 (2)Jaén bramaba a cada fichaje. No gustaba ninguno, todos eran flojos. El Real Jaén merecía más: “Somos un club histórico”. Vamos, lo de siempre. Eso lo he aprendido con el tiempo. Ayer y hoy. la misma canción y Jaén sigue aquí, donde siempre. Ningún jugador daba la talla: Antonio, portero de vuelta; Corral, portero veterano y sin pedigrí. Botana, un gallego desgarbado y lánguido. Bueno como jugador y más bueno como persona, con mala fortuna física al final, pero con una calidad innegable. Kubala, rizos, bondad y clase; José Luis, serio, trabajador y eficaz. Hontecillas, un lateral de Primera División. Pedro Sánchez otro jugador que tenía su valor de equipo a la par de su físico, enorme. Compains, centrocampista de trabajo, hombre de equipo. Fundamental para Neme. Tampoco gustó porque nadie lo conocía. Nada grave en comparación con el momento en el que se supo que era hermano del secretario técnico. Los sabios se rasgaron las vestiduras.  Lo de la paja y la viga. Felizmente el jugador calló bocas jugando más de treinta partidos y siendo destacado en su sorda tarea. Neme, afortunadamente para Compains, era independiente y solo miraba a su equipo. Los canteranos estaban verdes y era una locura darles tanto terreno. Según las voces de los entendidos el equipo debía buscar, directamente, plaza en tercera división y ahorrarse el berrinche de una temporada que casi todos daban por perdida.

Sin embargo aquella campaña iba a pasar, por muchas razones a la historia del club y, lo más importante, a laneme 2 memoria de todos los aficionados del Real Jaén. Las reticencias iniciales y los malos augurios desaparecieron a lo largo de la liga. El vestuario del Real Jaén se convirtió en un entramado de voluntades que apuntaban en el mismo sentido. Todo hacía presagiar un final feliz. Todo estaba preparado para que el Real Jaén, de la mano de un excelente entrenador y con un equipo en el que había una amplia representación de la cantera, diera el salto a Segunda División. Se ganaron partidos, se jugó muy bien al fútbol, la hinchada disfrutó de goleadas y se entregó, después de las dudas iniciales, a un equipo que seducía por sus resultados y por las señales que emitía. Sin embargo el fútbol dijo no. Faltaban dos jornadas. El Real Jaén solo tenía que ganar en casa al colista, el Antequerano. El resultado era fácil de suponer. La diferencia entre ambos equipos era abismal. Los malagueños, dirigidos por el recientemente fallecido Monreal, llevaban seis meses sin cobrar y arrastraban el farolillo rojo desde hacía muchas jornadas. La situación era tan clara que alguien, parece ser que en nombre del club visitante, pidió al Real Jaén cobrar una cantidad, 600.000 pesetas, y sumarse a la fiesta del ascenso. La directiva jienense escuchó aquella oferta pero, finalmente, declinó el ofrecimiento. Hubo división de opiniones pero uno de los directivos de más peso, Joaquín Cortizo, dijo que ese partido había que ganarlo por derecho y que no se iba a ceder a la oferta del último clasificado. Allí terminó aquel debate. Esto se decidió en reunión celebrada el lunes anterior al partido. La semana fue intensa. La calle disfrutaba ya el ascenso. Los jugadores vivían con excitación todo lo que pasaba en torno a ellos y al partido. Los medios casi adelantábamos el triunfo. Una fiesta prematura, sin duda.

Las sensaciones eran tan claras y tan fuertes que era muy difícil sustraerse al clima de euforia. Neme mehontecillas comentó: “Temo a la euforia más que a un nublao”. El equipo se concentró en el Parador de Santa Catalina. Todo se rodeó de un rigor y un boato desconocidos. Era un momento histórico. Amadeo Pérez, hombre de fútbol, tenía la misma sensación que Neme: “Hay demasiada euforia. Hasta el rabo todo es toro”. Parecía como si presidente y entrenador hubieran intuido algo. Después concedí importancia a sus palabras pero, en aquellos momentos previos, me parecieron excesivamente conservadoras. El fútbol siempre se guarda una carta, sobre todo si rompes la norma básica: no vender la piel antes de cazar la pieza.

La tarde del partido era lo más parecido a una romería. La gente bajaba al campo entre cánticos y exclamaciones de triunfo. Parecían impacientes por celebrar el triunfo y ya lo estaban celebrando. Familias enteras, con bufadas, paraguas y banderas del Real Jaén llegaban a La Victoria. El kiosko de Las Palomas parecía un panal cargado de abejas. Todo el mundo quería calentarse con su café y su copa. Antoñete se abrazó a mí en la puerta del estadio, antes de empezar el partido, cómo celebrando el primer gol. La fiesta había comenzado. El día era infernal. Llovía a cántaros. No importaba. Desde muy temprano Jaén olía a fiesta de fútbol, a fiesta grande. Radio Jaén, por decisión y error mío, había organizado una evento para después del partido en el Club 63. Se invitó a la Junta Directiva, los jugadores con sus familiares y aficionados de toda la vida. Una fiesta magnífica. Lorenzo Molina, director de Radio Jaén, me advirtió, ya no del gasto que también, sobre todo del riesgo de convocar para un “bautizo sin que hubiera nacido el niño”. Yo lo tenía tan claro como casi todos y forcé la situación.

El partido comenzó en un campo imposible. Barro, agua y doce mil personas en la grada. Todos pendientes dejuanjo y fernndo una tarde de gloria. La lluvia no fue impedimento y el Real Jaén se encerró en vestuarios, después de una primera parte discreta, con ventaja en el marcador. Kubalita había marcado el gol que daba ventaja y, en aquel momento, ascenso al Real Jaén. La segunda parte fue un desastre. Nervios, imprecisiones y miedo fuero los argumentos que el Real Jaén dio al débil Antequerano para que se sacudiera el papel de víctima y diera la vuelta al marcador (1-2). La grada masticaba el barro y la pena. Increíble pero cierto. El colista privó al Real Jaén, favoritísimo, de un ascenso cantado y ya celebrado. Juan Murgado, singular masajista del Real Jaén, se quedó con dos mil llaveros conmemorativos del ascenso, Radio Jaén con la fiesta ideada por mí, sin poder celebrarse y el vestuario hecho un destrozo.

Narrar aquel partido fue uno de los desgarros radiofónicos más duros y más crueles que recuerdo en mis 35 años de profesión. La caseta del Real Jaén era un espacio lleno de vapor, de rabia, de silencio, de “tacos” y maldiciones dichos entre dientes. Al entrar vi a Neme, vestido de gris, pero entero. La cara de Neme casi nunca reflejaba abiertamente la alegría. La contrariedad no se percibía en el rostro del entrenador  tampoco. Estaba muy serio pero eso en él, hasta cierto punto, era normal. Me habló con tranquilidad y, ya en ese momento, pensando en la última oportunidad que todavía quedaba en el partido de Ceuta. Amadeo Pérez se fue pronto. Lloraba de rabia. La tarde en su casa fue horrible. Llamadas anónimas, insultos. Aquella afición que repudió al equipo en los primeros meses, ahora se sentía estafada. Las aficiones pueden decir una cosa y la contraria sin que nadie se lo recrimine. Este equipo, al principio no servía para nada. Luego se subieron al carro de los triunfos y, al final, volvieron a despreciarlo. Ni Neme, ni los jugadores, ni el presidente ni los directivos podían sufrir más. Ellos fueron los grandes perjudicados pero una parte de la “afición” les acusó de todo: Antonio se había venido, Pedro Sánchez, que se lanzó desesperado a salvar un balón que entraba de todas formas, también estaba en la conspiración y la directiva fue acusada de vender el ascenso. Lo de las aficiones merece un tratado, aunque para mí está muy claro. No son aficionados, son espectadores. Pagan una entrada y “si el león no se come al cristiano” se enfadan y piden que les devuelvan el importe de la entrada. Es un tema muy viejo y muy largo. Triste epílogo.

El partido de Ceuta solo sirvió para alargar la agonía. Hubo un último intento. Esta vez, según puede saber, se intentó algo ilegal, desesperado y, finalmente, inútil. Cuando el equipo llegó a Ceuta alguien me llamó desde allí para contarme que una persona, presuntamente, vinculada al Real Jaén, se reunió con un jugador del Ceuta y le entregó una cantidad de dinero para que “ayudara” al equipo jienense a ganar aquel partido. El acuerdo era una cantidad antes del partido y el resto al final. El jugador en cuestión, por lo visto, hizo lo que pudo. Quienes no estuvieron finos fueron los jugadores jienenses. Se perdió el partido y, visto lo visto, el dinero entregado a cuenta. El partido lo pitó Brito Arceo y para Radio Jaén lo contó Pepe Cruz. Solo Pepe sabe lo duro que fue el final y el viaje de vuelta en barco. Triste cierre de una temporada llena de ilusiones y de sueños rotos.

nemesioEl fútbol no fue justo con el Real Jaén pero, en lo personal, tuve ocasión de encontrarme con un entrenador que me dio las primeras lecciones de fútbol. Neme me mostró el camino en las relaciones, fértiles, con las personas que saben de fútbol y de relaciones humanas. Este entrenador me enseñó que las apariencias engañan que, antes de romper algo hay que buscar otras soluciones y que se puede perder y ganar con dignidad y honor. Ha pasado mucho tiempo y he recorrido muchos caminos detrás de un balón. He conocido cientos de entrenadores y, siempre, al relacionarme con ellos he usado cosas que Neme me enseñó. Eso no tiene precio y procuro, para no equivocarme otra vez, recordarlo siempre. La figura delgada, recta, discreta y amable de Nemesio Martín Montejo encierra otra figura, la de un hombre descomunal que predicaba con el ejemplo. Neme, amigo, gracias por todo. Un placer y una suerte haber disfrutado de la amistad que generosamente me ofreciste. Lección de vida.