Inicio Opinión Antonio Oliver Final de Copa: misma ilusión, mismos sueños, misma pasión

Final de Copa: misma ilusión, mismos sueños, misma pasión

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El fútbol integra, concede identidad. Los colores, los escudos, el sentimiento de pertenencia. Sentir que pertenecemos y que algo nos pertenece, da al fútbol una fuerza que lo hace el fenómeno social más potente de nuestro tiempo. Da igual que nuestro equipo sea el FC Barcelona, el At. De Madrid, el SevillaFC o el Real Madrid o que nuestro equipo sea, el equipo del pueblo donde nacimos. Misma ilusión, mismos sueños, misma pasión.

El domingo se juega la final de la antigua Copa del Gobernador, hoy Copa de la Subdelegada, y en dos puntos de la provincia de Jaén se han agitado los vientos del romanticismo balompédico. Hay una razón para que se pare el tiempo o se aparquen los vertiginosos latidos del reloj para sujetar todo a la esperanza de un triunfo, doméstico, cercano pero que, con palabras, es imposible de explicar. Hay que vivirlo.

En cada sitio por distinto motivo pero huele a fútbol y a cita grande. Navas ha tenido siempre un equipo con nombre y con peso  dentro del concierto general del fútbol jienense y Linares es uno de los espacios futbolísticos de más tradición y de mayor recorrido histórico. Se citan en el emblemático “19 de Julio” dos cuadros cargados de fútbol, dos aficiones con amplísimo historial de emociones, alegrías y sufrimientos. Gradas curtidas.

Los naveros acuden a cumplir, para estar a la altura de su pasado y los cachorros del Linares Deportivo a endulzar un amargo final de temporada. Los triunfos no entienden de categorías, alivian heridas y facilitan la reconciliación con la alegría. La pelota siempre acude al rescate y ofrece otra oportunidad.

Los banquillos de la final son un ejemplo de mestizaje fértil. Juventud y experiencia. Dos entrenadores, dos caminos diferentes y un respeto, común y profundo, al fútbol. Perales llega a la final con el brillo inequívoco del joven entrenador que lleva en la cabeza cada palmo del terreno de juego y que trata, siempre, de que sus equipos reflejen la importancia que tiene el balón para este juego. Perales sabe qué idioma debe hablarse para ganar.

Chico viene del corazón de la pelota. Creció como jugador en los campos de pueblo, pertenece a la generación del albero. Es un privilegiado. Ha viajado por el fútbol con jerarquía y ahora, desde la banda, empieza a actualizar potencias y a devolver lo que el fútbol le ha dado. Dos historias diferentes que, a la vez, merecen el premio. El de la final ya lo tienen. El triunfo solo será de uno. Es igual. Por fortuna para los dos, tienen años por delante para reeditar este capítulo. A los dos les sobra conocimiento y los veremos más veces en este trance feliz y tenso.

El domingo en Bailén, tierra de fútbol, se resolverá la incógnita. Solo queda desear que las aficiones cumplan con su cometido. Gargantas y corazones al servicio de sus equipos. Cordialidad y fiesta. Otra cosa no tiene sentido. Habrá muchos focos pendientes de alumbrar esa final. Lo que queremos ver es cómo dos equipos se juegan, cada uno con sus armas, la gloria en una tarde donde, además del sol, debe brillar el fútbol, solo el fútbol. Es un deber y a todos corresponde que así sea.