Inicio Opinión Antonio Oliver La tarde en la que Cruyff, envuelto en humo, llegó a «Linarejos»

La tarde en la que Cruyff, envuelto en humo, llegó a «Linarejos»

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Johan-CruyffEl balón siempre estima a quienes lo usan con nobleza. A quienes, al manejarlo, usan la inteligencia. A ellos los disntingue. Esa es la razón por la que hoy, si el balón pudiera, daría muestras de pesar. No es lo mismo tener al balón como un compañero, como par necesario, que correr tras él y tratar de golpearlo. Las dos cosas persiguen el mismo fin pero una no tiene nada que ver con la otra. Se construyen con materiales muy distintos.

Ver correr a Cruyff con la pelota pegada al pie, ver cómo cambiaba el ritmo y cómo el cuero parecía intuir sus reacciones hasta el punto de que, daba la impresión que la pelota colaboraba, era ya un espectáculo dentro del espectáculo. Desde el Ajax hasta el Levante por el fútbol español transitó un genio.

Vi a Cruyff en su máximo esplendor, sometiendo al Bernabéu y le vi en el ocaso de su carrera. El jugador ya no era el mismo pero el personaje seguía siendo de una talla descomunal. La mirada de un líder es inconfundible; el gesto jerárquico de un capitán, es la forma más contundente de transmitir una orden y la realización sobre el campo de todas las teorías, la única manera de que los tuyos crean en ti. Él lo tenía todo. Cruyff era el Messi de hoy, solo que con más jerarquía dentro y fuera del campo. Se trataba de un lider a tiempo completo.

Me quedo con sus tardes de gloria, con el gesto desafiante de quien quiere y puede. Me quedo,cruyf al fin también, con la imagen más humana de Johan Cruyff descendiendo del autobús del Levante en Linares. Era una tarde pesada, plomiza y fea. Había fútbol en «Linarejos». Johan bajó del autobús con un cigarro entre los labios. No parecía un futbolista, pero su gesto de quijote retador y malhumorado seguía manteniendo el toque mágico de los que son diferentes. Era una imagen extraña, como postrera. En el fondo era así. Mitad jugador mitad negocio. Volvería al Ajax,  otra vez, para ganar dos Ligas pero nunca volvió a ser el mago que, con su batuta, ensayó por los campos de España el orden nuevo que después, desde los banquillos, iba a instaurar. Luego, como consecuencia lógica, surgiría el innovador, el entrenador que desafió límites y peleó contra casi todos.  Sin embargo aquel día, en una tarde sucia, comprobé que la imagen del mito se había humanizado. Ya no parecía aquel ser perfecto que inventaba regates, cambios de juego inexplicables y que era capaz de convertir en gol, un balón casi robado a la grada de fondo.

Cruyff, aquella tarde que amenazaba lluvia en Linares, ya estaba mutando en entrenador y quién sabe si ya a hombre de negocios. Pasó al vestuario mirando al suelo, en vuelto en el humo de su cigarro, como si estuviera en la sala de espera de su segunda vida con la pelota. La tarde pasó en un surpiro y Cruyff ni se dejó ver. Faena de aliño. De eso en Linares saben mucho.

Cuando la expedición del Levante abandonó Linarejos me quedó la sensación de haber vivido un sueño. Cruyff estuvo allí pero el futbolista no había venido. Era más la imaginación que el tiempo real. El jugador de fútbol ya no estaba. Johan vivía en tránsito. Dos que parecen uno. Era como una ilusión que, sin embargo pude tocar con mis manos.

Quiero pensar que su muerte también es algo imaginado, porque Cruyff ha muerto pero ni el jugador ni el entrenador ni el inventor ni el contestatario van a desaparecer nunca. En un día triste ese, y la suerte de haberlo conocido, deben ser el consuelo de la pelota y el de todos. Nos quedan la memoria, el humo y muchas cintas de video, que nos es poco.