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Argentina pierde el fútbol y las grandes palabras

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Argentina vuelve a discutir por Messi. La prensa, casi toda la prensa, le ha colocado a los pies de los caballos. Los aficionados le critican menos porque saben que, todavía, su “clavo ardiendo” se llama Messi. Saben eso y que no es lo mismo la orquesta del Camp Nou que la de Sampaoli. No es lo mismo.

Argentina es extrema, apasionada y brillante pero, también, pendular y nostálgica. Ahora echa de menos ganar y relatar la gesta mojando pluma en tinta de corazón. Añora la historia. No soporta la vulgaridad. Los argentinos necesitan héroes que permitan la exageración de la alegría. La multiplicación del futbolista que llevan dentro y ver el fútbol soñado. Saben cómo es, lo conocen. Es imprescindible ganar para poder contarlo.  

Argentina no acaba de encontrar un líder. Lo tienen, lo ven por la tele. Es suyo, pero con ellos, con su camiseta, Messi es menos. Naufraga. Necesitan a ese líder que, aun perdiendo, sale del campo con sangre en la mirada y luego, sin miedo, pone voz a la derrota o convierte en épica un victoria normal. Messi, es un genio, que casi no habla. Ni cuando gana ni cuando pierde. No hay asidero verbal para soportar el desconsuelo ni palabras para alimentar la relación de frases de leyenda. Palabras para la gloria.

El rosarino es un grandísimo futbolista pero termina cuando acaba el partido. Eso para unos es irrelevante, no importa. Termina su trabajo y se va. Esto, para otros, es desolador. Santo Tomás necesitaba ver para creer. Muchos aficionados argentinos necesitan escuchar a Messi, sobre todo cuando pierden, para tener la posibilidd de seguir soñando. No basta con las palabras de algunos ni con las del capitán cuando susurra a una nube de micrófonos. Necesitan al «Comandante en Jefe» diciendo, con firmeza incontestable, que ganarán la guerra. Ni eso les está quedando a los deselados seguidores argentinos. Messi es cómo es. Tiene otras virtudes, pero no el don de la palabra que sana.

La sombra todavía lejana, pero cierta, de ver el Mundial en el sofá ha soltado las cuadrigas del miedo. Tras el empate frente a Venezuela, los periodistas le pusieron voz a una nación que respira por los pulmones, por los libros, por sus crisis eternas y, mucho, por el fútbol. Se nota que les falta el aire, que el balón les ha fallado y con ello el oxígeno. Respiran con dificultad.

La situación actual vuelve a ser tan deprimente como la que, cambiando lo que haya que cambiar, provocó aquel irreflexivo adiós de Messi. Esta vez Messi no ha sufrido tanta violencia verbal del aficionado. Lo salvan…para que los salve. No es reconocimiento exactamente, creo que se trata de egoísmo. Instinto de supervivencia. Es una reacción humana. Saben que llegados a este punto Messi es el único que, a fuerza de milagros, puede tender un puente hacia Rusia.

Hay mucho miedo. Perú es un rival con antecedentes. Unos mejores que otros para Argentina. La historia también inquieta. Sin embargo lo que quita el sueño a los argentinos es el discurrir errático, la falta de poder, la ausencia de carácter y el alma vacía de una Selección que parece estar marcada por la tristeza. Hace mucho tiempo que en Argentina, cuando se habla de la albiceleste, no aparece automáticamente una sonrisa. Grave. Después del dolor y la rabia, viene la indiferencia y eso es la «muerte».