Inicio Opinión Antonio Oliver Buffon, una luz en mitad de la tragedia

Buffon, una luz en mitad de la tragedia

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Esta vez el hondero que frenó al imperio fue sueco, no lusitano. El «Viriato amarillo», se llama Johansson. Su gol en el partido de ida deja a Italia fuera de un mundial, más de medio siglo después. Único, certero y suficiente. Bárbaro. El gol sueco convierte la fecha de ayer en un lugar en el que, a partir de ahora, se para y se revisa la historia del fútbol.

Todo tiene que ver con el juego. No hay que buscarle más vueltas. Italia venía, como los antiguos hidalgos españoles, viviendo de glorias pasadas o como el Cid, que también nos toca de cerca, ganando batallas después de muerto. Emitía señales claras. Pulso débil, paso errático. Los italianos sabían que estaban a las puertas de una catarsis dolorosa pero que, no por más esperada, es menos terrible.

La forma de caer tampoco ayuda. El fútbol podía haber concedido a Italia la posibilidad de ver este final en campo contrario, a lo lejos. Habría sido también desgarrador, pero no hubiera tenido la escenificación dramática que supone descomponerse en San Siro y ante los leales. No cabe más impotencia. El grito no sirvió para forzar el fútbol. Cuando no se tiene, no se tiene.

Es el día en que se hace virtud de todo lo pasado. El momento de reducir a cenizas el presente y evocar tiempos gloriosos. Italia hoy no tiene héroes. Podríamos sacar la larga lista de genios que han llevado a la selección italiana a ganar cuatro mundiales. Hacer un retrato imperial de los jugadores y los técnicos capaces de conseguir, que el mundo entero envidiara su forma de poner el autobús y ganar. Lo cierto es que, la alineación que Ventura aportaba para lograr el billete a Rusia, era un anuncio de que el camino se podía complicar mucho y se complicó.

La falta de reacción, la dificultad para cambiar sobre la marcha y colocar en el campo, lo que hasta el banquillo pedía a gritos, hizo que los minutos volaran y Suecia se fuera haciendo enorme ante la mirada, cada vez más confundida de Italia. No estaban los de siempre, los que siempre acababan haciendo de oro los minutos en los que Italia decidía que no se jugara o que se jugara a lo que le convenía. No estaban Totti, Baggio o Pirlo para, en una jugada, asociarse y cambiar la historia. Italía no tenía soluciones. Parolo, Candreva, Florenzi…son otros tiempos.

Podríamos seguir desmontando a la Selección de Ventura y al propio Ventura y sus manías pero no hace falta, eso ya lo hizo Suecia a dos partidos. Podemos lamentarnos del fracaso italiano pero jamás ser injustos con una selección sueca que hizo lo que tenía que hacer. Supo someter a la Italia que le tocó en suerte. Ahora que está hecho parece fácil y se quiere, en muchos casos, explicar solo por demérito de los italianos. No es justo. Suecia se ganó el pase al Mundial porque sabía con quién y en qué momento estaba jugando. Eso es virtud y el fútbol lo premia.

Para Italia terminó la agonía. Del derrumbamiento de San Siro nos queda la imagen gigante de Buffon, que terminó corrigiendo a los tifosi. Así les explicó que él ya es patrimonio del fútbol y que, siendo italiano, nos pertenece a todos. Siempre, en mitad de las tragedias, brilla una luz.