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Demasiado Huétor Tájar para tan poco Villacarrillo

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Diego J. González.- Lo mejor para el Villacarrillo fue el resultado. Sí, como leen. El fútbol es tan grande, tan distinto a otros deportes, que una diferencia sideral entre dos contrincantes puede reducirse a un sólo tanto, a un exiguo 0-1. Igual hay tanta crueldad como misericordia en este mundo.

Quien desde lejos contemple cómo este domingo volvió a repetirse el mismo resultado en el Veracruz que en el estreno ante el Motril, pensará que el encuentro volvió a ser parejo y que decidieron los detalles. Nada más lejos de la realidad.

El CD Huétor Tájar fue superior, bastante superior al cuadro celeste. En todas las facetas del juego, gustándose por momentos. Arrancó el choque con un vendaval de buen fútbol que en el primer cuarto de hora bien pudo dejar una riada de goles de no ser por el arquero Alberto. Triangulando, percutiendo por bandas, venciendo en todos los duelos individuales. Y presionando, maniatando a un Villacarrillo reincidente, empeñado en sacar el balón desde atrás cuando no es el momento ni el lugar. “Qué largo se va a hacer este partido”, se comentaba en la grada. Era el minuto 10.

Manu Daza avisó con un zurdazo al larguero – Heras enviaría otro al mismo punto desde lejos -, y Joaquín y Pedro se toparon con Alberto antes de que Quevedo, el lateral izquierdo, se recorriera todo el campo en diagonal con la bola cosida al pie para, pared con Pedro mediante, plantarse en el mano a mano y establecer el a la postre gol de la victoria. Tan de bella factura fue el tanto como de hacérselo mirar a los celestes: Quevedo avanzó por lo más parecido a una autovía que se verá por estos lares.

¿Y el Villacarrillo? Superado, impotente. Cuevas, voluntarioso, debutó como titular en el enganche, desplazando a Fran a banda, con Miguel arriba. Este último se fue lesionado y Jacob tuvo que hacer las veces de “nueve” tras ello. En el tramo final de la primera mitad los locales se sacudieron algo el dominio granadino, pidiéndose un posible penalty en el área visitante por manos tras una volea de Cuevas y disponiendo Jacob de un chut desde la frontal que rozó el palo. El descanso, no obstante, fue bienvenido en el Veracruz.

La segunda parte comenzó con otro pequeño “brote verde” campiñés en forma de galopada de Jacob, que superó a Gadea y se estrelló ante Kisko, en lo que sería la única verdadera ocasión de gol celeste de ahí al final. El Huétor Tájar se “olvidó” cerrar el choque y abusó de la autocomplacencia ante un rival que no revestía peligro. Heras y Mario dominaban la medular con pasmosa facilidad, Gadea y Javi Pérez eran infranqueables en la zaga y luego estaba Choco en el carril derecho, encarnando las virtudes panciverdes: físico y calidad.

Pero el marcador no se movía, el Villacarrillo se hallaba a tiro de piedra aún – quién lo diría – y a los de Crespo les entró el “tic” del que se aferra al resultado y comienza a perder tiempo. Único lunar en una gran actuación: “la mujer del césar no sólo tiene que serlo, sino parecerlo”.

Sea como fuere, los de Ruano ni siquiera dispusieron de esa opción de empate que sólo por injusticia o justicia divina merecía el envite, tras llegarse a los minutos finales con el 0-1. Fue el Huétor Tájar el que pudo marcar el segundo en el descuento, en una contra iniciada con delicatessen de Heras que Esteban hubiera materializado de no ser por otro paradón de Alberto, pierna estirada de nuevo, déjà vu de catorce días atrás. Porque este domingo el epílogo volvió a ser la ovación del Veracruz ante una parada del cancerbero vallisoletano, perdido el partido ya. Peligrosa costumbre.