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«Cristianos y Asensios»

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Javier Muñoz.-  Florentino Pérez llegó a la presidencia del Real Madrid en el 2000, año que inauguraba un nuevo siglo y a su vez un nuevo milenio, algo que el presidente blanco se tomó al pie de la letra, dando un giro de 180º a la forma de gestionar los clubes y, más concretamente, las plantillas de fútbol.

Ganó las elecciones por goleada gracias a tener atado a Figo, una estrella con la que elevar el nivel del conjunto blanco y lanzar un golpe moral al eterno rival, lo que cayó como un meteorito en Can Barça. El siguiente fue, precisamente, Zinedine Zidane; posiblemente la pieza angular sobre el terreno de juego y con quien más disfrutara por entonces el aficionado blanco.

Luego se alienarían en la galaxia los dos últimos astros, Ronaldo y Beckham respectivamente. Hasta que dimitiera en febrero de 2006, tras tocar fondo con una derrota en Mallorca, Florentino Pérez trazó su faraónico proyecto bajo el lema de ‘Zidanes y Pavones’, con la intención de transmitir que el objetivo era traer a los mejores jugadores del mundo sin olvidar a jóvenes de la casa, ascendiendo al primer equipo jugadores como el propio Pavón, el portero Carlos Sánchez, Rivera, Juanfran Torres, Miñambres, Portillo, Valdo, Raúl Bravo, Álvaro Mejía o Roberto Soldado. Resultaban válidos, pero la sensación general es que la apariencia de cara a la afición y opinión pública pesaba más que la auténtica esencia de la idea real. El Real Madrid ‘Galáctico’ terminó de sucumbir debido a una falta de identidad futbolística y de estructura como club, así como el excesivo poder que el máximo mandatario le otorgó a la plantilla.

Hoy día, tras volver a caer en viejos vicios a lo largo de su segunda etapa como presidente, se ve reflejado que el paso de los años le ha llevado a una evolución que conlleva enfocar la planificación deportiva desde otra perspectiva. Sin embargo, pese a ser él el ejecutor, ésto habría sido imposible sin su guía y consejero, suyo y de todo el madridismo, además del entrenador que ha conquistado siete títulos en un año gracias a un equipo hecho a su imagen y semejanza. Fútbol de quilates y con inteligencia, sentido común, constancia pero con serenidad, competitividad, ambición, unión, armonía… y madridismo.

Zidane cogió un grupo y un club en claro declive y sin rumbo para, en una temporada y media, sobrepasar los límites de las expectativas madridistas. Ha cuajado un conjunto de 24 titulares y, si su equipo consiguió una Champions en los primeros seis meses y ya ha alcanzado el olimpo por lo que ha logrado, quién sabe si ya ha alcanzado su máximo punto de ebullición de juego, exhibiéndose ante el resto de grandes europeos, o sigue en ritmo de crecimiento.

Y es que, si Cristiano, mejor jugador del mundo durante los últimos años, es el jugador franquicia del Real Madrid tanto futbolística como monteariamente, así como máximo exponente (junto a un notable grupo nacional liderado por Sergio Ramos) del arraigado espíritu competitivo madridista, Asensio es su homónimo en una gestión de Zidane que marca tendencia. Anteriormente, el club realizó algún fichaje de este calado, pero la confianza de Zizou en sus jugadores cuando más la necesitan, en un período de su carrera en el que explotan o se quedan atrás, es una de las claves del éxito del Madrid y de su modelo actual.

Pese a la notoria presencia de la cantera, plasmada en Kiko Casilla, Nacho, Carvajal, Lucas Vázquez, Mayoral, Marcos Llorente y Archaf (estos dos últimos, pendientes de si se quedan o se marchan cedidos para seguir progresando), la evolución de Asensio les representa a ellos y a otros precoces talentos de la ‘unidad b’ que en un futuro liderarán la plantilla blanca, como Vallejo, Kovacic, Theo o Ceballos. Además, postulado como uno de los puntales de un posible once plenamente español: Casilla – Carvajal, Ramos, Vallejo, Nacho – Marcos Llorente, Ceballos, Isco – Asensio, Lúcas Vázquez y Mayoral. Un equipo de garantías del que Zidane podría tirar esta temporada en algún que otro partido.

Todo ello se muestra resumido en las infinitas cualidades del mallorquín: desparpajo, calidad, madurez a la hora de asumir diferentes roles dentro de la plantilla, confianza en sus posibilidades y, sobre todo, estar preparado a la hora de la verdad, que para él no es otra que esta.

Ha llegado su momento para algo tan complicado en el fútbol moderno, como hondear en el Bernabéu la bandera de la meritocracia por encima del marketing. Esto se plasma en un dato demoledor: tres de sus cuatro últimos disparos en partidos oficiales acabaron en gol en una cita importante, fallando un solo tiro ante el Manchester United. Pasmosa eficacia.

Si las lesiones le respetan y le dan el protagonismo necesario, sus cambios de ritmo, zurdazos, visión de juego y otros recursos técnicos, unidos al compromiso y humildad que forman parte de él, se adueñarán del Bernabéu… y del planeta fútbol. Todos los balones que toca los convierte en oro; ya se ha demostrado que el galardón no es necesario para ello, pero… ¿será un Balón de Oro lo que convertirá a Asensio en leyenda?