El Real Madrid ha vuelto de Japón con una Copa y algunas dudas. Sin embargo lo que ha hecho Zidane en su año 1, tiene que ser valorado en justa medida. Es, se mire como se mire, del todo injusto achacar a la suerte lo acontecido. Llegó a un campo de minas, serenó el vestuario, hizo que el equipo se cohesionara y, a partir de ahí, empezó a recoger frutos. Dicho así parece sencillo pero, ese es el error, simplificar lo complejo es ir a un espacio de confusión e injusticia. Ahora, después de la recomposición de lo destrozado y una vez que el joven entrenador acumula tres títulos, se busca una explicación al éxito de la forma más sencilla y más injusta: la flor. Esta forma de verlo no resiste el análisis más simple. Solo desde las ganas de minimizar se puede entender eso. Por sus obras los conoceréis. Las obras de Zidane están ahí. El juego, como en todos los equipos, es mejorable, los resultados creo que no necesitan ninguna defensa, más bien un aplauso. Han terminado el año soñado. Nadie hubiera pensado, hace once meses, algo así. Punto y seguido. Las evaluaciones definitivas, también para Zidane, serán en mayo. Atentos.
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