El Linares sigue su travesía del desierto. Se ha ganado el derecho a mantener la esperanza. Tiene la fortuna de no caminar solo. El partido de Cáceres ha sido como una cura de urgencia para la autoestima linarense. Los golpes y los tumbos de final de campeonato, habían magullado la moral de una plantilla compacta a lo largo de la campaña y la confianza de una afición que, llenando el campo, no terminaba de ver una historia con final feliz.
Frenar la euforia del conjunto extremeño y volver invictos, ha sido el primer paso. Este equipo está en la buena senda ahora. Todo depende ya de Linarejos, del entrenador y de sus jugadores. El Linares debe buscar su mejor versión y olvidarse de todo lo demás. Ganar es lo que hay que hacer y no cabe otra cuenta. Ganar en noventa minutos, sin ansias innecesarias, con fe en una idea de fútbol que funciona y confiando en que, después de tantos esfuerzos, la historia del club y el espíritu de los grandes jugadores que vistieron esa camiseta, sumarán a favor de la pasión local.
El fútbol suele ser generoso con quien derrama hasta la última gota de sudor para honrar a este deporte. Ganar a toda costa pero no de cualquier manera. Ganar cómo único objetivo pero ganar en el campo y jugando a lo que se juega con un balón. El fútbol es una fiesta siempre, los dramas están lejos de los recintos deportivos. El Linares puede, con fútbol, vencer al rival y si todos usan la deportividad, será como ganar dos veces.
Los sonidos de fútbol que resuenan en el viejo campo son voces de hombres ilustres: Preciado, Pulido, Nando Yosu…con un equipo apoyado así y con miles de fieles en la grada, nada puede fallar. Solo queda vivir con intensidad pero con calma esta semana, restar drama al partido y esperar que el balón ruede, luego: el Linares solo debe seguir el sendero de su historia…el triunfo está al final.
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